Una ciudad horadada. Acribillada. Se alquila. Se vende. Suciedad, abandono, óxido en barajas que no se abren desde quién sabe cuándo. Ruina. Cádiz, la ciudad del carnaval y del verano, dos de sus máximos alicientes, continúa varada y, como a una vieja barca encallada en la arena, se le van viendo las costillas. Con lo que podría ser esta ciudad, incluso más allá del carnaval y del verano, si unos y otros, otros y unos, y no señalo a nadie porque no tengo la más remota idea de a quién compete una u otra cosa (junta, ayuntamiento…), consiguiesen reflotarla al fin, que todo es para mañana y pasado.

Me hiere pasear por el casco histórico y comprobar que hay fincas que ya no existen, hoy solares donde se construirá, espero, edificios acordes con el entorno; me duele cuando miro por algunas ventanas y veo escombros y vigas de madera, un semivacío desolador, porque se va a conservar la fachada, pero el interior se construirá de nuevo. Para que haya viviendas dignas, por supuesto, y con el fin de mantener la armonía arquitectónica del casco antiguo (esa que se fue al traste con el parador, por ejemplo), pero me pregunto: ¿en cuántos casos no se ha podido restaurar la finca al completo, de verdad, sin maquillaje, no solo dejando las fachadas para ir levantando una especie de decorado, como aquel pueblo para los americanos en Bienvenido Mr. Marshall? ¿Cuántos interiores hermosos ya no volveremos a ver porque se prefirió echarlos abajo en vez de restaurarlos? ¿Cuántos patios hemos perdido para dejar su lugar a otros modernos e impersonales?

Se alquila. Se vende. Volvemos al comienzo, porque aquí en Cádiz todo parece un eterno déjà vu… Barajas que no se suben desde hace años. En Cardoso, Feduchy, Manuel Rancés, Enrique de las Marinas, Sagasta, Argantonio, Beato Diego, ¡Ancha!..., incluso en una parte importante de la avenida principal, ya saliendo del centro. Y en otros muchos, muchísimos rincones de Cádiz, los locales cerrados se suceden (en alguna calle hasta más de diez), como los nichos vacíos de un cementerio. Algunos de esos locales han conocido diferentes negocios, sueños, esperanzas de futuro que se fueron al traste en algún momento, quizás por la mala gestión de quienes los regentaban, quizás por vecinos a los que todo molesta menos que la ciudad se vaya al carajo, quizás porque al gaditano le cuesta dar dos pasos más allá de Columela y Ancha...

Algunos propietarios prefieren tener los locales cerrados durante años, porque imagino que no les debe faltar el dinero, antes que ponerlos a precios asequibles por el bien de la ciudad en la que vive

Quienes nos gobiernan tienen la obligación de dinamizar nuestra economía, por supuesto, pero se nos olvida que los ciudadanos también tenemos el deber de contribuir a que la ciudad prospere, cada uno dentro de nuestras posibilidades, y en no pocas ocasiones ponemos la zancadilla al progreso. La imagen es penosa. Como me decía hace poco un amigo madrileño: “estoy asombrado de los locales que hay vacíos y lo peor no es esto, sino que tanto cierre desmoraliza a cualquier emprendedor”.

El alquiler en Cádiz es abusivo, tanto el de los pisos particulares como el de los locales. El propietario que pide 1200 y hasta 2000 y pico euros por locales que no los valen no está contribuyendo a que la ciudad prospere. Pocos empresarios, porque la mayoría son pequeños empresarios, pueden mantener mes a mes esas cantidades. Si montar un negocio es ya de por sí una apuesta complicada, los altos precios lo hacen aún más difícil. Algunos propietarios prefieren tener los locales cerrados durante años, porque imagino que no les debe faltar el dinero, antes que ponerlos a precios asequibles por el bien de la ciudad en la que viven… y hasta de sí mismos.

Una panadería, un bar, una librería, una calle con negocios, y vida, es a la larga mucho más rentable que mantener el local cerrado. Aquel que no alquila el local porque no quiere bajar del precio establecido, a pesar de que va comprobando cómo a su alrededor van cerrando negocios, se está haciendo un flaco favor. ¿A qué espera? ¿A que lleguen tiempos mejores? ¿A que venga, como está sucediendo, gente de fuera de la ciudad con dinero? Nadie quiere pagar mucho en una calle muerta. Y por desgracia cada vez son más las calles agonizantes. Si no me creen, salgan y cuenten los locales cerrados. A mí me pone los vellos de punta.

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José Manuel Serrano Cueto

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