"Cuando me dicen que escribo libros de cachondeo no me molesta. Al revés, me reconozco ahí, me resulta divertido. Gracias a esos libros, a los cincuentitantos años cambió mi relación con mucha gente".
Juan Bouza Mera (Cádiz, 1965) luce con más alegría que orgullo su nueva condición de novelista humorístico. La confirma con la publicación de la tercera "y creo que última" entrega de las aventuras del pseudodetective gaditano Juan Vurbinka.
Primero fue Independenshia, luego llegó en Invashión. En la novela inicial, Cádiz sufría una dolorosa ruptura, un procés entre casco antiguo y Puertatierra. En el segundo, las fuerzas armadas sevillíes avanzaban sobre la capital gaditana, asediada como tantas veces.
Ahora, Revolushión (editorial Qbook, 191 páginas) lleva a Cádiz a un diablo que debe hacer el trabajo de postgrado para ser aceptado en la plantilla del infierno. "Es un anticristo que necesita papeles, un trabajo fin de carrera. Y qué sitio puede ser mejor".

En la ciudad encuentra "terreno abonado, con un obispo corrupto, malencarado, un alcalde poseído por el mal que ha decidido alicatar la playa, la carretera industrial convertida en carrera oficial de una procesión permanente que sale todos los días. Todo muy exagerado...".
Pero Juan Bouza es mucho más que un productor de risa impresa. Funcionario municipal en Cádiz y columnista durante un lustro en lavozdelsur.es fue militante socialista, "ya no, hace algunos años que no", y dirigente público de la Junta de Andalucía.
Pese a estar fuera, no reniega del PSOE: "Sin esas siglas y ese partido no podría entender mi propia vida. No me arrepiento, fueron muchos años, mucha gente y muchas vivencias".
Entre sus cargos, el más recordado es la Delegación de Empleo de la Junta de Andalucía. Durante los años de fuego de la primera gran crisis económica de 2008, con deslocalizaciones de grandes factorías, Delphi, y las últimas reconversiones salvajes.
"Se cometieron errores", admite pero nunca participó en ninguna corruptela ni se apropió de un céntimo de dinero público.
Recuerda, con poco ánimo para dar detalles, que trató de advertir los groseros fallos que observaba pero "también tenía jefes".
Un calvario pagano
El resultado final es que ha sufrido 34 procesos judiciales, todos archivados sin un sólo reproche. "En algún texto legal, en alguna resolución, incluso hay algo parecido a una disculpa hacia mí". Y todavía quedan dos, recuerda con una sonrisa irónica.
Ahora le queda, si no ruina, un quebranto económico por tantos años de abogados y burocracia. Sufrió una detención en la calle, alguna noche en el calabozo. Todo porque pasaba por allí, por estar: "Alaya detenía a todo el mundo y luego ya iba descartando", recuerda entre risas.
Todo ese camino lo ha tenido que recorrer sin haberse metido un euro en el bolsillo, sin haber cometido un error ni una negligencia, como demuestran 34 investigaciones policiales y judiciales cerradas en vano y en blanco.
Ese calvario pagano le convierte en un mártir de la vida pública aunque rechaza ese papel. Todos le abandonaron, muchos de los suyos. Todos le señalaban, algunos con el silencio. Nadie, nunca, va a pedir perdón.
Los pocos justos y los muchos pecadores se podría titular su autobiografía. "Me han dicho muchas veces que escriba sobre lo que pasó, que lo cuente, pero por ahora no me sale. He pasado página".
Y lo que pone en la siguiente no puede ser más divertido. Disfruta escribiendo lo que miles gozan leyendo. "Cádiz es la ciudad del mundo con más escritores por metro cuadrado, con más perros y más bares por metro cuadrado. También con más procesiones por día".

En esa ciudad absurda, sitiada por el mar y los tópicos, por el costumbrismo rancio que tantos jóvenes adoptan sin rechistar, monta su escenario literario Juan Bouza a través de su personaje Juan Burvinka: "Escribo las cosas que se me ocurren y quiero que la gente se lo pase bien".
"Cada uno tiene su humor, yo tengo el mío. Cuando alguien me ve y me dice, me he reído, me siento feliz porque a mí me gusta mucho el humor, le dedico muchas horas al día, es como una afición. Busco, leo, escucho humor".
El humor, tradición y maldición en Cádiz
En Cádiz, el humor parece tradición pero también maldición, sello y tópico, costumbre y cliché: "Hay muchos tipos de humor en Cádiz. Reguera es una leyenda, Javi Benítez y tantos romanceros, Ana López Segovia con una forma teatral... Hay muchos tipos y no todos son de carnaval".
El suyo es novelado, convertido en relato largo, pero humor al cabo. La ciudad es "la verdadera protagonista de mis novelas. El personaje de Burvinka es un antihéroe para enlazarlo todo. Cádiz merece un cachondeo. En un sitio muy pequeño en el que pasan muchas cosas".
"Me meto con la Semana Santa, con el Carnaval, me meto con la política municipal, con todo. Sobre todo me meto conmigo mismo porque soy manifiestamente cachondeable".
En la portada de su tercera entrega, Independenshia, aparece ataviado de cura, fumando, en la puerta de la Santa Cueva. "No sé qué pensarán agobiados cristianos, igual me ponen una querella".
"Siempre la irreverencia. Lo hago con todo el respeto pero con toda la maldad, también. Los célebres límites del humor los pone cada uno eligiendo lo que ve, lo que lee, lo que escucha".
Sus tres novelas de humor podrían preverse como minoritarias por localistas. Sin embargo, las ventas de la primera entrega fueron una sorpresa. "No esperaba que me dijeran una y otra vez que íbamos a imprimir. Fue asombroso, no lo esperábamos".
"Tampoco pensaba que llegarían peticiones de La Rioja, Galicia o París, y no de gaditanos que viven allí, de personas que se interesaba, la verdad es que no lo esperábamos".
"Aunque no pienses en vender mucho ni se gana dinero, es una alegría que te lean. Sobre todo porque tu editor se anima a publicar más cosas tuyas", vuelve a la risa. Será que todo lo local acaba por ser universal y el humor no iba a ser menos. En todo caso, más.


