En Paco Alba, 4 los informes y estudios de la situación socioeconómica del barrio de la Viña se quedan cortos. Y la desesperanza, también. Hace tres años que la Asociación Pro Derechos Humanos y la Asociación Mujeres de Acero denunciaron la situación de esta infravivienda pero ahí sigue. “Los vecinos están cansados de enseñar sus casas y sus miserias...no sirve para nada”, dice Conchi Domínguez, la presidenta de estas mujeres viñeras.

En la calle dedicada al mayor poeta de la Viña, viven dos Pacas en el número 4. La Paca del primer piso huye en cuanto nos ve. Hace tres años, las cámaras de televisión fueron a su humilde casa para enseñar al mundo que en Cádiz las abuelas pasaban años sin salir de su casa debido al eufemismo de barreras arquitectónicas…escaleras imposibles, escalones carcomidos, barandillas inestables. Abuelas que seguían sin cuartos de baño, cocinas o electrodomésticos. Pero Paca, con 93 años ya, no quiere hablar con nadie ni contar al mundo que desde hace once años, no ha salido de su casa.

Como ella hay un número cada vez más elevado de personas en el barrio que están confinadas en sus domicilios, según el Perfil de Salud del barrio de la Viña, realizado por el Ayuntamiento con responsables políticos y técnicos de distintas administraciones e instituciones como la Delegación Territorial de Salud, el Centro de Salud del Olivillo, el Centro de Salud Mental, el de Tratamiento de Adicciones de la Diputación Provincia; centros educativos, como el de Infantil y Primaria Santa Teresa o el Virgen de la Palma; el Colegio de Trabajo Social, la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública, la Unidad Democrática de Pensionistas; las delegaciones municipales de Salud, Deporte, Asuntos Sociales, Vivienda, Medioambiente, Cultura, Fundación de la Mujer, Estadísticas, Instituto de Fomento, Empleo y Formación, Participación y Comunicación que han trabajado con líderes sociales del barrio como los de la asociación Mujeres de Acero y Calor en la Noche, junto con otras personas que se han ido sumando al proyecto.

Con más de 5.000 habitantes, su población no sólo está envejecida sino que hay una importante población de mayores de 80, fundamentalmente, mujeres.

El estudio mide la salud como algo más que la ausencia de enfermedad, entendiéndola como el pleno sentimiento de bienestar físico, mental y social, algo relacionado directamente con el entorno socioeconómico y ambiental. Y en la Viña, el contexto lo mide todo. Concebido desde sus orígenes como un espacio donde alojar a los estratos de la población más pobre y ubicar las industrias más molestas, este barrio poseyó desde el principio un carácter periférico que ha condicionado la vida de sus habitantes y, consecuentemente, su salud

En la Viña, como en el resto de barrios del casco histórico de Cádiz, había casas de vecinos pero aquí eran una necesidad: se trataba de aprovechar al máximo el espacio para alojar a personas con escasos recursos. Con más de 5.000 habitantes, el barrio se encuentra densamente poblado aunque no hacinado. Las proyecciones demográficas del estudio municipal demuestran que su población no sólo está envejecida sino que se encuentra en un proceso de envejecimiento con una importante población de mayores de 80 años, mayoritariamente mujeres. Lo más preocupante es que ese aumento de la población mayor de 65 años viene acompañado de una importante disminución de la población infantil y juvenil.

Unas tasas de envejecimiento que requieren una mayor atención sociosanitaria y de recursos públicos. El Centro de Salud del Olivillo es uno de los que más visitas a domicilio hace dentro de su rutina de trabajo. Fruto de esta realidad, este centro sanitario hizo un informe previo al municipal, en el año 2015, para estudiar el impacto de las condiciones de la vivienda en el confinamiento de pacientes incluidos en el programa de inmovilizados. Sobre una población de 363 personas inmovilizadas, 188 (51,8%) estaban confinados en sus casas por las características de su domicilio: sin ascensores y con escalones imposibles. El estudio sanitario concluía que las barreras arquitectónicas y la baja renta familiar explicaban el confinamiento de estas personas, lo que repercutía en la salud de los pacientes y cuidadores e implicaba un aumento de la atención domiciliaria del personal médico y enfermero.

Las ratas, como vecinas

En el bajo de ese número 4, vive la otra Paca. Ella sí consigue salir a la calle pero sólo cuando no se encuentra con una rata en su patio. Con 82 años, vive con una de sus hijas. Dos habitaciones tienen por casa. Una, presidida por un enorme cuadro del Medinaceli, hace de salita y dormitorio de Paca. En el otro, duerme Candelaria, su hija. Allí también tiene ella una cama para pero Paca prefiere dormir en el salón. Le resulta más fácil incorporarse desde el sofá para llegar al orinal que desde la cama alta que tiene en la otra habitación. Porque ellas, tienen dentro de su vivienda, un orinal. El baño está fuera en el patio pero de noche, a Paca no le daría tiempo llegar.

Con una placa de ducha y un wáter, su cuarto de baño no tiene lavabo. “Nos lavamos la cara aquí fuera en el grifo del patio”. Su cocina tampoco tiene fregadero. Tres barreños son la solución: en uno enjabona, en otro enjuaga y en el último, deja secar. Sin mucho ánimo nos enseña los escombros de su cocina, que llevan cuatro meses en el suelo. “Nos ha dicho que para entrar allí tienen primero que fumigar…¿tú crees que hay derecho a que una mujer mayor viva en esas condiciones?”, se pregunta Conchi, de Mujeres de Acero.

La presencia de roedores quita el sueño a Paca. “Las escucho por las noches y me da miedo; no vayan a entrar cuando esté dormida”. Ella se queja de que "ni hacen ellos ni tampoco nos dejan", en clara referencia a la propiedad y sigue esperando a que el registro de demandantes de viviendas se mueva. "Si me dieran un pisito, me iba enseguida. Aquí no estoy tranquila ni de día ni de noche".

Y esa es una las conclusiones más importantes de este estudio: en el barrio de la alegría, el más típico de Cádiz, la ansiedad y la depresión están más presentes que en cualquier otra zona de Cádiz. Y quienes más lo sufren,  las mujeres. Esas cuyo apoyo a la familia, permite paliar las carencias socioeconómicas de un barrio que sonríe apretando los dientes, como dice uno de sus más ilustres vecinos, el alcalde de Cádiz.

Sobre el autor:

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Vanessa Perondi

Periodista.

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