Unas nuevas preliminares que acaban. Las más cortas de los últimos años y, sin embargo, casi estamos en junio. "Esto es un suplicio", dijo la secretaria del jurado del COAC tras el primer fallo del concurso mientras se dirigía a quien correspondiese. Corresponde al Ayuntamiento. Además de un suplicio, la fase – y aventuraría que el concurso en general – es un despropósito.
Y no por las bases a las que se refería el jurado, sino por todo lo demás. Los problemas siguen siendo los mismos y el nivel cada año es peor en términos generales. Salvando la comparsa y el coro – mermado este último por las ausencias – nos queda un concurso en el que el humor está herido de muerte. Más si cabe en un año donde la comparación con lo mostrado en la calle durante el verdadero carnaval es inevitable.
Llama la atención en este carnaval y en el anterior que la reivindicación a figuras como los fallecidos Juan Carlos Aragón y Manuel Santander no se plasme luego en el estilo. Los golpes de pecho y los homenajes se quedan en letras vacías que no siguen ni una senda, ni la otra. Donde la ironía y la crítica está ausente. Y donde los recursos que se explotan son los chistes facilones, los chistes gráficos y la excesiva gesticulación. Un concurso en el que muchos autores 'mueren' con Los Yesterday pero se inspiran con Carmen la Nerviosa. Y el teatro se levanta más con la segunda que con los primeros.
La culpa, de los jurados de esta década. Desde 2008 se premió el humor rápido, zafio y facilón. Dije en Twitter que la chirigota actual era como la generación de los 90: todavía estaba pagando la crisis de 2008. Me dijeron que guardase algo para el medio que me pagaba. Aquí está. Pensar o hacer pensar se castigó o, mejor dicho, no se premió. Fue el triunfo de lo que se conoce como lolosedismo. Algo de lo que, escuchando algún popurrí de comparsa, parece que se arrepiente hasta uno de sus autores. Ahora, nos plantamos en 2022 sin capacidad de tener siquiera nueve o diez chirigotas dignas de la siguiente fase. Había 18, podían pasar 15 y terminaron pasando doce, aunque a poco que el jurado hubiera sido exigente podría haberse cargado a la mitad de las que han pasado.
La mediocridad se ha hecho norma en un concurso en el que ni siquiera hay agrupaciones que sobresalgan por abajo. Todo es estándar, todo es muy bien cantado, todo es sin contenido. Más allá de Manolín Santander, Sheriff, Bizcocho y Cascana, es complicado escuchar algo en bucle sin cansarse. Al menos algo que sea fiel a lo que conocemos como una chirigota y como el Carnaval de Cádiz. Muchos anhelan un Got Talent o un El Club de la Comedia cuando precisamente eso es lo que tenemos. Un concurso que un año más vuelve a poner el teatro bocabajo con chistes escatológicos sin la más mínima complejidad.
Lo dicho para chirigotas se mantiene, e incluso, se agrava con los cuartetos. Sólo hay uno que mantenga la esencia tradicional. Esto, siendo un peligro para la supervivencia de la modalidad, no es lo peor. Lo peor es que en otros estilos ni siquiera se opte por darle una pensada de más al repertorio y se repitan esquemas año tras años cambiando el disfraz del personaje.
En coros, donde para repartir son mucha gente, no se pueden poner demasiadas pegas. Mucho han hecho los que han concursado ante la falta de facilidades y la ausencia de público en cada actuación. La organización tampoco ha ayudado, pero parece que lo hará para la siguiente fase poniendo a los coros donde deben estar, al principio de las sesiones. Nunca es tarde para reconocer un error, aunque no se reconozca.
Ya sólo falta que la gente no se muera de calor en el Falla y no tenga posibilidad de comprar una simple botella de agua porque el ambigú está cerrado. O que haya que pasar cinco o seis horas en ayuno mientras el resto de la humanidad cena porque, además de no haber ambigú, tampoco se puede introducir comida. El carnaval en mayo, sin adaptarse a mayo.
Un jurado que, además, permite que las comparsas repitan repertorio si son de Cádiz. Porque si son de fuera no dudan en descalificar. Cuando hay nombres detrás, ni siquiera se da un toque de atención. Los nombres por encima del propio carnaval. La modalidad no se ha resentido en cuanto a nivel, pero si en espíritu. La sensación que dejan las preliminares es que para muchas simplemente es un escaparate para afianzar las giras. No se va a concursar, se va a mostrarse ante medio mundo.
Justificaciones constantes y pasodobles tirados a la basura para demostrar que se quiere a Cádiz más que nadie y que nadie va a imponer cuándo se canta o se deja de cantar. Aun así, ha sido la modalidad que mejor parada ha salido del cambio de fecha. Sin ausencias reseñables y con los mejores dando la talla.
Si para algo han servido estas preliminares han sido para desmontar la crítica que se hace del “encorsetamiento” del concurso. Hemos asistido a agrupaciones repitiendo repertorio sin consecuencias, a otras que mezclan modalidades en la misma actuación sin ningún tipo de problema, chirigotas que van a cantar con la misma ropa con la que han bajado horas antes la basura y hasta a una comparsa que canta seis cuplés – algo que se agradece –. Un suplicio.





