El salón de plenos del Ayuntamiento de Cádiz ha sido este lunes el escenario de un emotivo homenaje con motivo del 40 aniversario del Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz (FIT), uno de los eventos culturales más emblemáticos de la ciudad y referente del teatro iberoamericano.
Durante el acto, se rindió tributo a tres figuras fundamentales en la historia del festival: Elena Schaposnik —recogido por la compañía La Zaranda—, Juan Margallo —por su mujer, Petra Martínez— y Mario Ernesto Sánchez —por su hija, Verónica Sánchez—, este último a título póstumo, por su contribución decisiva al desarrollo y prestigio del FIT a lo largo de las décadas.
Asimismo, se reconoció la trayectoria del Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (CELCIT), que celebra 50 años de existencia. Su fundador, Luis Molina, no pudo asistir por motivos personales, aunque fue recordado con especial cariño por su labor en la promoción del teatro iberoamericano.
“El amor por Cádiz, el teatro y por Iberoamérica”
El alcalde de Cádiz, Bruno García, presidió el homenaje y subrayó “el recuerdo que han dejado estas figuras, que compartían un gran amor por Cádiz, por el teatro y por Iberoamérica”, destacando que gracias a su impulso y compromiso “ha sido posible llegar a estos 40 años que celebra el FIT este año”.
El acto, presentado por Eduardo Bablé, reunió a representantes del mundo de la cultura y del teatro, además de miembros del equipo organizador del festival, en un ambiente cargado de emoción y reconocimiento hacia quienes han hecho del FIT una cita imprescindible en el panorama teatral internacional.
40 años de FIT
El FIT de Cádiz cumple 40 años en los que la fiesta se ha transformado en un acontecimiento necesario del calendario cultural. Desde su creación, el FIT señaló su vocación, arraigada en el histórico protagonismo de Cádiz en la vinculación con Latinoamérica, de convertirse en el punto de encuentro y la puerta de entrada de estas teatralidades a la Península.
En los últimos 40 años, se produjeron transformaciones a escala global y el FIT siempre supo estar atento a estos cambios para continuar con su propósito. En estos tiempos, el teatro se ha convertido por su especificidad –la presencialidad y su naturaleza fugaz— en refugio de lo que resulta genuinamente humano, sin la intervención de la virtualidad.


