De 50 pesetas a 300 euros: los precios de la infravivienda

Lola, de 83 años, y su hija Pepi de 56, permanecen en su casa del barrio de la Viña durante una obra de meses de duración por miedo a que no las dejen volver cuando la finca esté arreglada.

Pepi, y su madre Lola al fondo, en su casa en el barrio de la Viña. FOTO: ESTEFANÍA ESCORIZA.
Pepi, y su madre Lola al fondo, en su casa en el barrio de la Viña. FOTO: ESTEFANÍA ESCORIZA.

Lola tiene 83 años. Lleva 56 residiendo en el barrio de la Viña, en la calle República Dominicana. "Yo pagaba 50 pesetas por una habitación cuando me vine aquí", nos cuenta. Ahora paga 300 euros por una casa que no son más que tres habitaciones, en una planta baja, repletas de humedad y con una sola ventana a la calle. La finca ha sido comprada recientemente para ser reformada y sacar los pisos a la venta. Ya llevan unos 7 meses de obras. Mientras tanto, Lola permanece en su pequeño hogar por miedo a marcharse y que no la dejen volver a la que considera su casa. La única casa que ha tenido, aunque nunca llegue a ser del todo suya.  

Y entretanto el mercado del alquiler sigue a contracorriente. El número de demandantes recae un 36% en el último año y los precios de los alquileres no paran de subir. Se han disparado un 8% desde diciembre y los nuevos inquilinos se enfrentan a precios un 20% mayores que hace un año. En los últimos doce meses ha ganado fuerza la idea de que alquilar es tirar el dinero. La Radiografía del mercado de la vivienda 2017-2018 que ha presentado en estos días el portal inmobiliario Fotocasa refleja que el problema no es la falta de inmuebles. Y es que casi una décima parte de las 54.745 viviendas que hay en la ciudad de Cádiz están deshabitadas, según un estudio realizado el pasado mes de septiembre por el Ayuntamiento.

"Se queda 300 el banco, 300 la casa, y de lo que queda paga la luz, el agua, el ocaso... y ahora no comas"

La antigüedad y deterioro de las fincas es una de las razones de la desocupación de estas viviendas. Y por descontado los precios. Lola cobra 900 euros al mes, 300 de la paga de su hija Pepi, de 56 años y con una minusvalía psíquica, y 600 suyos. "Se queda 300 el banco, 300 la casa, y de lo que queda paga la luz, el agua, el ocaso... y ahora no comas", relata. Su casa no supera los 25 metros cuadrados. Una salita, un dormitorio, un pequeño baño y una habitación donde comparten espacio la cocina y una cama. Por si fuera poco, Lola padece de asma, ha estado dos veces ingresada con neumonía, y en estos momentos se encuentra en reposo absoluto por tener una costilla rota.  

"Tengo apuntalado el dormitorio mientras arreglan el piso de arriba". A Lola le ofrecieron que se fuera a otra casa durante el tiempo que durara la reforma de la finca, pero ella rechazó la propuesta. "Era un piso muy oscuro, sin ventanas y a mí no me gustaba. Yo no me voy a ningún sitio". Esta reacción se debe al miedo en realidad. Miedo a que no la dejen volver a su casa o a que le suban la mensualidad. Ella tiene un contrato de alquiler indefinido, por lo que no pueden obligarla a dejar el inmueble. ¿Y si le dieran un piso en mejores condiciones donde vivir? "Entonces me iría, pero si reúne las condiciones y no tengo que pagar más. Pero indefinida también, que no me puedan echar cuando ellos quieran".  

Lola se ha quedado a vivir en su piso durante la obra por miedo a que no la dejaran volver. FOTO: ESTEFANÍA ESCORIZA.

Desde el Ayuntamiento de Cádiz se apostó por rehabilitar estas infraviviendas del casco histórico y destinarlas al alquiler social a través Procasa. Pero mientras en Cádiz existen unas 5.000 casas vacías hay unos 7.000 demandantes. "Hay gente con pisos de Procasa que no las necesita. Yo conozco un caso de una persona que tiene una de estas casas, pero vive en un chalé en Chiclana y aquí sólo viene de vez en cuando. ¿Eso no se denuncia? ¿no hay nadie que vigile esos casos?", comenta un vecino del barrio que ha pasado a visitar a Lola. Porque eso sí, tiene el apoyo de la gente y es muy querida en la zona. "¿Cómo voy a irme yo de aquí?", nos dice.  

Este problema de vivienda se extiende no sólo por toda la Viña, sino también a otras zonas de la ciudad. En los Callejones de Cardoso existe un 23,47% de viviendas deshabitadas. La mayoría de estas fincas del centro requieren una gran inversión para que sean rehabilitadas. Y aunque las instituciones, como la Junta de Andalucía y el propio Ayuntamiento, firmen acuerdos de acción para su reutilización, lo cierto es que finalmente son particulares de fuera de la ciudad quienes invierten en Cádiz. ¿Cuál es el problema? Pues que las fincas, muchas veces, se arreglan para darles un uso turístico. La gentrificación también ha llegado a la localidad gaditana aunque de forma más sutil que en otros puntos del país. La finca de la calle República Dominicana tiene en la actualidad un propietario canario, cuya intención es la de vender los pisos que está reformando, aunque respetando a los inquilinos actuales.

"A mí me quisieron dar dinero para que me fuera, pero yo dije que no. Porque el dinero se gasta y al cabo de los años iba a ir yo a la calle"

"A mí me quisieron dar dinero para que me fuera, pero yo dije que no. Porque el dinero se gasta y al cabo de los años iba a ir yo a la calle, y yo no soy tonta". Juan, el jefe de obras, asegura que para ellos "hubiera sido más cómodo que se fuera a otro piso durante la obra, porque estamos trabajando asustados. Antes de hacer nada en los pisos superiores hemos tenido que apuntalar su casa por precaución. Yo no puedo consentir tener dos mujeres aquí abajo sin que esto esté asegurado". El equipo de operarios ha sido consecuente con la situación y ha trabajado en todo momento intentando garantizar la seguridad de Lola y su hija. "Vivir así es inhumano, en pleno siglo XXI que estamos", comenta otro vecino del barrio.

Y sí que cuesta vivir así, pero los tiempos que corren no dan ni un respiro. Y mucho menos en uno de los barrios más humildes de una de las ciudades con más paro del país. Porque aquí "no estamos en crisis ahora, es que nunca dejamos de estarlo". Las pensiones no suben, las ayudas disminuyen, los trabajos cada vez son más precarios y los precios no paran de inflarse. Así sigue luchando día tras día la gente en este rincón del sur, el que, casi por obligación, disfraza de alegría todas sus penas.

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Estefanía Escoriza

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