La defensa de Juan David R. C., que permanece en prisión provisional por la muerte de Lucas, el niño de cuatro años fallecido en Garrucha (Almería), ha solicitado este lunes al juzgado la práctica de nuevas pruebas científicas. Su tesis es clara: sostiene que no se trató de un asesinato, sino de un homicidio imprudente consecuencia de un “ritual de sanación fallido” que acabó de forma trágica.

La petición se recoge en un escrito de ampliación de diligencias de investigación presentado ante la Sección Civil y de Instrucción número 3 del Tribunal de Instancia de Vera (Almería). En él, los abogados Manuel Martínez Amate y Diego Ricardo Molinari, del despacho MCHM Abogados, cuestionan la interpretación inicial de la autopsia y plantean una posible “etiología ritual” para explicar las lesiones que provocaron la muerte del menor.

Según el documento, el “shock hipovolémico por desgarro hepático y politraumatismo abdominal”, causa del fallecimiento de Lucas, no tendría por qué derivarse únicamente de una paliza o de “golpes de ira”. La defensa argumenta, apoyándose en literatura forense internacional, que este tipo de lesiones —un estallido hepático sin fracturas externas masivas— es compatible con “maniobras de compresión mecánica rítmica o sostenida”. Prácticas que, según exponen, son propias de ciertos rituales de purificación o sanación no regulados, en los que “se ejerce presión extrema sobre el abdomen del menor para expulsar supuestos males”.

Agua bendita, hierbas, aceites...

Para reforzar esta línea de defensa, los letrados solicitan una ampliación del análisis toxicológico, aludiendo a que el atestado policial recoge referencias al uso de “agua bendita” y a la presencia de elementos espirituales en el entorno familiar horas antes de los hechos. En este sentido, piden que se busquen sustancias que no suelen detectarse en los análisis estándar, como alcaloides pirrolizidínicos, ácido aristolóquico o aceites esenciales tóxicos —pulegona, tujona o safrol— presentes en hierbas y brebajes de uso ritual, capaces de provocar necrosis hepática y hemorragias internas.

La defensa considera igualmente necesaria una “pericia de contexto antropológico” que permita determinar si el niño estaba siendo sometido a “terapias alternativas” por parte de sus cuidadores o de terceras personas, como “curanderos”, bajo la creencia errónea de aliviar dolencias físicas o espirituales. El objetivo, subrayan, es descartar la intención dolosa de matar y reconducir la calificación penal hacia un delito de homicidio imprudente.

En su escrito, los abogados establecen un paralelismo con un caso reciente ocurrido en la provincia, la muerte de un bebé en Almería el pasado mes de abril tras una circuncisión clandestina fallida, investigada como una imprudencia derivada de una práctica cultural. “El caso de Lucas debe analizarse bajo el mismo prisma: una praxis ritual peligrosa que termina en tragedia, pero que carece de la intención dolosa de matar”, concluyen.

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Pablo Fdez. Quintanilla

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