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Esta semana hacemos referencia a todos aquellos artistas clásicos españoles que en un momento determinado quisieron dar un salto al mercado internacional. ¿Quién sabe si como una evangelización encubierta o para capitalizar sus clases de idiomas? Son cientos los cantantes o conjuntos que de una forma u otra lograron colocar su particular intentona en los mercados extranjeros. Rompiendo de paso todas las reglas, si no en lo social, al menos en lo que a la gramática se refiere. Porque todos somos hijos de una misma patria: la de la música y el rock.

El artista español es un inconformista nato. Lo viene demostrando desde la década de los 50. Su ansiada internacionalización supera cualquier límite de excentricidad. Transgrede la multiculturalidad con el ritmo de una copla afrancesada. Y aunque algunas de esas composiciones "made in Spain” puedan rozar el bochorno, ¿quiénes somos nosotros para no sucumbir en la pista al ritmo latino de Las Ketchup? Forman parte de un conjunto de artistas que cantan más allá de nuestras fronteras con un denominador común, una adaptación jamás vista en cualquier grupo “British”. Difundimos nuestro mensaje en la lengua autóctona de turno. Nos esforzamos en chapurrear el idioma nativo con mayor o menor éxito. Porque el menú de la paella valenciana al medio día jamás se popularizó en lengua castellana.

Probablemente era un momento donde lo inglés y las ingles no conociesen distinción alguna. Hemos cantando en inglés, alemán, francés o japonés, entre otros, siendo el resultado por lo general bastante frustrante. Pero en ese don de lenguas que parece caracterizarnos se oculta una verdad como un templo: somos espectaculares vendedores de lo nuestro. Anquilosados en nuestro particular zoco, llamamos al capital en las lenguas de Babilonia. Y no nos ha ido mal del todo, aunque ello implique cierta parodia en la compraventa. Porque lo mismo vendemos las gambas de Huelva que el “Yo soy aquél” de Raphael. ¡Y qué más da que piensen que somos catetos, rurales e incluso medio analfabetos!

España es y ha sido muy friki. A principios de los 60 se decía “Spain is different”. Y pese a que en la actualidad, con toda la razón, se nos quiera tomar un poco en serio rehuyendo de estereotipos y viejas costumbres, seamos sinceros: ¿cuánta caja se hizo?  Seguro que más de lo que usted o yo podamos imaginarnos. Aunque claro, en esta tierra sin pan son los de siempre los que se la embolsaron. No piense mal, el artista a menudo no es más que un vehículo. Como la gamba, el arroz negro o la berza de cardillos. Escuche:

Empezamos con “Amor mío”, un tema del grandísimo Raphael. ¿Qué le parece? Una combinación prodigiosa de lenguas bajo la envoltura mediterránea parece eclosionar en la voz de este as de la canción. ¿Supone usted que Raphael sólo llegó a grabar una canción para el país nipón? En absoluto. Publicó todo un disco del que el tema aquí presentado no era más que el hit. Por cierto, el artista no se siente muy conforme con esta obra en general o el single en particular. Sin embargo, Raphael es muy demandando en el mercado japonés y su excursión por el país oriental no dejó indiferente a nadie. Su impresionante barítono fue un revulsivo. Aún se recuerda a los jóvenes japoneses coreando el “¡Raphael, Raphael!”. Recientemente, la revista 'Zaikai Niigata' dedicó un artículo muy interesante a uno de nuestros artistas más queridos internacionalmente.

Pero ahí no quedó todo. Su inmersión lingüística nos dejó algunas de las mayores joyas producidas por alguna banda nacional de cara al extranjero. Sus incursiones en la lengua alemana son mucho más numerosas de lo que pueda pensarse. De hecho, es bastante conocido en la generación de los 60 allá por los países germanoparlantes. “Halleluja” “Natascha” o la particular “Wie ein Bajazzo” son varios ejemplos de sus canciones bávaras.

Un artista que también ha cantado en inglés o francés con una inagotable fuente de hits de calidad menor o mayor, pero de una innegociable versatilidad y valentía que sólo el admirable Raphael podría llevar a cabo. 

Otros artistas también exacerbaron sus intereses internacionales. Detengámonos en el trabajo de otro de los grandes mitos de la canción española: Julio Iglesias. Una figura indispensable, el truhán de la trova nacional. Un impetuoso transatlántico cuya maquinaria supuso el primer desplante a la invasión anglosajona, con sus canciones soft a la española. Con ese punto fresco y moderado que tan buena acogida tuvo en la vieja nación. Un cantante para toda la familia.

Julio, como buen hombre de mundo, también llegó a grabar más de una canción en alguna  otra lengua extranjera y, con un éxito más comedido, también encontró su público, aquellos que le recuerdan con cierta sonrisa fraternal mientras chapurrean algún estribillo de nuestro ídolo. El cantante español más internacional y que más discos ha vendido también apostó por hacerse un hueco en el mercado alemán, convirtiéndose por algunas semanas en un número uno de la lista de éxitos del país.

¿Qué nos dicen de Serrat? El maestro. Nada podemos decir de él que usted no sepa. Un artista imprescindible en cualquier aproximación de la música moderna en España. Es posiblemente el cantautor con mayor éxito y empuje de nuestra historia. Y es que parecía pregonar a la generalidad desde su nombre de pila. Así, ha grabado más de una veintena de discos donde figuran trabajos tan interesantes como su famoso “La, la, la”. Todos conocemos su negativa a interpretarla en el festival de Eurovisión debido a la polémica que suscitó la añeja TVE al rehusar la petición del músico de cantar una parte del tema en catalán. Sin embargo parecen olvidar el conjunto de correrías idiomáticas que se le atribuyen al artista con esta canción en particular. Català, castellano, inglés, francés, italiano o portugués son ejemplos del dominio lingüístico del maestro.

Aunque no fue su única adaptación a la lengua anglosajona, sin duda fue el éxito que le dio a conocer por medio mundo. Hablamos del genial Miguel Ríos y su gran “A Song of Joy”. Conocida en nuestro país como el “El himno a la alegría”, incluida en el elepé Despierta (1970) y basada en la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven. En esta versión el artista granadino se atreve con el inglés con un resultado que conmovió a medio mundo.

Son mucho los ejemplos, también en la movida. Aquel movimiento de reivindicación de la identidad no podía escapar de la canción inglesa. Son muchos los temas españoles interpretados en otros idiomas por sus propias bandas. Alaska y Dinarama, Mecano e Incluso Barón Rojo quisieron encontrar su mercado internacional. Ellos, los abanderados de la vanguardia, no abandonaron las formas de sus predecesores. Tampoco ellos pudieron abandonar el zoco en busca de clientela… Es el ejemplo de la banda de Ana Torroja con su reinterpretación de "Me colé en una fiesta" bajo el título de "The Uninvited Guest".

Eso sí, con un acento inglés excelente para el nivel del patio. Tan bueno que dejamos de ser bizarros en nuestra tierra. Parece que dejamos el exotismo nacional de lado. Porque para ser trending topic ya no hace falta hablar inglés, se da por hecho. Hemos cambiado el abochornante producto nacional por el fértil campo de cultivo foráneo. Aunque eso implique cambiar todo por nada, o nada por todo. Parece que no se cumplen las reglas del mercado... God seiv de cuín!

Sobre el autor:

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Óscar Carrera y Carlos Domínguez Rico

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