La Crítica. La polifacética Melchora Ortega se destapa al fin dándose un homenaje fuera de lo común, con un nivel musical e interpretativo excelente, y con una propuesta escénica magnética y trepidante.

Performático, autoparódico, irreverente, fresco, trepidante, seductor… Poner etiquetas suele resultar útil para hacer ver y comprender al que no ha visto ni alcanza a entender. Pero, sin embargo, adjetivar suele ser un pobre y estéril ejercicio cuando de lo que se trata es de explicar algo fuera de lo común y excepcional. Y el espectáculo total de Melchora Ortega (Inmaculada Ortega en su DNI) y su combo flamenco sin duda lo es. Créanme si les digo que pocas veces uno asiste a un espectáculo en el Festival de Jerez tan atiborrado de talento y variedad, tan dinámico, ágil, serio y divertido a la vez, como el que propone su alter ego artístico llamado la Memole. Una autorreferencia que alude a aquella niña diminuta de una serie japonesa de animación que le fascinaba en su infancia y la cual era capaz de curar con sus lágrimas.

La cantaora-cantante-rumbera-showoman (y más allá) jerezana, que hasta hace no tanto permanecía semioculta como un diamante en bruto a la sombra de la voz de gigante de su marido, el cantaor David Lagos, no se corta en este Por los pelos al darse un profuso homenaje en el que, como rumbeara su admirada Lola Flores —a la que también rinde tributo aquí—, está como nunca. En realidad, toda esta reunión de intérpretes excepcionales están como siempre (excelentes) pero también, claro está, como nunca (sorprendentes en cada golpe y giro de libreto). Del primer al último integrante del elenco, conforman una amalgama vibrante de la que emana una energía positiva contagiosa. Un buen rollo que te hace salir de la Sala Paúl, donde este lunes podrá verse de nuevo —con las entradas otra vez agotadas—, cantando y bailando, con el regusto en la boca del último buen bocado y las cosquillas del enamoramiento. Un montaje magnético y cautivador a lo largo de la totalidad de una hora y pico de metraje que pasan en un chasquear de dedos. 

Y eso, pese a que la función comienza con el amargo Reírse de Bambino, donde Melchora modula su poderosa voz para ponerse a la altura de cualquier dama de la chanson y transmitirnos, afilada y penetrante, un poso de amargura que, súbitamente, nos conecta con un reverso disfrutón y multicolor. Ahí empieza un carrusel emocionante y cautivador que alcanza el clímax con el dueto coplero que Ortega y Lagos se marcan abrazados a la Limosna de amoresSumergido en una suerte de Cabaret Voltaire, con sus sillas vienesas y ese eterno humo de cigarrillo flotando espeso, entre lo dadá y lo posmoderno, el espectáculo nos transporta a una guarida libre e independiente donde lo flamenco convive con el jazz, donde los tangos de Triana se vuelven porteños, donde los tanguillos de Mariana Cornejo y el Neoclor (por boca de Lagos) contrastan con el cante silente y en blanco y negro, y donde el cuplé por bulerías choca con la afligida seguiriya de Melchora como si fuesen dos trenes de mercancías. Ahí sobresale el toque arrollador de Santiago Lara, tan compenetrado con la gran protagonista del show como el resto de los músicos que tejen una alucinada partitura musical repleta de detalles, heterogéneas sonoridades y buen gusto. 

La escena, comandada por Paco López, está construida con sencillez y descaro, y es tan efectiva que logra en todo momento trasmitirnos la atmósfera que marca el libreto diseñado también por el director de escena cordobés. Mención aparte merece la participación especial de Isabel Bayón, que se atreve con todo y todo lo baila y lo canta en un prodigioso estado de gracia, incluido el bolero Si tú supieras, uno de los momentos (entre tantísimos) más bellos de la noche. Con la sensualidad y sutileza que le caracterizan, la sevillana es una pieza esencial en este engranaje donde cada elemento es imprescindible y donde la suma del colectivo hace emerger a la figura de Melchora, o de la Memole, como si fuese una de aquellas vedettes que sobrevolaban los cabarés y las salas de varietés en brazos de fibrosos bailarines. Y entonces nosotros, boquiabiertos por el torbellino de colores al que acabamos de asistir, sentimos que todo lo que hemos visto, oído y sentido nos sana, nos alivia y nos da esperanza.

Melchora Ortega presenta a La Memole y su combo flamenco. Voz: Melchora Ortega. Baile: Isabel Bayón (colaboración especial). Voz: David Lagos (artista invitado). Piano: Alejandro Rojas Marcos. Vientos: Diego Villegas. Contrabajo: Antonio Corrales. Percusiones: Pedro Navarro. Coros y palmas: Rocío Soto y Fernando Galán. Guión, iluminación y dirección de escena: Francisco López. Coordinación musical y producción: David Lagos. Coordinación técnica: Pedro Serrano. Sonido: José Amosa. Vestuario: Erregiñe Arrotza. Lugar: Sala Paúl. Fecha: 26 de febrero. Hora: 24:00 horas. Aforo: Lleno.

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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