“Nunca he sido amante del riesgo”. Lo dice un especialista de cine que le terminó cogiendo el gustillo a eso de saltar desde las alturas o quemarse a lo bonzo. Cuando era pequeño, Borja Ruano Toro, jerezano criado en la plaza Plateros, agarraba un palo y se metía en la piel de Aragorn de El Señor de los Anillos. Se imaginaba con una espada en la mano desmembrando a orcos. 28 años después ha cumplido el sueño de aquel niño que “siempre estaba disfrazado, inventando historias y jugando con muñecos”.
Al joven se le veía el plumero. “Me sabía los diálogos de las películas de memoria y los repetía como un papagallo”, confiesa a lavozdelsur.es. Algo se despertó en él desde pequeño que le guió por los caminos de la industria audiovisual.
En sexto de Primaria fue su primera experiencia en el mundo de la interpretación. Le tocaba encarnar a El Principito, pero cuando ya estaba llegando al final, “me quedé en blanco y lo pasé fatal”. Cuando terminó, lloró en lo brazos de su madre a la que le dijo con rotundidad: “A mí no me gusta esto, yo no quiero actuar nunca más”.
Quién le iba a decir que, a los meses, motivado por el profesor que le eligió para la obra de Antoine de Saint-Exupéry, entraría en el Teatro Estudio de Jerez con Alberto Pujol. “Desde entonces, no paré”, dice el jerezano, que tras cumplir con Selectividad hizo las pruebas para la Escuela Superior de Arte Dramático de Sevilla (ESAD)
Fue allí donde descubrió en qué consistía ser un stuntman gracias a Joaquín Ortega, director de la escuela de especialistas de cine Noidentity reconocido por hacer conducciones temerarias en películas como Fast and Furious y jurado en los Premios Taurus.
A Borja le encantó este sector y se aventuró a aprender a dar vida a las escenas más peligrosas. Después, se formó en el Estudio Juan Carlos Corazza en Madrid, del que han salido actores como Manuela Velasco o Javier Bardem. “Cuando estás a seis metros de altura y tienes que saltar a una plataforma con cajas de cartón, aunque sepas que no corres ningún peligro, la mente te traiciona y te dice que no te tires, hay que superar esa barrera del miedo”, expresa.
En los últimos años ha trabajado en distintas series de televisión y películas, algunas de temática medieval. Borja conoce los trucos de las peleas callejeras, aprendió a montar caballo y a practicar esgrima. “Tienes que saber hacer un poco de todo, hasta estrellar un coche contra un árbol”, sostiene Borja, que realizó su primera escena como especialista en la serie Amar es para siempre.
“Tenía que darle una paliza a un personaje, hacía de matón, y también tirarme de un caballo al trote, al galope y al paso”, explica el experto en caídas que también ha doblado al actor Manolo Caro en la película Intemperie dirigida por Benito Zambrano.
"Tienes que saber hacer un poco de todo"
Además de ser Eugenio en La Maniobra de la Tortuga, de Juan Miguel del Castillo, ha demostrado sus habilidades en la serie Glow and darkness, dirigida y producida por José Luis Moreno, y en Amor de madre, de Paco Caballero. Pero en su mente hay una escena que nunca olvidará. “La más peligrosa fue en Marruecos, había una atalaya de 12 metros ardiendo y tenía que esperar a que se cayera la torre y, en el ultimo momento, correr y saltar, antes de que se me cayera encima”, detalla.
Según cuenta, esa es la vez que “más fuerte he sentido la adrenalina”. Para él, “es una oportunidad de sentirte vivo que en la vida real no la tienes”. Borja es consciente de que en su profesión, cualquier despiste puede salir caro, por ello, destaca que lo más importante es la seguridad.
“Si tienes que hacer una caída hay que revisar el arnés veinte veces antes de hacerla”, comenta el actor, que tiene muy claro que no siempre todo va viento en popa ya que “hay accidentes, son gajes del oficio y al final al hacer este tipo de escenas sabes que te expones a eso, un puñetazo mal dado te puede poner el ojo morado”.
"Actuar es meditación"
De momento, él no ha sufrido ningún accidente en este mundo en el que para sobrevivir es necesario prepararse a conciencia. “Yo diría que es como un deporte de élite, hace falta mucho entrenamiento no solo físico sino también mental, el umbral del dolor y del miedo hay que entrenarlo”, expone.
Adentrarse en este sector lo considera un complemento a su favor. “Creo que me ha ayudado mucho a ser mejor actor, para interpretar hace falta estar en el cuerpo y no pensar. Para mí actuar es una especie de meditación”, añade el jerezano que pertenece a un gremio cada vez más extendido pero, no por ello, más reconocido.
Los especialistas de cine siempre han sido los grandes olvidados en los Goya y, pese a que sin ellos, muchas películas no saldrían adelante, siguen siendo los sin rostro de este evento que se celebra este sábado en Sevilla. “Creo que es un mundo desconocido dentro de la industria y en España está desvalorizado. Aquí no se le da tanta importancia como en Estados Unidos, donde está super bien visto. Es necesario darle más visibilidad en galas de premios”, opina.
Dan la cara cuando hay riesgo, pero sus caras no cuentan. Sus nombres no trascienden más allá de los créditos pese a que, “en muchas ocasiones el especialista de cine está mejor pagado que el actor, es lógico, nos jugamos el pellejo, normalmente nos pagan el plus de peligrosidad y cobramos mas”.
Sin embargo, no es fácil conseguir un contrato y la falta de oportunidades es latente. Según la fundación AISGE, solo el 8% de los actores españoles vive de su profesión. “Ahora mismo estoy en muy mala racha, de parón, pero esto es así, muy complicado”, suspira Borja que, para esquivar las adversidades, busca otras opciones no solo delante de la cámara sino también detrás.
“Mi maestro Corazza decía que en momentos de parón hay que nutrirse, estar siempre activo en el ámbito creativo, hay que reinventarse constantemente”, comparte el actor, que ha dirigido su primer cortometraje, Nosotros, Dinosaurios, basado en un poema de Charles Bukowski y desea montar su propia productora.
Inquieto por naturaleza, Borja escribe poesía desde los 14 años y siempre está leyendo libros o viendo películas. Ganas de lograr su hueco en la industria no le faltan. “Estamos viviendo una época en la que el se está olvidando un poco que el cine no es un video de Tik Tok, no es un reel, es algo más, tiene que servir para lo que sirvieron las pinturas rupestres de Atapuerca, transportarte a otro mundo”, reflexiona el especialista.
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