Un adiós con voces jerezanas, ritmos cubanos y sin despedirse del abrigo

Macaco en el concierto del Primavera Trompetera Festival 2017. FOTO: MANU GARCÍA.
Macaco en el concierto del Primavera Trompetera Festival 2017. FOTO: MANU GARCÍA.

El festival se levanta con la energía de La Raíz. El grupo valenciano golpea con fuerza y el público corea cada letra que pronuncian sus cuatro cantantes. “Ay, La Raíz, yo quiero…”, le dice una joven a su grupo para que se acerquen cuanto antes al escenario Alegría. Muchos corren para no perdérselo. La gente aplaude, salta, no cabe nadie. Algunos ondean la bandera republicana, otros la valenciana. Flotadores por el aire, una pelota de playa que viaja entre la marabunta que sigue el ritmo de trompeta de la banda. “La luna se queda borracha y callejera”. Fanfarria. El público se vuelve loco y cerca de 30 personas se suben a hombros y se desgañitan. Lo dan todo. “¡Son brutales!”, se escucha, y poco a poco se va cerrando el día.

Mientras La Raíz canta, algunas personas aguardan justo al lado, en el escenario Primavera, para escuchar al rapero Kase.O. Marta Velázquez, lebrijana de 18 años, es una de ellas. Es la segunda vez que acude al Trompetera, y en esta edición viene a escuchar a Nach, Orishas, Gordo Master… “El festival es genial y está superando al del año pasado sin duda”. Confiesa que le gusta el rapero aragonés por sus letras, por lo que le transmiten. “Es que puedo estar fatal, que escucho una canción suya y veo el mundo de otra manera”. Si una cosa abunda en el Primavera Trompetera Festival son letras llenas de verdad y esencia que mueven a personas de cualquier punto de la geografía española. El rap está servido en la noche del 1 de abril con Kase.O y la jerezana la Mala Rodríguez.

“¿Sabes lo qué pasó? Que desperté y ahora no quiero dormirme”, reitera una y otra vez La Raíz. Una de las personas de la primera fila, que se emociona y que consigue una de las púas que lanza la banda al público una vez que terminan, es un pequeño de once años. Alejandro viene desde El Puerto y le acompaña su familia. Cuenta que su tío, David Conde, fue quien le mostró al grupo, hace apenas un año y medio. “Me gustan las letras”. ¿De qué hablan? “De revolución”. Su madre comenta que en un examen de Lengua, en el que tenía que hablar de la música, escribió sobre La Raíz y sus versos reivindicativos. Horas más tarde, en el mismo lugar, aparece una familia bastante parecida, pero que vive enamorada de Macaco.

El sol ofrece sus últimos rayos y prácticamente se esconde cuando La Raiz acaba de tocar. Cuando la banda valenciana se marcha, muchos son los que se van al suelo. Juan Bermúdez, originario de Talavera de la Reina, de 26 años, y su amigo Alberto Fuentes, de Ciudad Real, están cansados. No han parado de dar botes durante el concierto de La Raíz y dicen que llevan 50 horas despiertos. Ambos suelen ir juntos a muchos festivales, junto a otros amigos. “Llevamos 14 horas bebiendo”, dice uno de ellos mientras hace la cuenta con la yema de los dedos. “Todo el día bebiendo”, espeta otro. Se preparan los cubatas fuera, en el camping o en el recinto que se encuentra justo antes de la entrada al Circuito de Jerez. La gente se dispersa. Algunos se quedan a esperar a Miguel Caamaño y otros se desplazan al escenario Libertad, donde canta Miguel Campello. Vanesa Aragón, Daniel del Río y su pequeño Mateo de siete meses no faltan a la cita. Se encuentran en primera fila y esta vez es ella quien carga con el bebé. Mientras Campello canta su Agua, pan, amor y vino, ella abraza a su pequeño, le tapa los oídos y le besa la cabeza. Mateo ni se inmuta, de nuevo tiene los ojos bien abiertos, la música ya es parte de él. Mientras el chatarrero canta, sus padres se funden en besos. Una estampa única. Campello golpea con fuerza su tambor y cuando acaba con la primera canción, saca una botella de vino, probablemente jerez, y le da un buche largo.

Cuando el madrileño acaba con su repertorio, la gente sale en tromba hacia el escenario Alegría. Los monkeys esperan ansiosos a The Real Monkey. Pero minutos antes, en Jerez es Música, un joven grupo madrileño actúa con potencia y conforma su pequeña pista de baile en el que se encuentran Andrea Torriglia, de 22 años y María Pérez, de 23. Ambas, que bailan a su rollo sin parar de mover las caderas, conocen al grupo Club del Río porque son conocidos en la capital, de donde ellas vienen. Y ahí siguen, danzando, haciendo ondas con los brazos, mientras la gente se va apretando en la otra punta del festival para escuchar a Macaco.

Mucho interés, mucha ilusión entre el público para disfrutar del concierto del barcelonés, y no es para menos, ya que se dejó la piel en el escenario. “Nos enterraron, pero se olvidaron que somos semillas”, comienza a cantar. Se quita la camisa y deja desnudos sus brazos. “¡Guapo, te quiero!”, vocifera una niña pequeña de once años desde la primera fila. El frío y la humedad se acentúan. La rasca se siente y algunos tiritan, al cantante le es indiferente. Macaco, con sus gestos habituales, se mueve con orgullo y personalidad. “¿Estamos preparados, Jerez? Quiero dedicar esta canción a la gente que lucha por una sanidad pública y digna para todos”, dice antes de cantar su tema Seguiremos. “Si dicen dormidos, mejor soñando”, reitera una y otra vez. Pero la canción que mueve a todos es Love. Nadie calla, todos corean el estribillo. “Love, is the only way”. Público, sanitarios, cámaras e incluso agentes de seguridad, no pueden remediar seguir a Macaco.

Es tanto el subidón de todos, que de un momento a otro salta espontáneamente del escenario para subirse al antiavalanchas. Alza el brazo y pide que Jerez ruja. “¿Dónde está ese ruido?”. “¿Vamos a votar o qué?”. Macaco habla de luchar por la madre tierra, la pachamama. “Contra las semillas transgénicas, contra Monsanto. No al TTIP”. Reivindicativo como siempre, le dedica una canción a “la hipocresía de nuestros políticos”. Hasta se permite improvisar unas letras con el público con las que declara que quiere que El Canijo de Jerez sea presidente. Y finaliza su concierto con La mano levantá. “¡No te vayas!”, grita la pequeña que no ha parado de echarle piropos. Ella se llama María, y viene con las mujeres de su familia. “Venimos a ver a Chambao y a Macaco”, incide Angelita Jenia, chilena de 40 años que reside en Madrid. María, ¿estás enamorada de Macaco? La niña asiente tímidamente. Desde atrás sale chillando una cordobesa. Quiere conocer al cantante y confiesa que solo ha venido al festival a verle a él. “Me llaman la Macaca”.

Estricnina irrumpe como un veneno. El nuevo grupo formado por el Canijo de Jerez y Juanito Makandé aparecen justo después de que el barcelonés anuncie su voto al Canijo si este se presenta a la presidencia del Gobierno. La expectación del festival por escuchar la letra que le da nombre —“la primavera trompetera ya llegó, yo me despido del abrigo…”—, se quedó en saco roto. La gente corea la letra esperando a que el jerezano se arranque de una vez, pero el momento no llega. En cambio aparecen artistas invitados, como Vinila von Bismark, Diego Pozo y Diego Carrasco. “Y me pongo tierno”. O por qué no, cantan también una de Extremoduro. “Salir, beber, el rollo de siempre…”. “¡Lo estamos pasando de puta madre familia!”, vocifera El Canijo de Jerez. Mientras, se escucha una marcha de Semana Santa desde el escenario Libertad donde canta el grupo sevillano Narco.

Las mezclas del Trompetera son pura magia. Difícil describir qué ocurre en cada momento, qué siente cada uno en todos los recovecos de un macro festival. A medida que avanza la noche más y más gente entra en el Circuito. Algunos vienen cenados, bebidos, o con unos cuantos cigarros liados. Ahora toca un poco de rock andaluz con Gas Drummers, letras ácidas de la Mala Rodríguez y el ritmo cubano de Orishas. El Primavera Trompetera consigue que la música y la fiesta sean las protagonistas de Jerez durante dos intensas jornadas.

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Claudia González Romero

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