Todos hemos hecho teatro, quizás porque todo es teatro. Decía el sociólogo Erving Goffman que representamos papeles, roles, cada día, en cada momento, de forma consciente e inconsciente. A lo mejor es sólo una metáfora, claro, la vida como un gran teatro, pero parece que funciona. Nos asignan roles y nosotros los asumimos. Así construimos nuestra personalidad poliédrica. En la interacción social de la vida cotidiana hacemos de padres, hijos, amigos, jefes… Y uno de esos personajes es el de mujer… De ahí que el teatro pueda servir para tomar conciencia de esos papeles y poder cambiarlos. Ser consciente del rol que nos atribuyen es el primer paso para desmontarlo.

José García Oliva, buen conocedor de las publicaciones dirigidas a los jóvenes, colaborador de la revista Babar y del Diario de Jerez, dice que estamos ante un libro necesario. Aunque la poesía y el teatro son los hermanos pobres de la edición para jóvenes, sí que hay una relevante producción teatral en el mercado editorial. El problema es que no se entiende como un género adecuado para leerlo en el aula, en los colegios e institutos. No hay costumbre de comprar textos completos. Lo interesante sería adquirir un lote de libros de teatro para leer en voz alta, cada uno un personaje. Porque leer teatro es algo diferente, más enriquecedor. Y tiene sentido escribir teatro, añade.

Como cualquier otro texto, el teatro no es inocente, arrastra una visión del mundo. Aunque la obra sea de animalitos, dice José García Oliva, a poco que se rasque, siempre hay una ideología. No hay cuentos inocentes. Detrás de cualquier historia, de cualquier personaje, hay una forma de ver la sociedad, unos valores, lo que nos corresponde hacer a cada uno según lo establecido. Las obras de Elisa tampoco son inocentes. Y José nos subraya un riesgo: que este teatro se convierta en un panfleto, dado el título, Trilogía coeducativa. Un peligro que Elisa ha esquivado, porque sabe contar, tiene oficio y maneja muy bien las palabras. Las acotaciones son un ejemplo de su forma de envolvernos, de atraparnos. No se limitan a transmitirnos información. El libro consta de tres obras. En la primera, Blancanieves despierta de verdad. En la segunda, hay una mujer pirata, al mismo nivel que los chicos, cosa rara en la literatura, dice José García Oliva. Y la tercera es un homenaje a las maestras y su papel en la sociedad. Son obras que se han puesto en escena. Son representables, teatro negro. Se trata de un libro no sólo importante para la educación, sino también para la coeducación. Por lo que puede ser un vehículo de reivindicación, concluyó José García Oliva.

A continuación intervino Elena Simón, teórica feminista, profesora de instituto durante muchos años y fundadora del feminario de Alicante, autora de los libros Democracia vital e Hijas de la igualdad, herederas de injusticias. Elisa se basó en esta autora para crear el feminario en el IES Santa Isabel de Hungría, que consistía en una representación en la que hablaban mujeres en primera persona, mujeres importantes, pero a veces olvidadas. Para Elena Simón, es fundamental subvertir todo, incluso los verbos. Habla, por ejemplo, de sentipensar. Ya que hasta ahora se ha dicho que pensar era de hombres y sentir de mujeres. Así alteramos estas imposiciones. Esta obra de Elisa, precisamente, quiere trastocar los viejos esquemas, señala Elena.

En las narraciones tradicionales, las mujeres siempre aparecen como secundarias, a la sombra de los varones. Pero la literatura también puede ayudar a liberarnos de estos tópicos. Nos permite viajar a otros mundos, donde las mujeres sean libres, autónomas, dice Elena. La mujer es creadora, no sólo criadora. La literatura tradicional te decía dónde debías permanecer: donde habías nacido, en tu clase, en tu género. Y de ahí no te podías salir. La escritura de Elisa tiene un sentido “sórico”, en paralelo con lo “fraternal”. Las mujeres pueden ser hermanas, iguales, que es lo que significa esa palabra. Es una escritura que reivindica lo humano. Porque al hablar de mujeres, reivindica lo humano. Hay que luchar contra la gramática y contra los modelos establecidos, enfatiza Elena. En los textos, Elisa nos da ideas para cambiar estos prejuicios. Abre la caja negra del olvido en el que han caído muchas mujeres. Porque hubo muchas en el ámbito del saber y del hacer. Por eso hay que dar la vuelta a los cuentos tradicionales. Hay que cambiar la mirada. Esos cuentos eran machistas, clasistas y racistas, como la sociedad de la que brotaban.

Ahora necesitamos otros relatos, textos que ayuden a que nos veamos como iguales, como personas que aspiren a ser lo que deseen, a pesar de los clichés. Se trata de construir un proyecto de vida libre, con quien quieras, pero siempre libre, insiste Elena Simón. Las protagonistas de estas obras nos hacen reflexionar sobre la libertad, sobre el derecho a elegir su forma de vivir, sin tener que terminar atrapadas por los falsos dilemas de la sociedad machista. Blancanieves se rebela contra un rol preestablecido. La pirata quiere ser valiosa por sí misma. Y las maestras, las científicas, de la última obra, nos recuerdan que hubo infinitas mujeres sabias, olvidadas, y que deben ser reconocidas.

Por último, habló la autora, Elisa Constanza, Doctora en Filología Hispánica. Esta es su tercera publicación sobre teatro. Es profesora, creadora, investigadora y directora del grupo de teatro La Birlocha, que en Murcia significa cometa. Ha obtenido el Premio de poesía Paz Pasamar y el Premio Ciudad de Jerez de Coeducación. También ha publicado poesía, Caballito de mar, beso o espuma, y su tesis doctoral, sobre la canción amorosa en el pop y en el rock. Trilogía coeducativa recoge el trabajo de varios años dedicados a la enseñanza y al teatro. Todo empezó como una forma de colaborar con el colegio, con profesores y padres. Así nació el grupo de teatro La Birlocha. Elisa reconoció la influencia de Elena Simón. Gracias a esta pensadora, se puso las gafas violetas, para construir, junto con Silvia Valero, el feminario del IES Santa Isabel de Hungría.

Con La Birlocha formaron un grupo en el que cada uno aportaba lo que sabía. Se interesaron por el teatro negro, que surge en China y vuelve a nacer en el siglo XX en Praga, un teatro en el que son importantes tanto las actrices como los objetos. Mediante poleas y artificios, las cosas y las personas se mueven al compás de la música. Es un espectáculo de magia donde todo cobra vida y significado. Elisa viajó a Praga para conocer esta técnica. En aquellos tiempos, acababa de caer el Muro de Berlín, todo era secreto… Menos mal que llegó internet y facilitó todo.

Elisa escribe, enseña y trabaja para que las mujeres y hombres vivan en igualdad. Y para ello el teatro, como el de Valle Inclán, es un buen medio para conseguirlo, un espectáculo total donde todo es posible. Ése es su teatro, el de Elisa y el de Valle. Y son obras que han surgido a la carta, con la experiencia de la escena y con los actores que han ido formando el grupo a lo largo de tantos años. Al principio las obras eran un mero complemento del currículum. Con el tiempo, Elisa se dio cuenta de que en el colegio de su hija cabía una propuesta de teatro feminista, sin más. Comenzó a escribir obras contra los tópicos machistas, obras para construir un mundo donde chicos y chicas vivan como personas. En los textos, las historias tradicionales son contadas al revés, o mejor, son reconstruidas desde una óptica igualitaria. Llega un momento en el que el príncipe se da cuenta de que ese no es su cuento, algo no va bien.

Para finalizar, el grupo de teatro nos representó una escena de cada una de las piezas recogidas en el libro: un príncipe descolocado, unas brujas atrevidas, unas piratas muy entendidas en navegación y una niña que quiere estudiar, ser maestra, sabia y libre, diga lo que diga el cura…

Sobre el autor:

juan carlos gonzalez

Juan Carlos González

Filósofo

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