Los ciudadanos tenemos también obligaciones en el ámbito cultural. Una de ellas consiste en no olvidar a nuestros artistas, sobre todo a esos que han destacado por una trayectoria vital comprometida con su obra. Cuando desaparece un creador, los que le rodean tienen que saber reaccionar a tiempo y emprender la noble tarea de evitar la erosión del olvido y la desidia. Juan Luis Sánchez Villanueva ha cumplido con su deber y ha elaborado algo más que un catálogo, algo más que un libro, nada más y nada menos que una vida dedicada al arte reconstruida por el “viejo”. En la presentación de la obra, Juan Luis estuvo acompañado por el profesor Francisco Antonio García Romero y por Mercedes Romero, esposa de Manolo Prieto.
Francisco Antonio nos habló de Juan Luis, “este filósofo”, al que conoció a principios de los noventa cuando llegó al instituto Santa Isabel de Hungría “con cartabón y compás a cuestas”. Resaltó su capacidad para abarcar tantas actividades: maestro, profesor, doctor, congresos, conferencias, artículos, libros, tesis, rutas didácticas por Jerez,... Juan Luis encuentra tiempo para todo, nos dijo, porque tiene la virtud de no desperdiciarlo. “No es que tengamos poco tiempo, es que hemos perdido mucho”, citó a Séneca. Juan Luis es un verdadero maestro, magister. Y tiene el conocimiento y la autoridad del que sabe. Ha escrito sobre símbolos, iconografía, educación en Jerez, igualdad, el Colegio de abogados… Francisco recordó alguna de las inscripciones de las esferas de los antiguos relojes: “Para los amigos cualquier hora es buena”.
Editar este libro no ha sido una tarea fácil, remarcó Francisco Antonio, pues Manolo Prieto se movió por diferentes campos artísticos y había mucho material. Tras varios meses de trabajo y la incansable colaboración de Mercedes Romero, viuda de Manolo Prieto, Juan Luis preparó el pasado verano una exposición en los Claustros de Santo Domingo. Ahora “nos presenta en este catálogo a un Manolo rico y pleno de arte, desde múltiples visiones cronológicas y variadas facetas artísticas. Desde el aprendiz al artista con sus propios talleres. Desde el insoslayable papel de docente al papel de pintor y escultor imaginero. Desde lo clásico a las vanguardias. Desde la gubia o el pincel a sus escritos y pensamientos, que calificaríamos de senecanos, por sabios y filosóficos. Desde sus obras a sus amigos”. Hace muchos años que Juan Luis tenía en mente esta obra pero la modestia de Manolo posponía la tarea. Este libro es la visión que tiene Juan Luis, “el viejo”, de Manolo, aquel niño que siempre fue. Francisco Antonio leyó unas palabras de Domingo Martínez sobre la figura de Sacry, del prólogo “Arte, oficio y sacrificio”: “En el plano profesional, se trataba de un inconformista infatigable, de un buscador nato de soluciones plásticas, de un continuo experimentador como señalan cuantos trataron con el maestro, como discípulos o compañeros de profesión. A nivel personal, recuerdo emotivamente su afán conversador y la empatía de su discurso. Escultor, dibujante y pintor, maestro en su oficio, artista en su escuela, eterno en su profesión”.
Juan Luis Sánchez Villanueva nos explicó muy bien el trabajo que ha realizado. Manolo Prieto dominaba la pintura la escultura, la música, la fotografía… Fue un hombre del Renacimiento. En su momento no se pudo hacer el catálogo, aclaró: “ahora queríamos hacer un libro de unas cien páginas, pero Mercedes apostó por algo más, porque su marido se lo merecía. Y se fue añadiendo material….” Juan Luis dio las gracias a todos los que han colaborado en la edición del libro, que son muchos. Destacó a Alejandra Angulo Torralba y Lauren López, que se han dedicado a la maquetación de la obra. El libro va a ser un referente en la edición de catálogos, resaltó Juan Luis. “El resultado ha sido una pieza única”.
Nos explicó el título. Manolo hizo de monaguillo, de ahí lo de “Sacry”. A Manolo le encantaban los niños. No sólo conversaba con ellos, sino que también los pintaba. Y lo de “viejo” se refiere al apodo que Manolo puso a Juan Luis, cuando acudía a su taller, con diez años. Manolo tendría entonces unos veinte. Juan Luis mostró imágenes de ese taller, de ese barrio de su niñez. El taller era un imán para esos niños. Muchos de ellos formaban parte del coro de la escolanía de San Mateo que dirigía Manolo. Cuando alguien acudía a su taller, “Sacry” paraba el trabajo y hablaba con el visitante. Así lo apuntaba en sus diarios de trabajo.
Esto no es una biografía, aclaró Juan Luis. Es la visión de Juan Luis sobre Manolo. Se trata de un perspectiva, evidentemente muy personal. Es un libro basado en el corazón y en documentos. Alejandra y Lauren han tenido que maquetar 558 fotografías, 98 dibujos fotografiados, 142 pinturas, 67 esculturas, fotografías de 12 documentos, 64 fotografías donde aparecen personas, en total unas 307 obras. Y no hemos contado con las que están en casas de amigos y clientes, dijo Juan Luis. Se trata de una obra bastante amplia y muy interesante. El libro está dividido en etapas, de aprendiz, escultor… Mostró imágenes de sus diferentes talleres. Un capítulo está dedicado a su admiración de los clásicos, de los maestros: su viaje a Italia, las reproducciones… Vimos fotografías de sus últimos trabajos, inacabados. Recordó la etapa de docente de Manolo Prieto en la Escuela de Artes, en el convento de la Victoria, donde Juan Luis estuvo cuatro años aprendiendo. Curiosamente Manolo Prieto no le dio clase en la Escuela de Artes, pero lo tuvo de profesor particular en su taller.
Manolo Prieto estuvo asociado con Francisco Pinto. Nos mostró documentos que atestiguan esa colaboración, de 1965 a 1982. Cuando Manolo aprueba las oposiciones, se dedica a pintar, sin encargos. Como escultor, “Sacry” abordó la imaginería barroca, repleta de teatralidad, donde destacó, pero también el arte minimalista, más contemporáneo. Vimos cómo trabaja un imaginero, ya que Manolo hizo fotografías de todo el proceso, algo muy útil para los estudiantes. Además tiene un cuaderno donde cuenta el día a día de su trabajo. Han aparecido láminas abstractas sobre el arte del toreo. Trabajó también en Proyectos Gráficos Mamelón. Lo que más le gustaba era el dibujo. Nos recuerda a Ingres. Y también hay dibujos con fondo social, influidos quizás por sus lecturas sobre temas sociales y económicos.


