La literatura es “un oficio casi divino, ya que es la actividad humana que más se parece a la creación de Dios”, explicó Jesús Rodríguez en la introducción. Porque escribir es “ensayar un milagro menor”: crear personajes de ficción capaces de provocar en el lector sentimientos de personas reales. Obsesionados con la idea de escribir un libro perfecto, los grandes escritores del pasado elegían temas sublimes, grandes hazañas, guerras… La excesiva repetición de los temas provocó el desplazamiento del péndulo hacia el lado opuesto: los escritores comenzaron a hablar de temas poco trascendentes, desembocando en la extravagancia y lo estrambótico.
“El tiempo que llevamos dentro es nuestra memoria, espejo prodigioso en el que se reflejan nuestros ausentes”. Según Jesús Rodríguez, este es el tema del libro de Pepa Caro, publicado por Ediciones En Huida. “Se trata de un relato escrito a modo de crónica, pero no porque se desarrolle en la Edad Media, sino porque sigue un orden temporal en el relato de los sucesos que recoge.” No está escrito por un testigo ocular, aunque en ocasiones lo parezca, debido al carácter “detallado y prolijo de lo descrito”, como si la escritora hubiese estado allí. “Se trata de un testigo que refleja la vida y los modos de aquel tiempo, y cuenta los avatares de la saga familiar que forjaron Ruy Gutiérrez de Palacio, alférez mayor de la villa de Arcos, y Brianda de Magaza”. En el libro se van sucediendo historias de hasta tres generaciones de descendientes de ese matrimonio. Para Jesús Rodríguez, la originalidad del texto se encuentra en que “a pesar de discurrir en un tiempo en el que lo más importante eran las grandes gestas guerreras, Pepa Caro se detiene en los afanes de las esposas, hijas, nietas, criadas y esclavas”.
Pepa Caro acompañada por Francisco Camas y Jesús Rodríguez. FOTO: MANU GARCÍA
A lo largo de las historias de esas personas van surgiendo todos los sentimientos humanos: la alegría, la desdicha, la cólera, la bondad, la maldad, los celos, la cobardía, el odio, la humildad, la pasión, el orgullo, el perdón… Más que paisajes físicos, nos describe los sentimientos y pasiones de las protagonistas. Jesús destacó la relación entre doña Catalina y doña Inés, abadesa del convento de San Juan de Letrán. Frente a la fría relación, “de profundo desapego”, que mantuvo con su marido, debido a un matrimonio de conveniencia, Catalina establece una comunicación íntima con doña Inés. La condición de poeta de Pepa Caro sale a la luz cuando nos describe el deseo carnal: “una lluvia de jazmines desprendidos iba posándose en su regazo”. En el relato no aparece de forma explícita hasta dónde llegan esos sentimientos. En cuanto al estilo, Jesús resaltó el carácter poético de la prosa de Pepa Caro.
“En El tiempo que llevamos dentro quería hablar de la gente sin historia, esa gente que soporta todos los cambios que experimenta la humanidad”, aclaró Pepa Caro. Son los más humildes, los peones, los que son solo cifras en las guerras… “Son los invisibles, cubiertos por la niebla de la historia”. Y quería hablar de ellos en el siglo XIV. Su pasión por la historia la llevó a situar el relato en la Edad Media. Para escribir el libro, le han sido de gran utilidad las investigaciones sobre la historia de las mujeres, sobre la vida cotidiana, que se están llevando a cabo en la universidad. Ha necesitado consultar documentos de la época para conocer cómo se vivía en el siglo XIV. Por ejemplo, para saber cómo era un ajuar, cómo era un compromiso de boda, donde se aportaba la dote… Pepa Caro ha podido describir qué tipo de enseres había en los hogares, lo que le ha permitido reconstruir el ambiente doméstico.
Portada del libro "El tiempo que llevamos dentro". FOTO: MANU GARCÍA
Aunque se ha documentado, con estudios históricos y obras literarias, Pepa Caro no se ha sentido capaz de introducir diálogos del siglo XIV. Por respeto y prudencia, “dejé los diálogos al margen”. “Ha sido uno de los libros con el que más libre me he sentido, ya que no se trata de mí, sino de cosas que yo sé y he ido colocando en los relatos”. Los apellidos que aparecen son de aquí, de Arcos, Bornos, Jerez… Recurre al marco histórico y social de su zona (antes de la llegada del señorío de Ponce de León), que conoce bastante bien, pero los personajes son ficticios, inventados. “Hay un hilo conductor en el libro… Los relatos se van encadenando, y voy realizando algunos estudios de personajes a la vez que voy contando historias”.
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