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#CINE 'La cumbre escarlata', una de miedo de la mano de Guillermo del Toro.

La cumbre escarlata (Crimson Peak, Estados Unidos, 2015). Director: Guillermo del Toro; Guión: Guillermo del Toro, Matthew Robbins; Reparto: Mia Wasikowska, Jessica Chastain, Tom Hiddleston, Charlie Hunnam, Doug Jones, Jim Beaver; Música: Fernando Velázquez; Fotografía: Dan Laustsen

El cine de terror en sus distintas vertientes nació con la propia industria del cinematógrafo. Junto a la caseta de la Mujer Barbuda o la Casa del Terror, los espectadores de pie contemplaban sobrecogidos imágenes proyectadas sobre una sábana en una barraca de feria. El cine mudo y el expresionismo alemán de entreguerras mostraron con frecuencia los terrores del inconsciente, lo monstruoso o la crónica de sucesos.

La cumbre escarlata (Crimson Peak) es la enésima proyección de esa fantasmagoría elaborada por el espíritu romántico – Poe, Shelley, Stoker- y puesta al servicio de la sensibilidad moderna.

Guillermo del Toro (México, 1964) ha dedicado gran parte de su carrera como cineasta, escritor y creador de historia gráfica a revisitar los tópicos del género de terror y fantástico, siempre tratando de incorporar aspectos novedosos de la cultura popular del nuevo milenio. Sus lecturas infantiles y adolescentes de revistas gráficas de terror y el imaginario del cómic en general están en la base de su cine.

La cumbre escarlata muestra muchos de los elementos fundamentales del género, la casa encantada, el espectro, la morbidez y lo siniestro, como escenario para una historia gótica deudora de los relatos de Poe sobre la degradación de la casa o linaje familiar. Es una historia de terror que incorpora elementos de la crónica de sucesos, del thriller pasional y del romance gótico.

La puesta en escena, ambientación, recreación de época, vestuario, efectos especiales, la mecánica y dosificación del sobresalto, en resumen, el envoltorio de la historia es brillante. La historia en sí no es demasiado original pero sí contiene elementos que resultan atractivos para el espectador hoy, sobre todo el papel activo, dominante de las mujeres protagonistas. Edith Cushing (Mia Wasikowska), joven inexperta pero segura de sí misma y tenaz, no se resigna a ser solo la esposa del doctor de renombre, quiere ser escritora de relatos góticos antes que de novela sentimental (Mary Shelley antes que Jane Austen). Lucille Sharpe (Jessica Chastain) domina la voluntad de su hermano Thomas (Tom Hiddleston), heredero de una baronesía en el páramo inglés y hombre atormentado y débil.

La caracterización de las dos mujeres, Edith en ropas más espontáneas y luminosas, y Lucille en rígidos vestidos carmesí complementa su retrato psicológico y moral.

La tradición literaria americana de contrastar el viejo mundo europeo, aristrocrático, terrateniente, enfermo y estéril, con el pujante nuevo mundo industrial americano, virgen, saludable y eficiente está representada por la sociedad empresarial de Buffalo, donde transcurre la primera parte de la película. El padre de Edith, Carter Cushing –apellido ilustre en la casa nodriza del cine de terror británico, la Hammer-, es un banquero con conexiones con el mundo industrial pero que no puede evitar ceder a la voluntad de su hija.

La mansión familiar de los Sharpe, Allerdale Hall, construida sobre una mina de arcilla en medio del páramo inglés, tiene verdadero protagonismo en la historia y es el espacio geográfico y psicológico donde la mayor parte de la acción transcurre.

La dirección artística despliega una iconografía inspirada en artistas simbolistas como Dante Gabriel Rosetti, Everett Millais o Coley Burne-Jones. Se percibe el gusto del director por el espacio en descomposición, donde los elementos biológicos, vegetales y minerales se funden. La plasticidad de la fotografía está muy cuidada: los colores blanco, negro y rojo dominan la composición y adquieren significado propio.  

El problema de La Cumbre Escarlata es su tendencia al desparrame, más cerca del giallo italiano que de la Hammer. Falta sutileza en esos espectros sanguinolentos que se arrastran por los pasillos. Unas gotas de sangre sobre la nieve pueden simbolizar la pérdida de la inocencia, el desfloramiento, pero todo un páramo sangrando parece un exceso.

Es una película agradable, de puesta en escena preciosista y ambientación exquisita, que desarrolla temas clásicos del género gótico con autoridad y que puntualmente recurre a la parafernalia gore en detrimento de una mayor originalidad. Muy recomendable para seguidores del director y entretenida para el espectador no entusiasta de la sangre.

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Jorge Miró

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