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Hay películas que sabemos cómo van a terminar antes de empezar (...) vimos suficientes largometrajes para no sorprendernos de (casi) nada. 

Los laxantes osmóticos son utilísimos para las personas con una flora intestinal trabada. Pensaba en ello mientras pasaba la última página de Arde Madrid (Editorial Sexto Piso). El amigo que me recomendó la novela me cuenta que su autor, Kiko Herrero, está disfrutando de las mieles del éxito. Fue finalista del Premio Goncourt en la categoría de autor novel. Tan prestigioso galardón te asegura unas ventas estimables. 

El autor radicado en Francia traza una especie de memorándum de su pasado en Madrid. De su infancia a la sucinta juventud airada. De una España en blanco y negro al estallido tecnicolor de una instantánea que dura lo que duran dos agujas en el tigre de un bar a principio de los años 80. De lo concreto a lo general.

Hay películas que sabemos cómo van a terminar antes de empezar. Nosotros, pobres espectadores apesebrados, vimos suficientes largometrajes para no sorprendernos de (casi) nada. No hace falta leer a Ernesto Laclau para saber que Carlota Corday asesinará a Marat si éste se descuida. No está mal conocer al teórico postmarxista, ¿verdad?, pero, ya saben, estudiar historia y observar pequeñas rutinas ya nos prepara para evitar las posibles purgas.

¿Quién tima al timador? En 1986, Martin Scorsese estrena El color del dinero. Paul Newman retoma el personaje de Eddie Felson (aquel entrañable pícaro de El buscavidas que se dedicaba a rondar las mejores salas de billar y, con éxito, pasear su arrogancia). Retirado del juego y dedicado a sus negocios, un jovencísimo Tom Cruise le empujará, de nuevo, a la carretera. Ajado por el paso del tiempo, igual de flaco y calavera, más templado que el huracán del billar que conocimos, tan lúcido y osado como un tahúr. En una escena diseñada para que se luzca, Fast Eddie Felson suelta: "Puede que esté intentando timarte y puede que no. Si pudieras adivinarlo sabrías cuando apostar y cuando no. Así la vida para ti sería maravillosa. " En mi más tierna mocedad aprendí algo de mis correligionarios que si el rival está rendido y tú sigues en pie, con ganar no alcanza. Derrotar no es gozoso; golear, sí. Eddie Felson se podría nuestra camiseta y saldría a golear hasta en el albero.

La identificación con una idea plural refuerza nuestra identidad singular. Dos chicos desconocidos acaban siendo amigos del alma por consanguinidad de espíritu. La compatibilidad de caracteres es imprescindible en cualquier relación. En la amistad, tal vez, sea condición sine qua non. Para Juanjo Ordás, "Tennessee Williams era un experto en la síntesis de personajes, en tres rasgos los describía a la perfección." A mí me pasa exactamente lo mismo cuando leo sus críticas y artículos de fondo. Es más, me entusiasman. Rara vez suelen coincidir tanto los gustos del lector con el del escritor. ¿Por qué leemos a Proust? Porque somos sus lectores naturales.

Freud sostenía que toda sociedad se funda a partir de un crimen. El silenciamiento, más o menos inconsciente, de éste acarrea penas y tabúes. Wittgenstein, el célebre filósofo austriaco, al finalizar su Tractatus logico-philosophicus sentencia: “Aquello de lo que no se puede hablar, más vale callarse”. En una concatenación de lógica y hechos, es un absurdo tratar de perpetrar las barreras del lenguaje. ¿Acaso nuestro pensamiento está secuestrado en una cárcel idiomática?

En Estambul, este fin de semana, un terrorista suicida explosiona y se lleva por delante, al menos, a 5 muertos y 36 heridos en plena zona comercial. El atentado ha sido atribuido al Daesh. La barbarie suma y sigue. ¿Se puede ser feliz rodeado de tanta infelicidad? ¿Empatizamos lo suficiente?

La primavera ha brotado. El incienso y los cirios se abren paso. 20 de marzo y el 2016 surca disparado el calendario. Releo El viaje de los Reyes Magos, de T.S. Eliot. Subrayo un extracto de su última estrofa: 

"Todo eso, recuerdo, fue hace mucho,
y lo haría de nuevo, pero anotad,                                                                                   
anotad esto:                                                                                                                
¿fuimos guiados tan lejos
a un Nacimiento o una Muerte? Hubo un Nacimiento, ciertamente,
tuvimos sin duda prueba de ello. Yo había visto nacimientos y muertes,
pero había pensado que eran diferentes; este Nacimiento
fue una amarga y dura agonía para nosotros, como la Muerte, nuestra muerte".


Hacer el bien no es propiedad de ninguna creencia. Nada resta, todo suma. A veces, el tiempo y la distancia ayudan a comprender mejor aquello que no entendimos en el pasado. Debemos tener la suficiente humildad para trabajar y descifrar algunos misterios accesibles. Conservar la curiosidad infantil nos sostiene.

El impulso vivencial es finito. El espiritual, no. El placer mundano enturbia nuestra ventura perenne. El sustento es alimento. La felicidad es el anhelo de lo transcendente. La conciliación con el otro nos clarifica.

Por hoy, amigos, esto es todo. Salud y buenas intenciones.

Sobre el autor:

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Daniel Vila

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