En estos días que vivimos, encerrados en casa en plena emergencia sanitaria provocada por esta epidemia del coronavirus, es inevitable asemejar la situación que padecemos con la trama de muchas películas que hemos visto a lo largo de nuestra vida, en las que se desataban pandemias y extrañas infecciones que transformaban a la mayor parte de la Humanidad en zombies o en monstruosos mutantes de diverso tipo y condición.

Algunos oportunistas, incluso, han aprovechado las inciertas circunstancias por las que atravesamos, y esta difícil coyuntura, para estrenar de forma apresurada cintas como Corona Zombies (2020), una producción del inefable Charles Band junto a su estudio Full Moon, de apenas una hora de duración en la que casi el 90% de su metraje es material reciclado de producciones anteriores como Apocalipsis Caníbal (1980) o Zombies Vs Strippers (2012) a los que ha añadido algunos planos de relleno, con un doblaje realizado con demasiadas prisas y poco sentido. Todo sea para no perder el tren de la actualidad y generar beneficio a costa de la curiosidad o el morbo de algunos…

Los zombies han sido, y son, una de las más importantes representaciones icónicas del cine de terror. Uno de los más identificables arquetipos narrativos del género fantástico. Y en una larga lista de directores que se han prodigado, con mayor o menor fortuna, por esta temática, uno de los imprescindibles es, sin lugar a dudas, el director Jesús Franco, madrileño de nacimiento pero malagueño de adopción (residía en Torremolinos desde los años 90). “Tío Jess” para los amigos y para los fans que hemos seguido su prolífica filmografía (ha llegado a rodar más de 200 películas) con deleite, pasión y un infinito cariño, es una figura fundamental para el fantaterror hispano.

A lo largo de su extensa carrera, que se desarrolla desde finales de la década de los 50 hasta el final de sus días en 2013 (más de cincuenta años al pie del cañón), aunque conocido sobre todo por sus pelis de vampiras, en las que mezclaba el erotismo con el terror, sus pelis de Fu-Manchú o del Dr. Orloff, o incluso sus devaneos con el gore, la aventura, la ciencia ficción o el cine X, también podemos encontrar algunas películas adscritas al sub-género zombie que, además, podemos considerar como de lo más estimable de una producción que transita en su mayor parte por la serie B y Z.

La Tumba de los Muertos Vivientes (1982) es una de éstas películas; co-producida entre España y Francia, rodada en las Islas Canarias pero ambientada en el desierto africano, desarrolla una trama en la que unos soldados nazis regresan de la muerte para defender un tesoro olvidado desde la II Guerra Mundial en un recóndito oasis sahariano. 

Otro de sus films es La Mansión de los Muertos Vivientes (1985), nueva producción rodada en las islas afortunadas y en la que los muertos vivientes del título son, en este caso, monjes templarios que habitan las ruinas de un antiguo monasterio que se sitúa junto al mar. En ésta Jess Franco demuestra mayor preocupación por crear una atmósfera más propia del sub-género, aunque su personalísimo y psicotrónico sello es perfectamente identificable, con sobredosis de cuerpos femeninos desnudos, alguna escena lésbica o diálogos delirantes.

Unos años antes había dirigido junto al francés Jean Rollin La Noche de las Estrellas Fugaces (1973), película en la que también está muy presente el elemento zombie. La película se distribuyó con diferentes títulos como, entre otros, Virgen entre los Muertos Vivientes. Los zombies de Jesús Franco no son consecuencia de ninguna plaga o contagio, sino que son, literalmente, muertos vivientes que regresan de su sueño eterno buscando venganza o para defenderse de quién osa perturbarlos. En realidad, sea cual sea la causa, nos da igual el origen ya que el resultado sangriento suele repetirse casi siempre…

Cineasta de espíritu libre y transgresor, que nunca se dejó constreñir por normas o convencionalismos, ha marcado a enormes cineastas contemporáneos como Álex de la Iglesia, Jaume Balagueró, Alexandre Aja, Pascal Laugier o incluso al mismísimo Quentin Tarantino, como él mismo ha reconocido en algunas ocasiones. Recibió un Goya de Honor en 2009, por una trayectoria en la que, además de dirigir, también fue actor, guionista, productor, montador o compositor de bandas sonoras. Su vinculación con Málaga iba más allá de su residencia, mantuvo una contacto fluido con cineastas locales, incluso actuando como productor y mentor en algunos de los proyectos impulsados por éstos. 

En Málaga murió, a los 82 años, a consecuencia de un ictus. Jesús Franco puede considerarse el director maldito por excelencia del cine español. Sus últimas películas las rodó en Torremolinos y la Costa del Sol. Un epílogo malacitano para un personaje rebelde, iconoclasta e independiente, de personalidad arrolladora, que jamás se doblegó ante las modas y que dejó una legión de fans por todo el planeta. Uno de los grandes del Spanish Horror.

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Joaquín Díaz Cáceres

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