lavozdelsur.es inaugura con Dani Llamas 'Sesiones on the record', una sección con la que pretende dar voz a músicos y creadores alternativos de la ciudad.
No para de trabajar. Por eso viene poco por Jerez, su ciudad natal, a la que echa de menos desde su “exilio” en Madrid. Allí lleva tres años viviendo después de su periplo en Sevilla, donde le cogió de lleno la crisis tras aguantar unos años. “Código rojo, alerta, vámonos a Madrid”. Así cuenta Dani Llamas (Jerez, 1980) cómo decidió hacer las maletas junto a su mujer y su hija –que por aquel entonces tenía nueve meses- e irse a la capital del país, donde trabaja produciendo y grabando vídeos. “Pero si no te mojas el culo no pescas”, dice. Desde hace diez años tiene una pequeña productora con su mujer (Imake Films), que es lo que le permite seguir pagando facturas. Aunque no es lo único que ha hecho. Colabora en un programa musical en Radio 3 y, cómo no, se dedica a la música.
El jerezano es ni más ni menos que uno de los fundadores de uno de los grupos de hardcore melódico más importantes del país. Gas Drummers dio sus primeros pasos -allá por 1998- en un local de Picadueña Baja “con menos papeles que un burro”. Ahí, dice, surgió una llama que ha prendido la cultura jerezana y que ha generado muchos eventos. “Las instituciones no son necesarias para hacer cosas”, dice convencido y asqueado por el trato que ha recibido en más de una ocasión. No se muerde la lengua. ¿Para qué? También lamenta que la ciudad esté perdiendo capital humano: “Esto que voy a decir es un poco polémico, pero en realidad Jerez se está quedando con lo peor de Jerez y lo mejor se está yendo”. No lo dice por él, no es tan prepotente.
A sus 35 años tiene miles de kilómetros a sus espaldas. Con su banda ha recorrido toda España y decenas de países. “Si tienes un grupo lo normal es que te vayas a la carretera, no he vivido otra cosa”. Empezó a hacerlo con apenas 18 años, cuando nació Gas Drummers. “Cuando tuve la oportunidad me monté en una furgoneta y no me he vuelto a bajar”, dice. De eso hace casi veinte años y se ha convertido en su forma de vida. “A la gente le explicas que te montas en una furgoneta, te vas a un sitio donde no has estado nunca, llegas, cargas las cosas, luego hay gente que te da de comer, que te deja dormir en su casa y luego te vas y a lo mejor no vuelves a ver a esa persona… Pues no lo entienden”. Lo hace por pasión. Por pasión a la música. “Tengo un amigo vasco que dice en su último disco que la pasión es lo mínimo exigible. Pues sí, lo mínimo es que te apasione lo que haces”, dice. Y tanto que le apasiona. De lo contrario no se explicaría que lleve tantos años haciéndolo. “No concibo la música sin tocar en directo, lo que se genera en un concierto es irremplazable”, añade Dani Llamas. Su carrera (musical) “no es la de los 100 metros, es una maratón”. Lo resume en una frase: "El rock es para los más pejigueras”.
Por trabajo ha llegado incluso a convivir durante más de un mes con una tribu africana. Fue uno de los productores del reality show Perdidos en la tribu que emitió Cuatro durante tres temporadas. “Me cambió toda la cabeza, esa experiencia me dio una patada en la boca muy grande”, dice Llamas, que asegura: “La última vez que estuve de camping creo que fue en La Sauceda en quinto de EGB”. Allí le pilló la muerte de Michael Jackson. “¡Y no lo conocían!”, dice asombrado. De allí salió con una infección. Y se acordó de su abuelo: “Me decía que hay tres cosas en la vida que es de carajotes: ser explorador, ser penitente y ser de la Cruz Roja. Y yo he sido las tres”. En la tribu hasta dejó a una niña a la que le pusieron su nombre, aunque no es la única conexión que le buscó con Jerez. “Tienen una música con un compás bastante parecido a la bulería, a esos los traigo a la Fiesta de la Bulería y lo petan”, dice entre risas.
"Conocería todos los rincones del mundo. Pío Baroja decía que el nacionalismo se cura viajando y tenía razón"
“La música no es mi profesión, es mi vocación, y es lo que hago para estar feliz. Si no lo hiciera no sería yo”. No siempre le ha reportado beneficios recorrerse miles de kilómetros para tocar en algún lugar recóndito de la geografía española. O del extranjero. Lo que han ganado lo han dedicado a material o a producir el siguiente disco. “Conocería todos los rincones del mundo. Pío Baroja decía que el nacionalismo se cura viajando y tenía razón, creo que los seres humanos no pertenecen a ningún sitio”. Eso sí, asegura que le duele Jerez. “Los jerezanos somos raros, nos cagamos en Jerez, pero nos duele tela”. A él también, claro. “Tendría que venir un antropólogo a estudiarnos”, bromea. Aunque se pone serio cuando se le pregunta por el panorama político. “Ves la política local desde fuera y es un desmadre”, eso sí, aplaude la entrada de savia nueva en el Ayuntamiento. Ahora, dice, está recuperando la ilusión por la política. “Veo el panorama con esperanza pero cautela, porque este país es Casa Pepe”. “Me gustaría volver al sur, pero cada vez es más difícil”, dice Llamas, que desde la distancia ve a Jerez como “la Detroit de España”. Por ahora seguirá en Madrid, aunque nunca se sabe.
En plena Pescadería Vieja, Llamas saca su guitarra y la afina ante la atenta mirada de varios transeúntes y del dueño de la pescadería que hay al lado. Empieza a tocar Back among the dead, una canción incluida en el quinto disco de Gas Drummers, llamado Decalogy, con el que celebraron sus diez años como grupo.
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