El cantaor barbateño Juan Francisco Rodríguez vive medio año del flamenco y el otro, lo dedica a sacar atunes de las redes. Asegura sentirse a gusto cantando en Dubai o con un bichero en la mano.

Por el barbateño barrio de La Chanca los olores a salitre se van mezclando con el café de la taberna de Abelardo. Lleva allí más de un siglo ofreciendo al marinero sus servicios y allí es donde, tras hacer una visita a los barcos de almadraba amarrados en los noráis junto a la Lonja Vieja, encontramos un rato de tertulia con Juan Francisco Rodríguez Rubio (1980), más conocido como El Cañejo. Antes de iniciar la entrevista, una conversación previa entre la diferencia que supone hablar con cierta dicción y perder la raíz identitaria en el habla cuando sale fuera o afronta una entrevista ante los medios de comunicación. Zetas marcadas, sus consonantes en la terminación de las palabras comidas, pero bien vocalizado. “El acento nuestro es el acento nuestro, no voy a hablar fino, pero por lo menos que entienda”, comenta en la previa.

Y así comienza una conversación que tiene como protagonista a alguien que lleva toda su vida -38 años- dedicada a dos mundos: la almadraba y el cante. Medio año se lleva sacando atunes de las redes y el otro medio lo dedica, a día de hoy, a recorrer no solos los tablaos de la provincia, sino de medio mundo llevando su pueblo por bandera como cantaor flamenco.

¿En qué espectáculos estás involucrado a día de hoy?

Ahora mismo estoy con el Ballet Español de Madrid, con el pianista Manolo Carrasco y haciendo ‘bolos’ por cuenta.

¿Cuántos países llevas recorrido?

Ya son varios países por los que he estado, desde Noruega, Japón, Turquía, Rusia, China o los Emiratos Árabes y todavía nos queda dos giras más hasta enero.

¿Qué visión tienen ellos del flamenco?

Para ellos es un espectáculo folclórico y es como si fuera la visión que tenemos nosotros de la comida china: algo tradicional. En esos países suele escucharse todo tipo de música, pero el flamenco no tanto, salvo que algún español esté por allí viendo.

¿Hacen flamenco puro o más moderno?

Nosotros vamos mezclando, porque llevamos parte de flamenco puro y también de músicas versionadas, como una fusión de una obra de Beethoven, que es más bien, como lo llamamos nosotros, flamenquito salvaje.

¿Qué se encontró en aquello países relacionados con el flamenco?

En algunos sitios nos encontramos gente viviendo allí y trabajando, pero la mayoría es gente de Madrid y no es lo mismo. El cante puro viene de Andalucía y si del triángulo de Cádiz, Jerez y Sevilla. Aunque, como bien sabes, los andaluces estamos en todas partes y vamos dejando la huella, no solo en flamenco, sino en la construcción, por ejemplo.

"En Baréin hicimos una auténtica locura, cantar su himno nacional versionado por flamenco"

Llega a Dubai, dejas las maletas en el hotel, divisas el paisaje y piensa ¿qué hace uno de Barbate aquí?

Llego a Dubai, veo el desierto, veo las playas, arena y digo esto no es la playa del Carmen –playa urbana de Barbate-, pero para eso vamos para llevarles el flamenco. Por ejemplo a los árabes, que están acostumbrados a sus músicas que tiene cierta vinculación con el flamenco y se sienten muy identificados. En Baréin hicimos una auténtica locura, que fue hacer su himno nacional versionado por flamenco. Menos mal que invitamos a uno artista muy famosos de allí y nosotros le hicimos los coros.

¿Los coros en árabe?

Yo pasé una que no te puedes imaginar… allí estaba estudiando la letra, que me tuvieron que escribir tal y como se decía “jascanlí, tumaddli”. Allí estaba yo con el cachondeo cantando “mi tío Luí, mi tío Luí", pero al menos iba afinado (entre risas).

Allí sí hay ciertos vínculos, pero en lugares no tan relacionados como en Noruega ¿cómo se hace un espectáculo flamenco?

En Noruega y Múnich no he visto un público más frío en mi vida. Para arrancarle un aplauso tienes que bajarte cogerle las manos y enseñarles cómo se tocan las palmas. Son fríos y no solo por el clima. Sin embargo, le tenemos el truco cogido, porque con el baile se quedan sorprendidos, así cuando en el baile se va para la gente ya empiezan a venirse arriba.

Un público frío, pero las salas llenas…

Sí, eso sí. Cada vez que hemos estado en esos lugares las salas llenas, en los teatros cartel de “no hay billetes”. Eso es muy importante, porque pese a que les cuesta aplaudir, van en masa cuando ven que hay un espectáculo flamenco.

En su caso concreto ¿dónde se siente más a gusto, en lo moderno o en el flamenco jondo?  

En mi caso en lo jondo. Te quedas menos ronco, te cansa menos, pero el cante jondo es un cante sentido. Con la fusión moderna te puedes respaldar en otros instrumentos como el saxo y demás, pero en lo puro te quedas tú solo con la guitarra y eso es sentimiento puro. Es lo que más he estudiado y además, es lo que he vivido en mi casa, con mi familia. Estoy más acostumbrado a eso.
¿Y en qué palo te mueves mejor?

Soy un cantaor fiestero, por eso me gustan más las bulerías y las alegrías de Cádiz. También me gusta cantar por seguiriyas, soleás o peteneras, pero el flamenco jondo está muy parado y los que están arriba siempre son los mismos. Es muy difícil a la hora de sacar un cantaor nuevo.

Además requiere de mucha inversión industrial…

Sí, así es, porque ya los cantaores no se arriesgan a grabar discos de flamenco puro. Después está internet y sus contras… el mundo ha dado tres vueltas en el tiempo de una y ya esto no es lo que era. Van poco a poco, grabando algún single y poco más. Ahora a la gente le está dando por el flamenquito y hay que adaptarse.

¿Cómo te sientes más a gusto, acompañado de una guitarra o con un bichero en la mano?

(Entre risas) Hombre depende del mes que sea. Al cincuenta por ciento cada cosa. Seis meses del año estoy liado con los atunes y otros seis buscándome la vida cantando. Que gracias a Dios me ha dado la oportunidad de viajar por muchos sitios, pero a las compañías siempre se lo digo, que conmigo pueden contar hasta febrero. En febrero tengo yo el trabajo del que he vivido desde pequeño y el que me ha dado un salario estable toda mi vida, que es la almadraba. Las compañías de baile me dan de alta, pero la cotización por mar es mucho mayor que por tierra.

¿Ha estado embarco en otros embarcaciones o solo en las almadrabas?

No, por suerte, porque la traíña es mucho más duro. Mi padre siempre me lo decía, que no me embarcara porque se pasa muy mal. La almadraba es dura, pero duermes en casa y eso es muy importante. Además también me sirve para poder moverme por los chiringuitos de la zona cantando.

Los almadraberos y el cante siempre han estado muy relacionados…

Antiguamente había un cante que se utilizaba para poder hacer la faena. Por ejemplo a la hora de levantar la red o de remar. Las barquillas salían del río hasta la zona de las almadrabas y como antes no había motor, lo hacían bogando todos a compás y para eso le servían el cante, para llevar el ritmo. Así sabían, dependiendo de la estrofa cuándo tenían que meter el remo en el agua y bogar. A la hora de cuando se hacía la levantá para coger los atunes también había un cante, para seguir el ritmo. Había uno que decía “arriba red” y los demás repetían, “arriba red”. Son cantes que me enseñaron mis abuelos, porque mi familia es de tradición almadrabera, yo soy la cuarta generación.

¿Por ambas partes no?

Sí, porque por parte de los Cañejos, un apodo que viene de la familia de mi madre, siempre han estado vinculados a la almadraba, bien pescando, bien cosiendo redes. Y por parte de mi padre igual, no solo aquí sino cuando antes había almadraba en otros sitios, como Valencia.

"Los ensayos de Carnaval son como un conservatorio, donde se aprende a cantar, a tenor oído, a conocer las escalas de los tonos"

Y desde niño también has sabido filtrar el cante a través de otra pasión: el Carnaval…

Siempre y todavía sigo. Desde niño empecé en el Carnaval, como la mayoría de los cantaores de Cádiz (David Palomar, Selu de El Barrio o Riki Rivera) empezaron cantando en agrupaciones. Para nosotros los ensayos de Carnaval son como un conservatorio, donde se aprende a cantar, a tenor oído, a conocer las escalas de los tonos, a los gargajeos… es mucho lo que se aprende. Siempre ha estado vinculado con el flamenco.
Por mucho que se aprenda, el duende tiene que estar ahí ¿no?

El duende, el arte, el don… como quieras llamarlo. Eso es como decía El Barrio: “Señoras y señores, el arte no se hace, se tiene o no se tiene, se nace o no se nace”. No hay escuela que enseñe eso, hay que tenerlo dentro, bien porque lo has heredado de tu familia o que sale de ti. Puede aprender a perfeccionar, la teoría, cantar con el estómago o trucos así, pero hay que cantar.

¿Qué dejas en herencia de ese arte?

Mi hijo no quiere flamenco, solo la música electrónica, se lleva todo el día mezclando con una máquina de esas, pero no quiere tocar ni un cajón… Le gusta la música, pero no le gusta ni el flamenco, ni el Carnaval.

Ha participado en el Concurso de Agrupaciones en el Teatro Falla desde niño ¿se siento lo mismo cantar con la comparsa que con la compañía de baile?

Para nada. No tiene nada que ver. Tú vas a un concurso y hay muchos nervios y tensión, pero con la compañía vas a tiro hecho. Haces tu espectáculo y listo, no dependes de un jurado ni de las críticas de la prensa al día siguiente (entre risas).

Sobre el autor:

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Luis Rossi

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