“Lo que nos unía era el LSD, eso está claro. El origen de la fusión del flamenco fue el LSD” (Ricardo Pachón).Cuando se publicó Vanguardia y pureza del flamenco (1978), Manuel Molina había encontrado a la Lole de su vida. Casada por el rito gitano y por el discográfico, la pareja se encontraba en el auge de su popularidad gracias a hitos del nuevo flamenco como “Nuevo día” o “Todo es de color”. Los produjo Ricardo Pachón, exmánager de Smash, quien por entonces tanteaba a Camarón (con quien crearía La leyenda del tiempo).Gualberto había perdido su guitarra por los Vericuetos (1976) de la fusión del raga hindú, el jazz estadounidense y el flamenco trianero; más moderados en A la vida, al dolor y su raro Gualberto de 1975.Henrik Liebgott, que llegó a Sevilla buscando la buena vida y no peor música, con su guitarra española y su violín europeo, huyó a Londres para contactar con Jon Anderson, de Yes. Desgraciadamente, la legislación británica lo empujó de vuelta a su Dinamarca natal.Antonio Rodríguez, batería, había montado un breve grupo llamado Fly con Henrik y dos neoyorkinos y luego voló a Goma (1974), como volaría en el futuro junto a Granada, Pata Negra y Kiko Veneno.Silvio Fernández Melgarejo, que había vivido sus 15 minutos de gloria tras los tambores de Smash, seguía veraneando, aunque pronto se transformaría en cantor del Betis, la Macarena o el rey San Fernando, sin por ello dejar de veranear. El gran Julio Matito.Julio Matito, bajo y voz, giró por Finlandia y Alemania con una banda llamada La Cooperativa. Aquello no cuajó y, tras haber sido monje capuchino, legionario y estrella de rock, le tocó abrir un chiringuito en Chipiona. En él conoce a Felipe González, que le convence para que se meta en políticas y se manche los codos con un disco para el PSOE, Salud (1976), con versos del poeta chipionero José Miranda de Sardi. Fue producido en Alemania y se distribuyó pobremente en casas del pueblo del Partido y la UGT. La inevitable decepción con aquellos ambientes le llevará a enrolarse en un barco.Y el Agujetas había grabado varios discos con Caballero Bonald y se había pateado medio mundo por el camino, llevando su arte allí (Japón, Estados Unidos…) donde al menos se respeta a un artista…Quién sabe si fue la publicación de Vanguardia y pureza del flamenco lo que movió a Smash a reunirse de nuevo, en formato trío. Está claro que todos tenían clavada la espinita de que les hubieran “cortado el rollo” (Manuel Molina) en el súmmum de su creatividad, hacía ya ocho años. En julio de 1979, Julio, Gualberto y Antoñito se reunían para ensayar en la barcelonesa sala Zeleste. El reencuentro, como lo recuerda Antoñito, fue puro Smash:“En esa época vivía en Madrid. Estaba trabajando con Coz y el grupo Granada. De buenas a primeras llaman a la puerta del sitio donde vivía. Abro y veo a Julio y a Gualberto después de años sin verlos. No me llamaron ni nada. Entonces Julio, que era como era, me dijo: ‘Haz las maletas que nos vamos‘”.