Pienso que Sevilla es el Liverpool de la Música, lo que pasa es que están colgaos. Colgaos psicológicamente, o sea, que están locos perdidos, no estudian, no se esfuerzan. Pero son músicos... vamos, yo creo que los mejores del mundo."Con estas palabras describía Manuel Molina a sus compañeros de profesión de principios de los setenta. A decir verdad, en comparación con ellos Manuel dio pocos bandazos a lo largo de su carrera. Porque la palabra bandazo se queda corta para describir la trayectoria de algunos de esos jóvenes sevillanos... ¿Qué diría Ortega y Gasset al ver que el ideal vegetativo andaluz pudo hasta con los roqueros más epilépticos? Que hasta un huracán como Silvio (el de Sacramento) prefería retirarse a vivir la buena vida en un chalé en Marbella —regalo de su suegro— al cansado esfuerzo de cultivar sus potenciales musicales...Porque los Rolling o los Zeppelin parecían chicos malos, incluso vagos y maleantes, pero en el fondo eran muy británicos. Empresarios que vendían su imagen rebelde a costa de un ímprobo esfuerzo por mantenerse en la cresta de la ola. Workaholics del alcoholismo. Y gracias a su mal ocultada tenacidad disfrutamos de discografías gratificantes y extensas.Esos sevillanos "colgados" de los que hablaba Molina, que sólo nos dejaron jirones musicales de su talento, eran los rockeros, los hippies, de verdad. Ciento por ciento. Los que no ponían límites a la parranda y el hastío, pero tampoco a una espontaneidad y un salero que ya quisiera para sí el estirado de Paul McCartney. Lo que aquí abajo llamamos duende, vaya.En febrero de 1971, Smash, huérfanos de compañía discográfica, pidieron asilo entre las legendarias alas del catalán Oriol Regàs, creador del sello y la sala Bocaccio, y se encontraron en una discoteca de Playa de Aro (Gerona) con todo el equipo del productor francés Alain Milhaud a disposición de su genio. Preparados para comerse el mundo y beberse un gran termo de gazpacho que traían desde Sevilla. Llega como caído del cielo un desesperado Manuel Molina, huyendo de la mili. Pues se cuenta que el mánager de Smash, Ricardo Pachón, le prometió al cantante y guitarrista que si se subía al carro se libraría del servicio militar. La creatividad de los españoles de la época a la hora de evitar el fastidioso servicio militar no tenía límites: inquietudes seminaristas, estudios ineludibles, sobrepeso, enfermedades crónicas, pacifismo repentino...Está claro que cuando un varón español llegaba a la mayoría de edad, su vida prometía (exigía) grandes cambios. Manuel Molina estaba dispuesto a inventar el rock andaluz, si hacía falta.
Aunque digan lo contrario,yo sé bien que esto es la guerra,puñalaítas de muerteme darían si pudieran"