Josu Solaun.
Josu Solaun.

El pianista de origen vasco Josu de Solaun —nacido en 1981— se ha consagrado como un intérprete de prestigio internacional desde que obtuvo los primeros premios en el XIII Concurso Internacional de Piano George Enescu, el I Concurso de Piano de la Unión Europea celebrado en Praga y el XV Concurso Internacional de Piano José Iturbi —las competiciones Enescu e Iturbi, fundadas en 1958 y 1981, respectivamente, no habían galardonado hasta entonces a un pianista español—. Residente en Nueva York desde los 17 años, realizó sus estudios de Grado, Máster y Doctorado en la Escuela de Música de Manhattan. Su trayectoria es destacable y de ello habla su extenso currículum como solista con orquestas como la del Teatro Mariinsky, la de Cámara de Moscú, la Filarmónica de la Fenice, la Filarmónica George Enescu, la Filarmónica Ploieşti, la Sinfónica Estatal INSO de Lviv de Ucrania, la Filarmónica Janácek, Filarmónica de la Ciudad de México, la Sinfónica de Sioux, la Sinfónica de Monterrey, la Filarmónica de Moldova, la Filarmónica de Timişoara, la Sinfónica de California o la Sinfónica de Euskadi. La nómina de directores bajo cuya batuta ha actuado no es menos espléndida: Alexis Soriano, Miguel Ángel Gómez Martínez, Ramón Tébar, Max Bragado-Darman, Justus Frantz, Joann Falletta, Constantine Orbelian, Ovidiu Bălan, Christian Badea, Horia Andreescu, Ryan Haskins, Theodore Kuchar, Paul Daniel, Yaron Traub, Ormsby Wilkins, Francesco Angelico, y Yuri Krasnapolsky

En la primera parte del concierto se tuvo la buena idea de mezclar a Granados con dos de los autores más emblemáticos del romanticismo, Schumann y Chopin, tan queridos por el compositor catalán; un universo musical que recreó en obras como los Valses poéticos. El ecléctico programa se inició con la Arabesque de Robert Schumann (1810-1856), que fue compuesta en 1839, cuando el compositor tenía 29 años, en un momento en el que su relación con Clara Wieck era dificultosa debido a que el padre de ella se oponía con vehemencia a cualquier circunstancia que pudiera interferir en la carrera de su hija como pianista, por lo que desaprobaba a Schumann como posible yerno. Esto llevó a una momentánea separación física, que no emocional, de los amantes, que mantuvieron la comunicación a través del intercambio epistolar y de la creación musical, como es el caso. La interpretación de Josu de Solaun pareció tener en cuenta estas circunstancias al exponer de modo muy contrastado las alternancias de pasajes nostálgicos con episodios declamatorios más robustos, aunque buscando una línea alternativa a la habitual en intérpretes como András Schiff.

De Solaun, residente en Nueva York desde los 17 años, realizó sus estudios de Grado, Máster y Doctorado en la Escuela de Música de Manhattan

La parte del programa dedicada a Enrique Granados (1867-1916) constituyó uno de los retos más evidentes para el pianista solista por las dificultades técnicas de las tres piezas elegidas. El Allegro de Concierto fue creado en 1903 para ser presentado al Concurso de Composición del Real Conservatorio de Madrid, al que también acudió un joven Manuel de Falla. En las bases se especificaba que las obras debían acogerse necesariamente a esta forma, con la que Granados obtuvo el primer premio y Falla una mención honorífica. De Solaun supo traducir el exigente virtuosismo demandado y el encantador lirismo contenido en la forma sonata, subrayando el carácter “internacional” de la partitura, totalmente ajena a los presupuestos del nacionalismo español por el que también transitó Granados. No obstante, los “tempi” fueron inusualmente lentos, lo que reduce el impacto de la pieza y, en cierto modo, modifican la naturaleza de la pieza.

Los Valses poéticos (1886-1887) fueron compuestos cuando Granados se trasladaba de Barcelona a París para ampliar su formación. El carácter académico de los mismos no es obstáculo para que encontremos en ellos muchos de los atractivos que más adelante serían sello distintivo de su autor. La traducción de Josu de Solaun estuvo atenta a la exposición de las riquezas armónicas y melódicas que contienen, con resultados globalmente óptimos. Enlazada con la obra anterior sin la interrupción de los aplausos del público, Quejas o la maja y el ruiseñor, una de las seis piezas pertenecientes a la suite Goyescas (1909-1911), y una de las más célebres de la serie, fue interpretada por el solista con una notable exposición de la interesante trama polifónica pero atenuando el tono poético y melancólico, y con un fraseo variable que dificultaba una traducción elocuente de la bellísima melodía. En definitiva, bajo un enfoque muy diferente al de la ya legendaria interpretación de Alicia de Larrocha.

Las dos piezas de Frédéric Chopin (1810-1849) fueron bien servidas por Josu de Solaun. En el Nocturno op. 62 nº 1 (1845-1846) destacó en la melodía de apertura, que está embellecida por una figuración continua que incluye múltiples trinos y notas de gracia similares a un “aria da capo” italiana; y en la “Balada” nº 4 op. 52 (1842) por el adecuado contraste entre los pasajes líricos y los agitados. Aquí el pianista volvió a separarse de modelos referenciales como el de Claudio Arrau. La segunda parte del concierto vinculó a Claude Debussy (1862-1918), referente de los músicos españoles que viajaban a París en busca de conocimientos y proyección, con dos de estos compositores, Albéniz y Falla. Se abrió con una tríada de preludios de Debussy, compuestos entre 1909 y 1913, en los que el pianista puso en evidencia la enorme riqueza cromática de estas obras, bajo una perspectiva diferente a la del emblemático Arturo Benedetti Michelangeli. Su interpretación fue especialmente afortunada en Ondine, en el que la aparente simplicidad del retrato de la ninfa del agua parece convenir al enfoque etéreo dado por De Solaun.

La 'Fantasía Baetica' de Manuel de Falla cerró el programa oficial, prolongado por tres “propinas”

En los Paisajes (1942-1960) de Federico Mompou (1893-1987) el pianista mostró con expresividad el cambio de universo creativo con respecto a los preludios de Debussy. La ejecución del solista fue especialmente afortunada en la pieza más reciente, Carros de Galicia, en la que el lenguaje casi atonal nos muestra las características del estilo tardío de su autor y que, de un modo interesante, enlazó con Córdoba de Isaac Albéniz (1860-1909). Extraída de Cantos de España (1892), es un ejemplo paradigmático de la música nacionalista española, de aquella que sigue aún hoy siendo utilizada como seña de identidad ante propios y frente a extraños. Josu de Solaun ofreció una versión idiomática, en la que la evocación del pasado califal de la ciudad que inspira la pieza, y las referencias a la música popular quedaron bien expuestas por el rigor rítmico y el control de la digitación.

La Fantasía Baetica de Manuel de Falla (1876-1946) cerró el programa oficial, prolongado por tres “propinas”. Se trata, sin duda, de la mejor obra para piano de su compositor y una de las cumbres de repertorio pianístico español. Fue compuesta para Arturo Rubinstein, al que no le agradó totalmente la pieza y no la incluyó en su repertorio habitual. Sin embargo, ha sido objeto de atención de extraordinarios músicos como Alicia de Larrocha, Esteban Sánchez, Gonzalo Soriano o Rafael Orozco. La estilización de las fuentes flamencas de esa Bética ideal, soñada, es máxima; y la riqueza de la partitura es enorme desde muchos puntos de vista. Los grandes esfuerzos técnicos demandados al intérprete fueron servidos adecuadamente por Josu de Solaun, a pesar de algún pequeño accidente y pasajes poco nítidos. En lo expresivo suavizó, quizás en exceso, las raíces flamencas de la pieza. No obstante, fue una digna culminación del variado y atractivo programa.

Concierto de Josu de Solaun, piano. Sábado 10 de febrero de 2017. Programa: Schumann: “Arabesca” op. 18. Granados: “Allegro de concierto” op. 46, “Valses poéticos”, “La maja y el ruiseñor”. Chopin: “Nocturno” op. 62 nº 1, “Balada” nº 4 op. 52. Debussy: “Tres preludios” (“Ondine”, “Minstrels”, “Fuegos de artificio”). Mompou: “Paisajes” (“La fuente y la campana”, “El lago”, “Carros de Galicia”). Albéniz: “Córdoba”. Falla: “Fantasía Baetica”

Sobre el autor:

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Joaquín Piñeiro Blanca

Profesor Titular de la Universidad de Cádiz. Departamento de Historia Moderna, Contemporánea, de América y del Arte.

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