"Monstruos puede haber en todas partes, pero en Andalucía estamos acostumbrados a ellos"

El viñetista granadino, Juarma, publica su primera novela 'Al final siempre ganan los monstruos' con Blackie Books, un grito a la vida de unos jóvenes sin perspectiva, marcada por los excesos y las carencias afectivas

Juan Manuel López es natural de Deifontes, un pueblo de los montes orientales de Granada. CECILIA DÍAZ BETZ
Juan Manuel López es natural de Deifontes, un pueblo de los montes orientales de Granada. CECILIA DÍAZ BETZ CECILIA DÍAZ BETZ

Juan Manuel López se encuentra tranquilo y reconoce que cuando escribió este libro no estaba bien. Al final siempre ganan los monstruos surge de la necesidad de contar algo desde las entrañas. Porque Juan Manuel o Juarma, natural de Deifontes, un pueblo de los montes orientales de Granada, siempre canalizó su sensibilidad a través de dibujos y textos que rara vez enseñaba por miedo a ser juzgado o señalado. En su primera novela, escrita al ritmo que marca el consumo de sus personajes, dibuja con crudeza la búsqueda de un destino a veces truncado, el anhelo de un amor que nunca fue o el sentimiento de pertenencia a un grupo, a través de la evasión disfrazada de ocio. Un relato que duele en el alma, pero que alberga sus enseñanzas. Juarma no pierde su pluma quinqui y mantiene ese tono "a navajazos" del hazlo tu mismo. Esta vez publica con Blackie Books y siente "como un milagro" ver su libro en tantas librerías. Entre el agropunk y la novela epistolar, pasando por un particular realismo mágico –y trágico– de la Andalucía profunda.

¿Es Andalucía una tierra de monstruos?

Estamos viendo desigualdades, injusticias y abusos todo el tiempo. Y esa basura está en todas partes. Andalucía es donde he nacido, donde me he criado y donde he vivido, y claro que hay una falta de expectativa y esperanza. O el abuso en los trabajos, donde los jefes van en cochazos y los trabajadores no están ni dados de alta. Los monstruos también los vemos con el tema de la hierba. ¿Por qué tiene plantaciones la gente? No todos son delincuentes, pero tienen que comer, pagar facturas y tirar para delante como sea. ¿Qué alternativas hay para estas personas? ¿Tirarse debajo de un puente a llorar? Andalucía es maravillosa, para mi el mejor sitio que hay en el mundo. Y monstruos puede haber en todas partes, pero aquí estamos acostumbrados a ellos.

Nos encontramos ante un relato muy localista, donde cuesta discernir la realidad de la ficción. 

La novela narra lo que necesitaba contar en ese momento. Empecé a escribir y tenía que cuidar, por pudor, de quién estaba hablando. Los escenarios de la novela sí son reales. Las emociones de los personajes pueden serlo, muchos elementos lo son, pero los personajes siempre tienen esa distancia de la ficción, aunque haya intentado hacer que pareciera verdad. De todos modos, cada persona encontrará su realidad en el libro.

La violencia está muy presente.

La violencia es normal que aparezca en algunas situaciones. Hay muchos tipos de violencia, por ejemplo, la de padres hacia hijos. También muestra la violencia masculina entre amigos, en los bares… Cuando esa violencia entra en juego, a las demás personas que les jodan: madres, parejas e hijas. Quería reflejar esa violencia estructural tan dañina. Aparece la violencia en torno a las plantaciones de hierba, que era un tema sobre el que quería contar algo, porque cuando plantas hierba no te sale de un día para otro, sino que es un proceso de cuidados, vigilancia para que no te la roben y exponerte a que te detengan. Aquí se genera una violencia todavía mayor, como una psicopatía por miedo a que te pillen. Es un dinero fácil entre comillas. La novela refleja diferentes formas de violencia y cada personaje te lo cuenta de una manera, a veces adornada e incluso exagerada. En definitiva, quería reflejar la cultura de la violencia provocada en gran parte por una educación machista y violenta. Antes los niños se pegaban en el colegio y no pasaba nada. Eso ha cambiado, aunque todavía hay quien dice que antes todo era mejor. Creo que hemos tomado conciencia.

¿A qué le tienes miedo?

Le tengo miedo a la falta de futuro, a no saber qué voy a hacer mañana o dentro de un mes, cuando llegan las facturas o el casero y ves que llegas a lo justo. Vas cumpliendo años y cada vez cuesta más salir adelante, y hay cosas por las que no quieres volver a pasar. Yo me conformaría con tener un trabajo en el que me pagaran bien las horas que trabajase. No quiero un puesto de ejecutivo, únicamente un trabajo donde se cumpla lo que pone el contrato. Ese es mi miedo realmente, no saber qué va a ser de mi vida ni dónde voy a acabar por la precariedad y falta de perspectiva. Supongo que habrá gente a la que le irán las cosas bien y me alegro. Si te has esforzado en la vida y te ha ido bien, genial, pero a mi no me ha valido hacer tantos sacrificios y esfuerzos, porque siempre me ha tocado vivir al día y ver cómo lo hacía para pagar el alquiler o la luz. Hay veces que dan ganas de tirar un poco la vida por alto.

Y la droga, esa gran evasora con disfraz de diversión.

La droga es el refugio que han encontrado los personajes para llenar los huecos en sus vidas. Los padres antes tenían el alcohol y los hijos viven ahora otro tipo de evasión con las drogas. Cuando se juntan en un entorno de consumidores, tienen la sensación de que todo está bien, de que todo el mundo es guay y empiezan a contar sus historias, parece un ambiente divertido. Pero si lo observas desde fuera o tomas conciencia cuando has tenido problemas con la droga, te das cuenta de que todo es falso y de que se siguen haciendo polvo. Es un círculo vicioso del que mucha gente no logra salir. Quizás sea una decisión inconsciente, ya que muchas personas pensarán que el rato que están drogadas o borrachas no sienten las sensaciones que le pesan. Hay algo de paraísos artificiales, que cuando sales de ellos te das cuenta de la mierda donde verdaderamente estás. Si hay alguien que tenga pasta y puede vivir así todo el tiempo, perfecto, pero para la mayoría la droga supone todavía más estragos. Vuelvo a lo mismo: ¿Qué alternativas tienen algunas personas? Es complicado por sus contextos. Y hay quienes lo llevan todo para delante. Lo que sí puedo decir es que en el libro no se celebra la droga, pero tampoco se juzgan a las personas que consumen. 

Juarma tiene publicados numerosos cómics y fanzines de manera auto gestionada.
Juarma tiene publicados numerosos cómics y fanzines auto editados. CECILIA DÍAZ BETZ

A lo largo de la novela se aprecia un carpe diem 'de interior’ bestial. ¿Por qué tanta prisa?

La mayoría de los personajes tienen prisa porque consumen, beben o se evaden de alguna forma. El texto está escrito con el ritmo que te marca el consumo: más, más y más. Los personajes idealizan el momento que están viviendo, sienten que forman parte de algo. Aunque realmente no son conscientes de eso, ni llevan camisetas que pongan carpe diem ni se refugian en las típicas frases de superación, sino que su realidad es jodida y viven al día como pueden. 

¿Cómo se siente un currela del underground como tú en un sitio como Blackie Books?

Yo estoy igual que siempre, no me ha cambiado nada. Sigo con la misma incertidumbre, aunque me siento respetado y valorado. Tener un libro escrito por mi en una librería es un milagro. Escribir ha sido una forma de evadirme y de desconectar, por eso me siento agradecido y contento aunque no me hayan cambiado mucho las cosas. Este libro ha pasado por muchos procesos: un club de lectura en Facebook, luego por Ediciones Camping Motel hasta llegar a Blackie Books. Ha pasado por muchos ojos y muchas manos, y supongo que alguien habrá visto que merece la pena. Ha sido fruto de la suerte, la casualidad y el esfuerzo. Si echo la vista atrás, no sabría decir cómo he llegado hasta aquí, porque las circunstancias que he tenido en la vida y las cosas por las que he pasado son inexplicables. Ojalá me hubiese llegado esto con veintitantos o treinta y pocos años, cuando tenía más ilusiones y ganas de comerme el mundo. Ahora intento estar bien y buscar esa estabilidad que nunca tuve. Tengo la suerte de tener a muchas personas a mi alrededor que me quieren y me ayudan a mejorar.

Al final siempre ganan los monstruos nace de un proceso creativo colectivo

Subí un texto a mi perfil de Facebook y tuvo reacciones de mucha gente. Siempre he escrito para mi porque me daba miedo enseñar y tengo muchos textos en carpetillas que nadie leerá porque no me da la gana. Me animé a subir otro texto que escribí una mañana después de haberme pegado toda la noche de fiesta. Llegué con una sensación muy mala, pensé que no me iba a volver a pasar nada mágico en la vida. Las reacciones a ese texto también fueron buenas. Entonces envié más textos a algunos amigos hasta que se me ocurrió hacer un club de lectura  en Facebook, a finales de 2017, con la idea de hacer un libro de relatos. El club llegó a 65 peronas y gracias al entusiasmo de mis amigos pensé que podría hacer algo más que un simple fanzine fotocopiado. Y al surgir un personaje llamado Dani, quise escribir una historia con un principio y un final. Realmente no tenía muy claro qué quería contar, pero sí cómo lo quería contar. He intentado hacer una historia que la gente pueda sentirla como suya y que puedan empatizar con los personajes.

"El afecto y el cariño evitan que salgamos a la calle a meter fuego"

¿Debería reforzarse la salud mental en la Seguridad Social?

Por supuesto. También se debería enseñar en los colegios e institutos cómo gestionar las emociones.

Corazones que se esconden, falta de comunicación, amistad compleja entre hombres… Dibujas una masculinidad muy cruda y rota.

La masculinidad es así. En mi pueblo si eras una mijilla más sensible o tenías otras inquietudes las pasabas putas. Escribir poesía era sinónimo de ser gilipollas. Creo que es algo generacional, de cómo nos educaron nuestros padres. Ellos, por ejemplo, pasaron una mili. ¿Qué sacaron bueno de allí? ¿Qué educación les han dado luego a sus hijos? La gente de mi pueblo trabajaba en la cereza y en la uva en Francia, Alemania y Suiza. Los hijos se criaban con los abuelos. Luego llegaban de trabajar y se iban a los bares. ¿Qué era ser hombre en ese momento? Tiene mucho que ver con la educación. Los hombres no se han educado para demostrar debilidad o pedir ayuda. Y quería reflejar la fragilidad de esa masculinidad y las fisuras que tiene, además de cómo afecta al contexto y a las personas de alrededor.

Si al final ganan los monstruos, ¿dónde queda el amor?

El amor es lo que te conecta al mundo. No el amor romántico, sino el que puedes sentir por tu madre, tu pareja, o el del apoyo mutuo entre personas. El afecto y el cariño son los sentimientos que evitan que salgamos a la calle a meter fuego. Al final pueden ganar los monstruos, pero siempre se puede pelear por ello e intentar estar bien. Todos tenemos la necesidad de querer y de que nos quieran. Los personajes tienen unas carencias afectivas de la ostia y eso tiene una explicación cultural, social y contextual. Esa ilusión del amor para algunos es real, pero para otros es una vía de salvación. Esto último es una creencia errónea, porque el amor no salva a nadie, es la persona la que tiene que salvarse por sus propios medios. En definitiva, el amor, la amistad y el cariño son los mejores sentimientos que se pueden tener en la vida. 

Sobre el autor:

Carmen Marchena

Carmen Marchena

Gaditana. Periodista feminista por vocación y compromiso. Empecé en las redacciones de Ideal Granada y Granada Hoy. He pasado por eldiario.es/Andalucía. Parte de El Salto Andalucía desde sus inicios. Tengo dos ídolas: mis abuelas Carmeluchi y Anita. Defensora de los Derechos Humanos y la Memoria. Sin más dilación, papas con choco o barbarie.

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