Autodefinido como “payaso, juntaletras, actor, empresario e icono sexual”, Manu Sánchez (Dos Hermanas, 1985) es un tipo vehemente, que no parece quedarse nunca en la media tinta. Es conocido como fenómeno en su tierra, su amada Andalucía, pero también ha tenido incursiones en la tele nacional, y en los teatros, que le han dado dimensión a su polifacética carrera más allá de Despeñaperros. Manu se dedica, sobre todo, al humor. Pero también se pone muy serio para gritar lo que le indigna. Esta semana, con motivo de la sentencia contra la manada, no ha tenido más remedio que expresar en su Facebook lo que muchas sienten al repasar la sentencia: “Todo esto es una barbaridad!! Asco!! Impotencia!! Rabia!! Y lo reconozco, siento odio!! Estoy no queriendo leer más pero esto es vomitivo, horrible, ulcerante!! Malditos hijos de puta!!”. El cómico sevillano, como deducirán quienes no le conozcan, no se corta ni suele ponerse filtros.

Amante del Carnaval, ex jugador de baloncesto y bético hasta la médula, Sánchez acaba de publicar su primer libro, Surnormal profundo, tras dos décadas pisando platós de televisión y escenarios de toda España con un rosario de monólogos y comedias teatrales. Habla con lavozdelsur.es tras pasar la noche en blanco acabando un guion para Santi Rodríguez, y suele currar hasta altas horas de la madrugada “porque tenemos jaleo con cosas de trabajo en México”. Está deseando llegar a Jerez porque “cuando Jerez me dice ven, lo dejo todo”. Eso será con su último espectáculo, El buen dictador, en el Teatro Villamarta los próximos 31 de mayo y 1 de junio.

Acaba su trilogía teatral sobre la iglesia, la monarquía y el Estado. ¿En este país se salva alguien?

(Risas) Hemos terminado, de momento, la trilogía, aunque ya veremos si hace falta tetralogía porque cada vez nos están dando más motivos para poner al personal delante del espejo de la caricatura, de la comedia, de la crítica… para al menos poder decirle a los poderosos que la gente está aquí, que los estamos mirando y tenemos voz y voto, que algunas veces se les olvida. Les ha tocado este repaso a través de la comedia, pero con intención de meter el dedito en la llaga, a los tres grandes poderes. En las tres obras lo que se busca y se pretende es la risa y el humor, la gente viene a pasarlo bien al teatro, pero a mí la fórmula y la receta que me gusta para hacer humor es la de hacer pensar también un poquito, no dar puntada sin hilo, e intentar que alguna bofetada sin mano caiga por ahí. De momento, estamos disfrutando mucho con este buen dictador, pero ya te digo que seguro que alguien nos da pronto un buen motivo para que nos pongamos manos a la obra con la siguiente.

La realidad se presta, ¿no? Cifuentes al final ha dimitido por un mangazo de cremas en un súper, ¿puede haber algo más hilarante y surrealista?

A mí lo del mangazo me hizo mucha gracia al principio, pero al final me ha dado un poquito de rabia extra porque que hubieran ahí casos como la Lezo, la Púnica, lo del máster en la universidad pública… pero que al final estuviera ahí aguantando y que la jugada final haya sido con tintes mafiosos y de fuego amigo, teniéndola ahí chantajeada con un vídeo de hace unos años, que obviamente es una barbaridad que una representante pública muestre estos valores… es gracioso por lo esperpéntico, pero da un poquito de susto porque huele a mafia barata. ¿Tan fácil es poner y quitar a la gente al agrado de unos cuantos y con la connivencia de algunos? Aunque lo de las cremas, por cutre, sea gracioso, da sustito. Igual después de monarquía, iglesia y estado nos tenemos que meter con la mafia, que parece que manda tela.

“A mí la fórmula y la receta que me gusta para hacer humor es la de hacer pensar también un poquito, no dar puntada sin hilo”

Hay quien dice que vivimos en una dictadura encubierta, ¿quién piensa o dice eso no sabe lo que dice?

Tenemos que ser justos con la realidad y me parece un poquito sobreactuado decir que estamos en una Dictadura, me parece una barbaridad. Creo que las críticas puntúan doble y somos más eficientes si se ajustan a la realidad. Sí es verdad que vivimos pasos atrás en cuanto a la libertad de expresión, con la legislación de la ley mordaza y tal, o vemos cosas como estas de Cifuentes, donde hay manos negras y parece que se mueven hilos de forma poco transparente. Hay mucho que cambiar y regenerar en este país, que es lo que hacían las cremas de Cifuentes. Y a lo mejor a este país le hace falta un poquito de baba de caracol. Hay mucho margen para mejorar la democracia que tenemos pero decir que vivimos en una dictadura encubierta me parece pasarse de frenada, la verdad.

Ese ‘buen dictador’ tiene una barba de Rajoy, actúa “como Dios manda”, pero tiene su rollo populista podemita… ¿Conoce usted a muchos salvapatrias? ¿Este dictador es de izquierda o de derecha?

Este dictador es de todos los sitios, es omnipresente, omnipotente y omnisciente, por eso se permite el lujo de presentarse como el buen dictador. Pero es usted muy observador (risas). Sí que es verdad que actúa como Dios manda, le gustan las cosas de toda la vida de Dios… o sea que de alguna manera tiene ese puntito conservador y reaccionario de quienes les tienen miedo al progreso, pero sin ánimo de hacer spoiler, este dictador aunque tiene una puntita Rajoy que yo no me puedo quitar de encima, tiene licencia para utilizar ese oxímoron de buen dictador y esa paradoja queda perfectamente explicada durante las dos horas de texto, por lo que la gente acaba entendiendo qué significa esta barbaridad, a priori, de ser un buen dictador.

“Aunque lo de las cremas de Cifuentes, por cutre, sea gracioso, da sustituto. Igual después de monarquía, iglesia y estado nos tenemos que meter con la mafia, que parece que manda tela”

Si tuviera ese poder absoluto en la vida real, ¿qué es lo primero que decidiría?

Ufff… la injusticia es lo que más me molesta. Hay luego otro montón de cosas que derivan de situaciones de injusticia: el hambre, la pobreza, la miseria, la explotación… El principal mal de la sociedad es la injusticia y por eso también es tan complicado impartirla, porque al final somos hombres y mujeres los que lo hacemos, y con unas leyes que se quedan antigua, que a veces por fallos de forma tienen sus debilidades… La injusticia sería lo primero que eliminaría de un plumazo. Después, evitando las injusticias, vienen detrás un montón de cosas, porque la mayoría de nuestros males provienen derivados de las diferentes formas de cristalizar la injusticia.

Al hilo de lo anterior, ¿a usted qué no le hace ni puñetera gracia?​

A mí no me hace ni puñetera gracia las situaciones de abuso, no me hace ni puñetera gracia las de maltrato, la injusticia, no me hace ni puñetera gracia  la mentira… Hay un montón de cosas que no me hace ni puñetera gracia y por eso cuando intento hacer gracia la hago intentando hacerla de abajo para arriba, nunca al revés. La gran autocensura que me pongo siempre es hacer humor contra el opresor, no contra el oprimido. Creo que cuando es de abajo para arriba es revolucionario y contestatario, y cuando es de arriba para abajo es un caso claro de abuso y de injusticia. ¿Pueden ponérsele puertas al campo del humor?

No, al campo no hay que ponerle puertas porque deja de ser el campo, y empieza a ser la parcela de uno, el campito de otro… Lo que no se puede es utilizar el humor ni como atenuante ni como agravante de la libertad de expresión. El humor es la libertad de expresión que pretende ser ingeniosa para alguien, no siempre para el que escucha. Muchas veces es terapéutico para el que lo dice. Lo que sí defiendo es que la libertad de expresión no tendría que tener ningún límite legal, pero sí un límite social. Que cada uno diga la barbaridad que quiera y que la sociedad sana en la que creo sea la que dé la espalda. ¿Usted es machista? Dígalo, pero ojalá le dé la espalda la sociedad. ¿Usted es racista? Dígalo, pero espero que no le inviten a los cumpleaños y sus amigos le den la espalda.

Los gilipollas no se acaban prohibiéndolos. Sería muy ingenuo pensar eso. La repercusión y las consecuencias tienen que ser sociales, pero legislar con la ofensa… es que la ofensa es tan abstracta… ¿Cómo se mide lo que ofende? Si le ofende un cuadro no lo mire, o si lo ofende una película no vaya a verla. Creo que es el papel que tenemos como público o espectadores, no consumir lo que ofenda, pero prohibir los chistes de gangosos… me parecería una barbaridad. A mí no me hacen gracia y probablemente Arévalo tenga que asumir que no le van a dar una medalla en su vida, pero cada uno que asuma las consecuencias de lo que dice.

Boadella ha llegado a decir en una entrevista que cuando viaja al extranjero dice que es de Murcia, ¿qué mal rollo pueden llegar a dar los nacionalismos, no?

Hombre, sobre todo cuando son excluyentes. Creo, de todas maneras, que ser catalán es un regalazo, es una tierra estupenda, maravillosa, tengo verdadera devoción y admiración… paso por allí muy a menudo y tengo grandes amigos. Entiendo a lo que juega Albert Boadella en este momento contra ese nacionalismo excluyente, pero estoy seguro de que está muy orgulloso de ser catalán porque tiene motivos.

“Las responsabilidades hay que exigirlas, soy muy crítico con nuestros gobernantes sean del color que sean, pero también hay que ser conscientes de dónde partíamos y de dónde vamos”

Al mismo tiempo usted está muy orgulloso de ser andaluz, y lo refleja muy bien en su último libro, ‘Surnormal profundo’. Una de las frases que recoge dice: “El ataque a los andaluces viene solo porque somos pobres. Cuando dejemos de ser pobres, nuestro acento no será un problema”. A todo esto, Andalucía sigue en la miseria. ¿Algo tendrá que ver que quienes llevan gobernándonos casi 40 años no hayan sido capaces de darle la vuelta a esta situación, no cree?

Por supuesto, por supuesto, a quien tenga responsabilidades hay que pedírselas. Pero el éxito no es solo ver por dónde vamos, sino también de dónde venimos. Las responsabilidades hay que exigirlas, soy muy crítico con nuestros gobernantes sean del color que sean, pero también hay que ser conscientes de dónde partíamos y de dónde vamos.Por supuesto que en Andalucía hay mucho por hacer: Granada lleva mil y pico de días sin tren, el Puerto de Algeciras sin un corredor Mediterráneo y nadie peleando por él, la provincia de Jaén, que no puede ser más rica, y está a veces en las peores listas del paro, Sanlúcar de Barrameda en Cádiz, que me parece la perfecta síntesis del paraíso. —hace un inciso: “siempre que hay un anuncio de Andalucía pienso si es Sanlúcar: carreras de caballos, atardecer, manzanilla, sol, flamenco, Doñana… ¿cómo puede ser que Sanlúcar sea eso y tenga los índices de paro que tiene? Sé de lo que hablo porque soy medio barbateño y conozco esa realidad que es muy barbateña y muy sanluqueña; coño, si esto es el paraíso, ¿cómo tiene esta realidad en el día a día…?—

No defiendo que Andalucía sea lo mejor del mundo, lo mejor del mundo es el mundo, pero me parece que Andalucía es un pedazo de rincón en el mundo para cambiar el mundo y hasta para cambiar Andalucía, que creo que nos queda mucho por hacer.

“No defiendo que Andalucía sea lo mejor del mundo, lo mejor del mundo es el mundo, pero me parece que Andalucía es un pedazo de rincón en el mundo para cambiar el mundo y hasta para cambiar Andalucía”

Hay que quitarse los complejos de inferioridad cuando uno pasa de Despeñaperros para que no le miren por encima del hombro, ¿lo ha sentido?

Claro, constantemente he sentido que por la condición de andaluz se me ha mirado por encima del hombro, pero bueno, ya me encargo yo de recordar que mido 1,95 y que para mirar por encima del hombro hay que estar por encima de la suela de los zapatos.

¿No cree que cadenas como Canal Sur, que tantos millones nos cuestan cada año a los andaluces, ayudan a perpetuar los topicazos de su tierra?

Sin lugar a dudas Canal Sur tiene un marrón entre las manos, que es si seguir haciendo contenidos para su público cautivo, que tiene unas características que son medibles y a las que nos podemos asomar, o si quiere jugársela y apostar por dar la imagen de una nueva Andalucía. Parece que ahora mismo está más cómoda Canal Sur no apostando por esa nueva Andalucía, sino dando contenidos para la Andalucía de una foto concreta que cada vez se está quedando más antigua. Yo siento que Canal Sur es mi casa, la adoro, y muy a menudo intento poner nuevos contenidos de esa Andalucía a la que creo que hay que seguir mirando sin dar la espalda a nada. Tradición y progreso pueden ir de la mano pero creo que Canal Sur tiene un importante reto sobre la mesa. Lo importante de las teles públicas no debería de ser tanto la audiencia o quienes la consumen, sino qué tipo de producto audiovisual o cultural pone encima de la mesa porque eso tiene mucha más vida de lo que es el día a día. Estoy seguro de que en Andalucía todos los días se compra más mortadela que langostinos, pero a mí no me van a convencer nunca de que la mortadela está mejor que el jamón.

Confiese, ¿por qué es usted un pecador de la pradera?

(Risas) Lo soy porque tengo un buen maestro. De alguna manera empecé en esto de contar historias muy cerquita, muy cerquita del gran pecador de la pradera, del gran Chiquito, al que despedimos hace muy poquito. Uno de los orgullos más grandes es el de haberlo podido contar, además de entre mis maestros, entre mis amigos, así que la verdad que ha sido uno de los regalos que te da la vida y luego el público te lo devuelve en forma de mucho cariño. No hay más que ver la unanimidad que ha conseguido Chiquito, algo que no ha conseguido nadie en este país. Y mira qué casualidad, lo que hablábamos, cuando Chiquito salió en la tele por primera vez, el directivo de turno llamó a su descubridor y al mío, Tomás Summer, y le dijo: quita a ese hombre de las camisas raras porque a ese hombre mayor ni lo quieren ver los jóvenes ni lo va a entender nadie. Y Tomás no le hizo caso, aguantó dos o tres programas y ya fue el boom que fue. Pudimos asistir a la muerte prematura de un ídolo por el criterio de un directivo que mira más lo cuantitativo que lo cualitativo.

“Canal Sur tiene un marrón entre las manos: seguir haciendo contenidos para su público cautivo o jugársela y apostar por dar la imagen de una nueva Andalucía”

¿Qué enseñanza valora más de él?

En las dos cosas, tanto en lo profesional como en lo personal. Era remarcable que no se rindió nunca: trabajó sobre un escenario desde muy pequeño, por eso lo de Chiquito, con un cuadro flamenco en Málaga, pero el éxito le llegó a los 60 con la comedia. Era constante, serio, no cumplía el estereotipo de artista caótico, sino que era muy metódico, y en lo personal tan ordenado que siempre iba con Pepita. Todos adoramos a Pepita, que era su mujer, y de hecho murió antes que él y fue uno de los motivos por los que él andaba triste. De alguna manera, pon comillas, nos alegramos de que se pudiera reunir con ella hace poquito. La comedia era su trabajo pero lo que más le importaba, además de la felicidad de los demás, era su familia y su gente. Nos enseñó que estar sobre el escenario es un compromiso tuyo y de los tuyos con el público. Pudo tirar la toalla muchas veces, pero al final parece que el tiempo pone las cosas en su sitio y quizás por eso no se puede rendir uno de manera precipitada, siempre hay motivos para tirar adelante y que suene la flauta. Hay que trabajar duro si lo que haces está bien hecho para que al final terminen creyéndoselo los demás.En el programa que tuvo en La Sexta, ‘El último mono’, usted defendía lo hipster tradicional, lo folklórico moderno. ¿Que és para usted hoy en día lo más rancio y lo más moderno? 

Me parece que ser rancio se ha convertido en algo cool, lo rancio tiene ahora mismo… nos gustan las tabernas, la manzanilla fresquita y el papel de estraza. Lo rancio se ha convertido en algo simpático y yo me sumo y era un poco lo que cantaba en folklórico y moderno. Oiga, mire usted, que esto no va de renunciar al flamenco para decir que es que en Andalucía también hacemos jazz. Esto va de convencer al mundo de que el flamenco también es moderno, es actual, mira adelante… solo hay que ver al montón de gente que están haciendo cosas con el flamenco mirando hacia adelante. No me imagino a Nueva Orleans dándole la espalda al jazz, pero sí veo a muchos andaluces dándole la espalda al flamenco. Deberíamos de gritar eso. Tenemos un montón de raíces porque este árbol no hay manera de tirarlo. Vamos a aprovechar esas raíces y ahora vamos a cuidarlo, le quitamos parásitos, cuidamos la copa, le damos un toque ecológico… pero sin renunciar a las raíces.

“La gran autocensura que me pongo siempre es hacer humor contra el opresor, no contra el oprimido”

Si en Andalucía lo que mejor hacemos es sacarle provecho a los contrastes, si aquí la risa y el llanto comparten el mismo espacio, no hay forma más bonita que llorar que el flamenco, no hay nada más festivo que una Semana Santa… ¿Qué hacemos jazz y revolucionamos la música española con el rock andaluz antes que la movida madrileña? Claro. Hay que sentirse con ganas de futuro sin renunciar a lo nuestro y a las raíces porque soy de Dos Hermanas y me siento el más moderno del mundo. El problema es cuando lo rancio no es el papel de estraza, sino los que dicen que las cosas tienen que ser como de toda la vida de Dios y son reaccionarios e inmovilistas. Eso es un acto de mucha soberbia porque cuando dicen eso lo que están diciendo es que eso tiene que ser de toda la vida de él. Me imagino a los musulmanes cuando acabaron la Giralda diciendo que el minarete tenía que ser como el de toda la vida de Ala… respetando el legado que tenemos y mirando al futuro saldrán muchas más cosas que viviendo en una foto antigua

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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