¿De verdad las mentes están tan avanzadas como para no confundir sexo con amor?

Hay cosas que llegan de Estados Unidos a España y cosas que no. Lo del amor libre y los hippies fue una de las cosas que se quedaron a medio camino, por desgracia. Sí que había algunos grupos de lo que llamábamos, en los 80, “gente rara”. Eran los menos.

El sexo libre de prejuicios se quedó estancado por culpa del puritanismo y la teocracia del Tito Paco. Y su alargada sombra se extendió hasta no hace mucho. La del puritanismo, la del Tito ya tal. Aunque en los USA tampoco es que estén muy avanzados en algunas zonas.

Seguro que alguna vez, tu tío, el marido de tu tía —que era algo así como un protocuñado— te dijo: “Anda que si las chicas de mis tiempos hubieran sido como las de ahora”; y tú pensabas: “Si no ligo nada”; “Antes eran unas frígidas”, añadía. Te parabas a pensar en cómo serían sus tiempos, si tú tampoco es que te hartaras de conquistar. Algún beso furtivo, una cartita, una sonrisa… cuando pasabas de los 16 venían los calentones de discoteca —algún amigo ya llevaba unos meses mojando—, pero por lo general tampoco era para tanto.

Los tiempos de nuestros abuelos tuvieron que ser horribles, con la sábana agujereada y demás inventos de la castidad fingida. Los primeros guateques, los agarraos —bailes lentos— para arrimar cebolleta, las hermanas pequeñas de la chica haciendo de carabina, nada de darse la mano en público y mucho menos un beso… Todo muy prohibido.

Ahora, a mis treinta y tantos, más cerca de tantos que de treinta, me siento un poco mi tío. Veo a los chavales de ahora, con sus redes sociales y sus fotos con morritos y pienso: “Anda que no folláis ná, cabrones”. Mis tiempos no fueron los de mi abuelo, claro está, ni los de mi tío, pero casi.

No es que me escandalice, ni mucho menos; y tampoco les envidio, porque mi momento ya pasó y ligué a la que tuve que ligar. De hecho no quiero que me pase como a los más jóvenes, porque eso significaría que soy un divorciado cuarentón con síntomas del Síndrome de Peter Pan. Patético en parte y liberador, pero con más tintes patéticos.

No sé si ser follamigos es viable. ¿De verdad las mentes están tan avanzadas como para no confundir sexo con amor? Si todavía nos confundimos algunas veces al hablar de amor y amistad. Me gustaría pensar que sí, y que los chicos de la nueva generación están totalmente liberados, y que el sexo es, simplemente, un placer físico.

Quedar para follar sin conocerse de nada a través de una red social. Pues vale. No es mi estilo. Y quizás no lo hubiera sido si hubiese nacido en 1995 —¡hay gente de esta que ya tiene bigote! Dios, qué viejo me siento—. O quizás sí. Seguramente sí, qué coño. No iba a ser yo el rarito del grupo.

Lo cierto es que cada cosa tiene su tiempo, su edad y su era. Y yo nací con unos tiempos que no añoro, porque era difícil pillar. Pero no anhelo los de ahora. Por desconocimiento o por falta de necesidad. Lo que sí es verdad es que todo esto es un marcador de que ya tengo más años que un loro.

P.D: El de la foto, al final, no se la tira.

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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