Nacido en 1934, en Montreal, en una familia de rabinos —no en vano el apellido Cohen— se inició en la literatura llevado por la pasión del descubrimiento adolescente de la poesía de Lorca, y sus imágenes sensoriales, y como divertimento también adolescente aprendió a tocar la guitarra, precisamente de manos de un desconocido maestro gitano que se suicidó poco después. Con compañeros de colegio, montó el grupo country-folk The Buckskin boys, con el explícito propósito de seducir a las compañeras. Profundizó en la poesía, y pronto, cuando ingresa en la Universidad McGill de Montreal,  encontró a quienes serían sus maestros y mentores , Irving Layton y Louis Dudek. Comenzó a publicar  su primeros poemas en revistas universitarias y poco después llegó su primer y magnífico libro de poemas Let Us Compare Mythologies (1956) , al que siguieron The Spice-box of Earth (1961), Flowers for Hitler (1964), las novelas The Favourite Game (1963) y Beautiful Losers (1966), y varios más.

En 1967, tras más de diez años de carrera literaria, comprobando los escasísimos rendimientos económicos de la actividad, y observando el enorme éxito alcanzado por Bob Dylan en esos años, Leonard Cohen, que desde siempre componía sus canciones y las cantaba entre amigos, decidió publicar un primer, y fastuoso, primer disco Songs of Leonard Cohen (1967), que fue como sabemos, continuado por una larga lista de discos, hasta llegar al último, You want it darker (2016), que él ya anunció como su despedida, presentado hace sólo 3 semanas.

Leonard Cohen es un gran poeta del amor, desde la nostalgia: su vida está marcada por la intensidad de estas nostalgias: la eterna nostalgia de Marianne, la nostalgia de aquel Hotel Chelsea, con Janis Joplin, la nostalgia de la vida vivida hasta el exceso. Leonard Cohen ha sabido tallar como un diamante cada una de estas nostalgias, y devolvernos una joya brillante en forma de canción. Tiene un gran ramillete de canciones de oro, cuya influencia es realmente mundial, con versiones cantadas por más de 3.000 cantantes de todo el mundo (Véase la lista actualizada aquí). Su influencia es enorme porque ha expresado en palabras eternas el abismo del amor.

Pero también Leonard Cohen, precisamente por estar al borde del abismo, es un buscador espiritual, ciertamente de la religión del amor en primer lugar, pero acercándose también a las distintas formas de santidad, en su judaísmo originario, en los místicos cristianos y finalmente en la filosofía zen: pasó largas temporadas de su vida , y una gran temporada de cinco años consecutivos (1994-1999) en el monasterio Mount-Baldy, cerca de los Ángeles, con su amado maestro Roshi, siendo ordenado monje zen de la Escuela rinzai, y adoptando el nombre de Jikan (silencio). Su aprendizaje de la nada era compatibilizado con largas meditaciones nocturnas con Roshi, mientras saciaban la sed con los mejores whiskies.

Leonard Cohen, que cayó en la espiral de las drogas en los años 70, y pudo —como tantos— quedarse en el camino, logró salir de ella gracias a las enseñanzas de Roshi, en temporadas juveniles pasadas en el monasterio. Desde entonces, guardó el equilibrio, al menos hasta cierto punto, (con la excepción en algunas temporadas de los grandes brandies y whiskies). Su voz, con la edad y el alcohol, decía,” se vuelve una octava más grave cada año.”

En su Libro del anhelo hay un poema que dice:

Entre los miles

que son conocidos

o que quieren ser conocidos

como poetas,

quizás uno o dos

sean auténticos

y el resto

son impostores,

rondando por los recintos sagrados

tratando de parecer genuinos.

No hace falta decir

que yo soy uno de los impostores

y ésta es mi historia.

Pese a lo que dijo, para millones de personas en este planeta, Leonard Cohen es uno de los grandes poetas del amor. Hoy nos sentimos más solos, aunque nos quedan sus canciones de oro y su palabra eterna.

Sobre el autor:

Joaquín Carrera.

José Joaquín Carrera

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