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Concierto Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Sección de viento-Metal y percusión. Teatro Villamarta. Jueves 26 de noviembre de 2015.

Una interesante combinación de universos musicales muy diferentes se ha ofrecido en los dos bloques del concierto de la sección de viento-metal y percusión de la Orquesta Sinfónica de Sevilla. La primera parte del programa estuvo dedicada mayoritariamente a la música del Renacimiento, con una pieza del Barroco en el comienzo: la espectacular Llegada de la Reina de Saba, del oratorio Salomón de Georg Friedrich Haendel, la obra del concierto que recibió la interpretación menos eficaz debido al tempo excesivamente lento de la ejecución, lo que reducía la brillantez característica de esta página, y a unos desajustes al final que desnudaron la particella de los trombones. Por otra parte, la elección de esta pieza rompe con el estilo de las seleccionadas para el resto de la primera parte y, quizás, hubiera sido una buena idea eliminarla de aquí y utilizarla mejor como "propina" al final del concierto.

Tuvieron bastante más interés las obras que completaron el primer bloque. La Sinfonía Sacra No.1 del compositor veneciano Giovanni Gabrieli, extraída de su colección de Sacrae Symphoniae de 1597 a 1612, inaugura una serie de obras concebidas a partir de complejas combinaciones vocales e instrumentales, que van desde el madrigal sacro hasta el motete concertado, con la inclusión de páginas dedicadas únicamente a un conjunto instrumental, como es el caso. Su creatividad fue tan destacada que hizo escuela en compositores posteriores como Heinrich Schütz, La riqueza sonora y expresiva que contiene se puso de manifiesto de modo transparente por los instrumentistas de la Sinfónica de Sevilla.

De las Canzoni et Sonate de Gabrieli "para ser tocadas por toda clase de instrumentos", de tres a veintidós voces, publicadas entre 1588 y 1630, es decir, varios años después de la muerte del compositor fallecido en 1612, se incluyeron en el concierto la Canzon Duodecimi Toni a 8 y la Canzon Pian'e forte. La interpretada tuvo el mismo nivel de excelencia de la Sinfonía Sacra, logrando un sonido redondo, bien timbrado y ajustado al carácter solemne de estas obras. Tan sólo hubo un problema de afinación en la sección final de la primera, aunque este contratiempo no empañó el que se pudiera poner en evidencia la importancia histórica de estas piezas, que es grande ya que constituyen el primer ejemplo de estilo sinfónico tal y como lo entendemos hoy, no porque no existieran con anterioridad composiciones para varios instrumentos ni a que no se utilizase el término "sinfonía" (aunque usado con múltiples significados), sino porque Gabrieli fue el primer autor en mostrar un dominio del conjunto instrumental como medio sonoro autónomo, aunque en ciertos aspectos aún ligado al estilo vocal. El enfoque dado por el conjunto orquestal de la Sinfónica de Sevilla a su interpretación parece haber prestado especial atención a esta relevante circunstancia.

Las Seis Danzas del Renacimiento del compositor flamenco Tielman Susato cerraron la primera parte del concierto de modo excelente. La mayoría de estas danzas se publicaron presumiblemente en un libro de partituras de baile en 1551. Todas ellas se basan en música cortesana o popular y fueron servidas de un modo nítido, atento a las dinámicas, con especial cuidado del ritmo (tan importante en piezas de esta naturaleza) y con una bella exposición melódica, como se puso en evidencia en la quinta (Ronde mon ami). La danza conclusiva, Pavane Battaille, fue ejecutada de forma especialmente brillante.

Tras el intermedio, se interpretaron unas muy interesantes obras del siglo XX, que contrastaban de modo radical con las anteriores. Son partituras que aún están en fase de estabilización en el repertorio habitual de las salas de concierto y por ello es de agradecer que se les preste atención.

La Suite Un Londinense en Nueva York (A Londoner in New York), del compositor británico James Parker muestra sus polifacéticos recursos creativos, curtidos en el cine, la televisión o las salas de conciertos, y la influencia de compositores como Bernstein o Gershwin (en vez de ante un americano en París estamos ante un inglés en Nueva York, según el juego que propone el título de la partitura). Los cinco números de esta obra programática son diversos en contenido y recursos sonoros, y nos llevan a universos diferentes como la música atonal presente en el tercero (Grand Central Station) o el jazz que impregna casi toda la obra. El cometido no es pequeño ya que hay partes comprometidas para todos los instrumentos participantes en el concierto. Por ejemplo, hay exigencias en la percusión especialmente en el cuarto (Central Park). Asimismo, la tuba en el segundo (Chrysler Building) o los trombones en el muy brillante último número (Radio City Music Hall), uno de los mejores momentos del concierto. Mención especial merece la notable adecuación estilística de los músicos. Tras los óptimos resultados alcanzados en las piezas renacentistas, aquí demuestran que se pueden adaptar también al desenfadado estilo, casi coreográfico, de James Parker.

Los Gatos de Metal (Brass Cats), del compositor y productor de la división Argo de la casa discográfica Decca Classics Chris Hazell, es una obra en cuatro partes que ha tenido bastante fortuna en las salas de concierto al ir interpretándose con cada vez mayor frecuencia. En ella quedan demostradas todas las habilidades de Hazell como arreglista de piezas para cantantes líricos como Kiri Te Kanawa, Angela Gheorghiu o Bryan Terfel. La atmosfera sonora nos acerca a la música cinematográfica y al pop, estilo que ha sido respetado cuidadosamente en la interpretación aquí ofrecida, quedando nuevamente demostrada la versatilidad del conjunto instrumental de la Sinfónica de Sevilla. La primera pieza (Mr. Jums) fue ejecutada con una elocuente exposición de la línea melódica. Asimismo, fue interesante el enfoque de la tercera (Borage) porque quedó resaltado el particular parentesco que aquí puede encontrarse con Un Londinense en Nueva York.

Los aplausos del público fueron agradecidos con una pieza fuera de programa que se despegaba demasiado del diseño general del concierto: un pasodoble extraído de la zarzuela El Gato Montés de Manuel Penella.

Por último, el firmante quiere expresar su apoyo a la Fundación Teatro Villamarta, hoy en una muy grave situación ya que, en cumplimiento de la Ley 27/2013, si las Administraciones públicas implicadas no lo remedian desaparecerá el próximo 30 de noviembre de 2015. Ello afectará muy negativamente al Teatro y, por tanto, a la actividad cultural de Jerez.

Sobre el autor:

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Joaquín Piñeiro Blanca

Profesor Titular de la Universidad de Cádiz. Departamento de Historia Moderna, Contemporánea, de América y del Arte.

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