Rafael Saravia nació en Málaga, pero se fue a León muy pronto, cuando era niño. Esta es su primera vista a Jerez, aunque de Cádiz conoce muy bien la playa de Bolonia. Piedra, roble y nieve son los elementos que conforman el imaginario de este poeta del norte. Los poemas que presentó en la Fundación Caballero Bonald recogen “las pulsiones poéticas de los últimos cinco años”. Para el autor, este libro es especialmente importante porque le “abre una nueva vía” y le expulsa de ese estado de tranquilidad creativa en que se hallaba. La necesidad de búsqueda de nuevos caminos poéticos le ha generado tanto euforia como miedo. El libro consta de tres partes, nos explicó. La primera es “más política y contestataria, más reivindicativa”. Aunque Rafael reconoce que no cree en las clasificaciones convencionales de la poesía: “La poesía o es verdad o no es”.No cree en la poesía social o política, la poesía de la experiencia o de la diferencia…. Las causas nobles y justas no producen necesariamente poemas buenos y bellos, como algunos suponen. La segunda parte trata del amor en todas sus dimensiones, “uno de los grandes pilares de la vida”. Y la tercera habla de la búsqueda del yo, de “traspasar el espejo”. El poeta ha sentido la necesidad de hermanarse con el medio en el que vive. En esos poemas indaga la relación del yo con los elementos más básicos que conforman nuestro entorno. Quiere sentir la madera y la piedra para “conseguir despertar algo parecido al respeto”. Son poemas que nacen de sus vivencias, de su relación con esa naturaleza del norte y sus “materias esenciales”.Nos leyó varios poemas y hubo un diálogo con el público. Se habló de la necesidad de eliminar las fronteras, en lo político y en lo estético, porque las clasificaciones y los géneros son imposiciones innecesarias: “El lenguaje poético no tiene límites”. Es el espacio lingüístico donde todo es posible, por eso asusta o no se entiende. Para Rafael, la poesía persigue la belleza, porque es únicamente “pensamiento y música”. Y la música no es algo exclusivo de los humanos. En la naturaleza, en el bosque, hay música. Hemos inventado la literatura o la ciencia, pero la música no, ya estaba ahí. Es un lenguaje que trasciende, universal: “El encuentro entre el lenguaje y la música es la poesía”. Gamoneda, Valente, Claudio Rodríguez o Vallejo son sus modelos, escritores que no se desentienden del mundo ni de la belleza formal. Rafael Saravia escribe desde niño: la palabra fue su refugio, su fuente de poder en un mundo hostil.XXI
Tiene aquí la madera un defecto de transparencia.Tiene la montaña un antojo de insomnio al vaivén de las hojas secas.Son robles;descendientes de un suspiro de mar deforme.Ancianos cuenta-lustros que abrigan el recuerdo y sus heladas.Son las sombras que el peregrino abandona en sudada angustia.


