Hagamos un juego de memoria. Existen ciertas constantes en el rock español. Su desajuste horario crónico, su gozoso gamberrismo, su desprejuiciado mestizaje, su empeño de construir la casa por el tejado…  Quizás sea esto último lo que motiva la repetición de cierto apellido a lo largo y ancho de su historia. ¿De qué apellido se tratará? Antonio Vega. Nacho García Vega. Pasión Vega. Nacho Vegas. La propia Vega, a secas. Tantos “Vega” tenemos en el pop español que es difícil elegir uno. ¿Con cuál se queda usted? Si nos preguntasen a nosotros, reivindicaríamos una de esas placas por las que debemos agradecimiento eterno al sello Movieplay: La noche que precede a la batalla, de Daniel Vega. Una entre las joyas que se agolparon en 1976, año dorado del progresivo español que iremos poco a poco desgranando. Y que, con la salvedad de algunas placas de Aguaviva, carece de parangón en el parvo folk progresivo de sus contemporáneos. Señoras y señores, he aquí el primer Vega del cancionero español. Asturiano de pro perdido por tierras sudamericanas como corresponsal de guerra, nuestro compositor, cantante y guitarrista, firmó en su exilio un libro de poemas bajo el seudónimo Daniel Astur Vega antes de atreverse con un álbum inspirado probablemente en la batalla de Covadonga. La cara B, Cantábrico, la consagra a la dura vida de los mineros, como buen cantor asturiano, incluyendo una emocionada Madre Asturias:

"Tiene el cuerpo negro y verde y es rebelde una historia y un relieve que recoge en sus arterias carbones almas y ferias, y es rebelde.

Ella es la favorita de la lluvia y señorita que el Cantábrico corteja al rozar su silueta.

Ella sabe la manera capaz de atraer al viento más fuerte que siempre acude y se queda colgado de una arboleda y enredado hasta que muere"

El cantautor se ocupa de la voz y la guitarra acústica. Le acompañaban Luis Mendo a las guitarras, Pedro Pérez a los vientos, Manuel Aguilar al bajo, Miguel Sanz "Judas" a los teclados, Juan Carlos Medrano a la española y Rafael Pérez a la percusión. Dicen que Pedro Ontiveros, el de Guadalquivir, también se dejó ver por el estudio. Producía García-Pelayo y la portada, como tal vez haya intuido el lector, se la debemos al padre de Hijos del agobio, Máximo Moreno. Qué tendría la hierba de aquel tiempo para generar tanto culo inquieto. Daniel, que había añadido legalmente “Astur” a su apellido, fallecería en 2010. Se desvelaron entonces cuatro canciones de un proyecto inacabado, Canciones para otros, y fragmentos de una suite a su patria chica de la que existe en algún sitio una partitura. La editorial Hipálage publicaría su poemario Emanaciones-Nude. Aunque su magnum opus (reeditado en 2005) adolece de brevedad y temas de relleno, dos características que no casan muy bien cuando se juntan, la campeadora Compañeros es uno de los mejores temas breves del progresivo ibérico. En ella la exaltada voz de Vega se expresa con toda su fuerza.

“Compañeros que me oís, pido que cuando yo muera no me enterréis, amarradme mi bandera.

Amarradme a mi bandera y poneos tras de mí, que os pueda así servir de muralla y podeos ayudar así en la batalla, que aunque esté muerto es mi batalla”

Nunca la morriña había sonado tan fiera.

Sobre el autor:

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Óscar Carrera

Estudió filosofía, estética e indología en las universidades de Sevilla, París y Leiden. Autor de 'Malas hierbas: historia del rock experimental' (2014), 'La prisión evanescente' (2014), 'El dios sin nombre: símbolos y leyendas del Camino de Santiago' (2018), 'El Palmar de Troya: historia del cisma español' (2019), 'Mitología humana' (2019) y la novela 'Los ecos de la luz' (2020). oscar.carrera@hotmail.es

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