El trayecto total era una línea de 46 kilómetros y llegaron a trabajar casi dos mil trabajadores. Así se gestó la traída del líquido elemento a los hogares de la ciudad.

Durante el siglo XIX Jerez fue testigo de enormes cambios en su fisionomía urbana, ejemplo de ello será la instalación del servicio de alumbrado de gas en 1860. Durante el Sexenio Democrático, se ordenó el derribo de ciertas iglesias —como ya comentamos en La Importancia de Jerez en la Revolución de 1868— y los solares de estas fueron destinados a nuevos usos públicos. De entre estos, cabría destacar la construcción, en el espacio ocupado por el antiguo convento de San Francisco, de nuestra actual plaza de Abastos. Otro gran cambio que vivió la ciudad en estos tiempos, y motivo del presente artículo, fue la traída de las aguas del Manantial de Tempul al casco urbano.

Hasta ese momento los jerezanos se abastecían de agua que procedía de la lluvia y que se recogía en los pozos o aljibes excavados en los patios de las viviendas, la penuria era grande pues cada habitante contaba, de media, con poco más de cuatro litros al día y los problemas, surgidos por la deficiente higiene y la salubridad pública, eran apremiantes. Valga decir, que en una ciudad en pleno desarrollo como Jerez era necesario contar con ciento cincuenta litros de agua por habitante. El servicio estaba en manos, generalmente, de unos aguadores que tomaban la misma con unos barriles en los manantiales, para transportarla con animales, y venderla casa por casa.

A mediados de siglo, la necesidad hizo que sugieran nuevos servicios y en 1857 apareció una empresa que se dedicaba a transportar en carros el agua hasta los domicilios, cobrando un precio menor que el del tradicional aguador. Igualmente, el Ayuntamiento proporcionaba gratis el servicio a todos aquellos que se acercaran a las fuentes de su propiedad, siempre y cuando los presupuestos municipales lo permitieran. Si el Cabildo poseía grandes cargas fiscales, el agua se arrendaba a un particular.  Dicho todo esto, podemos decir que el agua de Jerez era cara y que se disponía de ella en poca cantidad. Por otro lado, su calidad dejaba mucho que desear pues buena parte de la misma provenía de pozos.

El Ayuntamiento, ante la expansión urbana de la ciudad, deseaba poner arreglo a este asunto de primer orden. En 1861 se formó un Consejo de Administración provisional, presidido por Rafael Rivero de la Tijera —del que ya hablamos en el artículo La gran epidemia de cólera en Jerez y después de unos estudios, realizados por el ingeniero Ángel Mayo, se decidió traer el agua del manantial del Tempul, por su potabilidad, y se dejó a un lado la idea de extraerla del Guadalete y del Majaceite.

Un problema derivado de esta decisión fue que las tierras del Manantial de Tempul estuvieron en litigio debido a que fueron expropiadas ya que, aunque habían sido de titularidad pública, en una desamortización fueron vendidas a José de la Calle y, cuando se decide la construcción del acueducto, se expropia este terreno a este hombre en 1864, que las usaba como fuente de energía para su molino. Para evitar que el litigio se alargara, la sociedad convino en pagar con 780.000 reales los derechos sobre el manantial, cuyo propietario había adquirido por menos de una tercera parte pocos años antes.

Otra contrariedad fue que las aguas de Tempul mostraban una gran oscilación de su caudal a lo largo del año y suministraban menos agua que la del Guadalete, por lo que solo podía utilizarse la misma para el uso cotidiano y no para el riego.  Si se hubiera tomado la decisión de traer el agua desde el Guadalete, se habría podido provisionar de riego a la ciudad, pero al ser estas de menor calidad, y al ser el objetivo principal el abastecimiento de las personas, se optó por las del citado manantial.

Tras estos estudios y preparativos, se comienzan las obras generales en mayo de 1864 pero la crisis bancaria internacional afectará a la economía de la ciudad y esto provocará que, desde el año 1866 hasta junio de 1868, las obras se paralicen.

Esta crisis financiera condicionó que las primeras piedras del acueducto se pusieran en 1868 y, para amparar el proyecto, se creó poco después la Sociedad anónima de Abastecimiento de Aguas Potables de Jerez de la Frontera, con un capital total de 30 millones de reales y siendo, de estos, 18 millones del Ayuntamiento. En el Consejo de Administración se sentaban las personalidades más representativas de la burguesía jerezana, como Rafael Rivero de la Tijera —presidente—, Pedro López Ruiz —alcalde del municipio— o Manuel Bertemati. La necesidad de agua en Jerez era apremiante y concebir el proyecto bajo la óptica del asociacionismo, para lograr el éxito y el progreso, era común entre los jerezanos de entonces, ejemplos anteriores del mismo podemos encontrarlos en la asociación del ferrocarril, de éxito rotundo.

El proyecto se dividió en trece partes: la primera correspondía a los manantiales y toma de aguas. Las ocho siguientes alternaban una sección del acueducto y un sifón, la décima parte correspondía a un depósito de recepción y las tres últimas partes eran obras de distribución en la ciudad. El trayecto total era una línea de 46 kilómetros y llegaron a trabajar casi dos mil trabajadores.

El acueducto fue construido utilizando materiales de mampostería y ladrillo, poseía una altura máxima de 1,30 m y un ancho de 0,95 m. Cada sección del acueducto se alternaba con un sifón para que salvara el problema de los desniveles.  Y el acueducto, a lo largo de su recorrido, aparecía en zanjas, minas o en puentes, para superar los obstáculos del terreno.

Al llegar a Jerez el agua se conducía por el sifón del Albadalejo y, atravesando lugares como la calle Medina, Larga y Porvera, subía hasta la ermita del Calvario, en las viñas de Picadueña, donde se encontraba el depósito.

Este depósito permitía distribuir el agua con facilidad, ya que se encontraba a una altura superior a la del piso más alto de la ciudad de aquel entonces. Debido a esto, en 1877, según una memoria del ingeniero Ángel Mayo, serían canalizadas más de doscientas sesenta calles. De esta forma, casi todo Jerez podía disponer de agua corriente en sus casas, pero debido a los costos del servicio, esto sería un lujo que las clases sociales trabajadoras de la ciudad no podrían asumir.

No obstante, se crearon cuatro fuentes de servicio y cinco de vecindad, destinadas al abastecimiento público y que fueron colocadas en las calles Clavel, Arcos, en la plaza de las Angustias, en San Agustín y en San Lucas, el único requisito era que, la persona que quisiera coger agua, llevara vasijas consigo.

En 1869 se abrió el acueducto y el día 16 de julio se procedió a su inauguración. Para celebrar este acontecimiento el Ayuntamiento declaró un programa de festejos para los días 15 y 16, que incluían repique de campanas, actuación de tres bandas de música, función pirotécnica y el reparto de 4.000 raciones de pan para los pobres.

El 22 de junio de 1869 se produjo, a las cinco de la tarde, la apertura de las compuertas en Tempul. Las aguas se esperaban a las diez de la mañana del día siguiente y las autoridades, para tal acontecimiento, estuvieron reunidas alrededor del depósito en Jerez. La prensa local fue testigo de este momento con gran expectación. La inauguración oficial estaba prevista para el día 16 de julio pero los festejos comenzaron en la víspera con un repique general de campanas general. Por la noche, tres bandas de música situadas en el Casino, en la Lancería y en la Alameda Cristina animaron la velada. Se instaron a los dueños de las casas para que colocaran colgaduras y las calles se iluminaron con farolillos. En el Arenal se instaló un jardín con macetas de flores y a las diez de la noche hubo un espectáculo de juegos artificiales.

A las tres de la tarde tuvo lugar, en el Depósito, un acto de bendición de las aguas por parte del Arzobispo de la Diócesis y con la presencia de las principales autoridades de la zona. A las siete de la tarde, tras un recorrido por la ciudad de estas autoridades, D. Rafael Rivero y el ingeniero Ángel Mayo, hacían girar la rueda del servicio para dar, con este simbólico gesto, el agua a la ciudad.

Estas aguas supusieron para el municipio una inestimable mejora del servicio, mayor limpieza de sus calles y una mejora general de la salud pública. Autores como Gumersindo Fernández de la Rosa opinan que la traída de estas aguas jugó un papel fundamental en la desaparición del cólera en Jerez, por citar un hito histórico de importancia tratado en nuestro artículo “La gran epidemia de cólera en Jerez (https://www.lavozdelsur.es/la-gran-epidemia-de-colera-en-jerez)”, que tan grandes estragos causó en otras ciudades del entorno como Cádiz, Puerto Real o el Puerto de Santa María.

Finalmente os compartimos unos extractos que hablan de cómo fue recibida por la prensa de la época la inauguración y la llegada de las Aguas de Tempul a Jerez:

Jerez está de enhorabuena.

Las aguas de Tempul que tantos sacrificios han costado, sacrificios de dinero, de tiempo y paciencia, de lucha y de trabajo: las aguas de Tempul que han tenido por enemigos tantos incrédulos y tantos egoístas, sin contar las crisis comerciales, la revolución y los males, males inherentes al estado de incertidumbre y de zozobra social y política que venimos viviendo desde hace años: las aguas de Tempul, repetimos, brotan ya por las calles de la población, y se elevan triunfantes por encima de los más altos edificios, vertiendo su magnífico rocío sobre este pueblo abrasado y sedienta, que lo recibe como justa recompensa de su constancia y de su fe en el porvenir.

Si: la recompensa es justísima porque Jerez se ha distinguido siempre entre los pueblos de Andalucía, por su perseverancia en las grandes empresas y por la fe sus futuros destinos.

Son incalculables los beneficios que las aguas pueden reportar a esta población. La limpieza pública nos traerá condiciones higiénicas tanto más preciosas cuanto mayor y más fundado es el temor de que pueda visitarnos la epidemia (…)

Jerez 5 de Julio de 1869.

(Revista Comercial).

TEMPUL EN JEREZ

¡Viva Jerez! ¡Viva el ingeniero señor Mayo! ¡Viva D. Rafael Rivero! ¡Viva la Junta de Consejo de la Sociedad de aguas!

Estos gritos, salidos de los pechos de unos cuántos jerezanos embargados por la emoción más sublime, resonaron ayer confundidos con el armonioso eco producido por un torrente de agua de Tempul, que sonoro y bullicioso se despeñaba por la que muy bien pudiéramos llamar cascada de Mayo (…).

Eduardo Hernández.

Jerez 24 de junio de 1869.

Bibliografía

Álbum de las Aguas: Recopilación de los artículos, reseñas y poesías de la Prensa española con motivo de la inauguración de las Aguas de Tempul en Jerez de la Frontera el día 16 de julio de 1869. Jerez de la Frontera. 1869.

Archivo familiar de Sebastián Chilla.

Barragán Muñoz, J. M. Aguas de Jerez. Jerez. 1994.

Caro Cancela, Diego. Burguesía y jornaleros: Jerez de la Frontera en el Sexenio Democrático. Jerez. Caja de Ahorros. 1990.

Sobre el autor:

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Emilio Ciprés

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