Juan Manuel Benito, Eva Serna y Diego Sánchez son los responsables de la compañía jerezana de títeres, fundada en 1994 y que ha cosechado numerosos premios en el mundo de las artes escénicas.

Gota a gota chispean lágrimas del cielo en un precioso jardín escondido en el barrio de San Miguel. Diminutas gotas se deslizan de la azotea hasta parar en una de las pocas mesas desplegadas en el patio durante el grisáceo febrero. En los meses de verano, las plantas suelen tener más compañía. Por las mañanas las acaparan los intensos rayos del sol y a medida que anochece, reciben la visita de un concurrido público y unas simpáticas marionetas. Juan Manuel Benito, Eva Serna y Diego Sánchez son los responsables de que el espacio ajardinado se llene de vida, pero sobre todo de historias imaginativas que engatusan a niños y mayores. Los dos hombres del grupo se conocen en la década de los 80 durante los numerosos almuerzos que hacían en común con otras casi 40 personas. "Nosotros lo llamábamos la cooperativa", apunta Diego, a lo que explica: "Era gente que trabajaba y que no tenía tiempo para ponerse a cocinar". "Un día, en la sobremesa, hablando sobre nuestro tiempo libre, nos preguntamos por qué no hacíamos algo que pudiera llegar a ser divertido para todos... y propuse hacer teatro de títeres", cuenta su compañero, a quien desde entonces concibe como prácticamente un hermano. 

Para la compañía La Gotera de Lazotea todo surgió de manera espontánea, con la misma magia con la que algunos de sus títeres humanos arrancan a volar. En 1981, de la nada, de esa "cooperativa culinaria", 18 personas se aventuran a representar su primera función —versionando un cuento de Calleja— en el colegio La Unión. ¿El título? El nombre con el que finalmente bautizan a su propio grupo de títeres: La Gotera de Lazotea. Aprenden el oficio de manera autodidacta, robando con la mirada a otras funciones de títeres e incluso alguno se apunta al Conservatorio de Jerez para aprender a tocar cualquier instrumento que encajara dentro del espectáculo. "No hay ninguna carrera en la que tú estudies títeres. Como mucho hay alguna asignatura en Arte Dramático, pero no hay nada oficial", destaca Eva. La única mujer de la compañía se introduce en el equipo después de que La Gotera llevara unos años sacando el teatro a las calles de Jerez para dibujar sonrisas en los niños. Confiesa que empieza a dedicarse a los títeres porque se enamora de los espectáculos de La Gotera.

Casi una década después, lo que comienza siendo una mera afición entre personas con gustos afines, termina convirtiéndose en un oficio profesional. De aquellas personas que empiezan dentro del equipo, solo tres continúan a día de hoy en La Gotera. Muchos, por su situación familiar o laboral, escogieron desvincularse y seguir la función como espectadores. “En 1994 decidimos dejar cada uno nuestras profesiones y dedicarnos únicamente a La Gotera”, expresa Eva, que por aquel entonces trabajaba para Correos. Juan Manuel pidió una excedencia en el colegio con 39 años y Diego abandonó su puesto de capataz en una de las bodegas de la ciudad con 40 años. No obstante, advierten de que no hubieran sido capaces de apostar por la compañía de no ser por el apoyo que les mostró su familia "escogida", se refieren al grupo de personas con las que conviven en una gran residencia compartida en calle Caballeros. 
Diego, Eva y Juan Manuel juegan con la libertad y la esperanza que pueden llegar a despertar unos monigotes de madera en los más pequeños. "Para nosotros los cuentos tienen que acabar bien. Los niños están jugando con símbolos en los que la incertidumbre que encuentra en algunas ocasiones, le pueden hacer creer que están indefensos. Para ello recurren a los padres, a los amigos… y sobre todo a los cuentos", explica Juan Manuel, a lo que añade: "Y cuando alguien que lo quiere le cuenta un cuento, le está diciendo al final del cuento: No te preocupes, tu problema tiene solución". Según él, esa es la razón de por qué los cuentos populares infantiles han perdurado entre generaciones. La chispa de esperanza, de que todo es posible y de que la única salida es vencer al miedo. Por ello, como ellos mismos recalcan, sus historias nunca acabarán mal. Entre risas, comentan que durante un tiempo representaron en su teatro de títeres La boda de la pulga y el piojo, una nana popular. A la tercera vez que vieron que los niños se horrorizaban y quedaban estremecidos con el triste final del ratón -animal que termina siendo devorado por el gato- decidieron cambiarlo para que los niños salieran de la función con alegría e ilusión, y no con una puñalada en el corazón.

Prácticamente todas las regiones de España, América Latina y casi el continente europeo entero han contemplado La mata de la albahaca, A cuentagotas, La gallina Churra o Garbancito en la barriga del buey, obras que ellos mismos plasman del cuento al escenario, junto con historias completamente inventadas. "Siempre que solemos contar la historia de garbancito nos paramos cuando este es comido por el buey. Nosotros, por invención propia, contamos la aventura que protagoniza garbancito dentro de la barriga del buey", comparte Eva sobre su última obra, la cual ha sido galardonada a mejor espectáculo de títeres en la Feria Europea de Artes Escénicas para niños y niñas 2017 FETÉN, en Gijón. El guión de esta función lo crea Juan Manuel, quien confiesa estar obsesionado con la pequeña legumbre por ser era una historia que siempre le contaba su abuela. En el caso de La gallina Churra, Eva es quien extrae la historia del cuento del gallego Xan López Domínguez. "Decidí traerla al mundo del títere porque a mis hijos les encantaba el cuento de La gallina Churra. Claro, yo me preguntaba por qué les gustaba tanto, y es porque trata la crisis de identidad y el cuento te enseña que cada uno es como es y no tiene por qué intentar ser otra persona", explica. 
Con sus títeres de guante, de mesa o varilla representan cuentos que pueden o no tener una enseñanza. No obstante, todas tienen un trasfondo, una idea que el autor de la obra busca transmitir inconscientemente. En un principio los tres niegan que sus cuentos tengan una función más allá de encontrar la sonrisa en sus espectadores. Pero a medida que continúan hablando sobre las ideas y la moraleja que normalmente tienen las historietas, admiten que al fin y al cabo sus cuentos nacen de unas vivencias, de una experiencia previa y de una inquietud que necesitan expresar a través de los títeres que ellos mismos tallan. Diego dice que en la obra de garbancito hacen una denuncia “suave” sobre la precariedad laboral actual donde el titiritero es despedido de alguna manera porque no tiene títere para manipular. "Este se queda en el paro y lo vuelven a contratar de becario o de prácticas… De alguna forma, soterradamente, se está denunciando la precariedad que hay en el trabajo y la forma de contratar a la gente". 

Hace más de diez años que los títeres abandonaron las plazas públicas de Jerez. La Gotera de Lazotea recuerda con mimo aquellos domingos en los que representaban sus funciones en la Alameda Vieja junto a la Banda Municipal y, lo único que perdura a día de hoy, el mercadillo. "Esa acción pública de títeres en la calle se ha perdido, ya no hay", comenta resignada Eva. "Lo intentamos recuperar pero no hay manera", agrega su compañero Juan Manuel. "Hubo funciones durante más de 20 años. Durante el gobierno de Pilar Sánchez se dijo que iba a haber algo de magia, pero al final ni magia ni títeres. Se cargaron todo eso", finaliza el último titiritero, mientras siguen cayendo gotas sobre mojado.  

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Claudia González Romero

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