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El sindicato CNT ha organizado un ‘Paseo por la memoria anarquista de Jerez’, con la intención de interpretar el paisaje urbano desde el punto de vista del movimiento obrero y anarquista.

La historia también se lee en los edificios, en las calles, y aún hoy da pistas de la fuerza que en el pasado reciente ostentó el anarquismo en la ciudad. El sindicato CNT ha organizado un Paseo por la memoria anarquista de Jerez, con la intención de interpretar el paisaje urbano desde el punto de vista del movimiento obrero y anarquista, algo inusual en las habituales rutas de guías turísticos. Un recorrido por la sede de las organizaciones, los escenarios en los que tuvieron lugar los ajusticiamientos de la Mano Negra, el Asalto Campesino, el recinto donde celebraban los mítines en la época de mayor apogeo del movimiento anarcosindicalista hasta el alzamiento militar, el 18 de julio de 1936, las cárceles en las que pasaron sus días y sus noches los condenados por apoyar a las guerrillas y el punto de Jerez que acoge, hasta ahora, el único recuerdo que la ciudad rinde a las víctimas de la Guerra Civil.

El centro de Jerez cuando era las afueras

En la Alameda Vieja descansa una placa mohosa sobre un monolito, no es otra cosa que el único homenaje que la ciudad rinde a las víctimas de la Guerra Civil. Este recuerdo conmemorativo fue colocado en 2006 cuando los exalcaldes Pedro Pacheco y Pilar Sánchez gobernaban en coalición. El día de su inauguración no estuvo exento de polémica. El acto se vio empañado por pitos y quejas, los defensores de la memoria histórica pensaban que el homenaje no estaba a la altura y con sus protestas lograron desatar los gritos de Sánchez. “También pedíamos que retirasen la estatua de Primo de Rivera de la plaza del Arenal”, recuerda Paco Cuevas, actual secretario local de CNT.

La ubicación de la placa no fue ni mucho menos aleatoria. Allí en la Alameda Vieja, en un punto impreciso, se llevaron a cabo muchos de los fusilamientos de 1936. Ahora este emplazamiento forma parte del centro de la ciudad, sin embargo, en aquella época se encontraba a las afueras. La plaza de toros, el antiguo cementerio, y otros lugares más alejados como La Trocha, también fueron escenarios de las ejecuciones. De los 390 fusilados en Jerez durante el conflicto civil, 91 de ellos eran anarquistas, según ha concluido una investigación reciente mediante el estudio de documentos del Archivo Municipal.

El anarquista jerezano exiliado en Francia, Manuel Pinto, escribió un poema titulado Alameda Vieja en el que reflejaba las penurias de entonces, firmado con el seudónimo Manuel Lozano: Me senté en un banco para distraer el hambre. Cantaba un fandango de Jerez. Pasó un mendigo me dio un pedazo de pan. Me dijo: “Para que no te mueras”.

Mítines multitudinarios

En uno de los costados del Alcázar, en el Antiguo Teatro Eslava —del que solo quedan los jardines—, los movimientos obreros y anarquistas celebraban los grandes mítines de afirmación sindical. Ante la falta de aforo en los locales que poseía, la CNT organizaba los encuentros con sus simpatizantes y afiliados en el teatro. Eran verdaderas demostraciones de fuerza a la que asistían todos los gremios. Dirigentes nacionales como Ángel Pestaña arengaron a los anarcosindicalistas en este teatro. En 1934, Jerez contaba con 100.000 habitantes, de los cuales 15.000 eran afiliados a este sindicato. La influencia del sindicato era tal que en 1936 creció hasta los 20.000, es decir, una cuarta parte de la población estaba afiliada a la CNT desde niño. El 14 de julio de 1936, se reunieron allí por última vez antes del alzamiento militar. Pero no era de uso exclusivo. Según Cuevas, otros colectivos y organizaciones, como los republicanos y la Falange, se servían de este emplazamiento de propiedad privada, perteneciente a la familia Eslava, mediante arrendamiento.

El gran cacique

Muy próxima al Alcázar se encuentra la casa palacio del conde de los Andes, de estilo neoclásico. Este noble fue el gran cacique de Jerez a finales del siglo XIX, con gran fortuna e influencia. Era miembro del Partido Liberal y ocupaba un sillón en Las Cortes. Desempeñó un papel relevante en los procedimientos de la Mano Negra, al impulsar la persecución de los jornaleros. De uno de sus descendientes se sabe que dejó embarazada a una de las criadas y que costeó los estudios del hijo fruto del ‘affaire’, José Luis Pantoja, conocido por ser uno de los primeros gitanos con estudios universitarios. Paradojas de la vida, Pantoja ha escrito uno de los pocos libros sobre la presunta organización anarquista secreta, La Mano Negra: Historia de una represión.

Donde estaba el diablo

La sede de La Voz del Campesino, dirigida por Sebastián Oliva, presidente durante muchos años de la Fenoa (Federación Nacional de Obreros Agricultores) se ubicó en la calle Visitación. Este periódico era la prensa obrera de la época a nivel nacional y se editaba en ese rincón jerezano, después de cerrar su redacción en Cataluña. La publicación interpretaba los acontecimientos del momento desde la perspectiva de los trabajadores agrícolas. Apenas quedan ejemplares de la publicación y la única copia casi completa se conserva en el Archivo de Historia Social de Ámsterdam, y recientemente fue adquirido por la CNT.

En el mismo inmueble de la calle Visitación, Oliva abrió una escuela gratuita no reglada —porque carecía del título de maestro— para niños y trabajadores. Más tarde sería trasladada, al igual que la redacción, a un corral de la calle Cruces. En la planta baja vivía la familia del famoso dirigente y recibía a los alumnos en torno a una gran mesa donde aprendían a leer y a escribir. Muy próximo, junto a la Catedral, se encuentra el convento del Beaterio donde impartían clases a niñas. “Según las nietas de Sebastián, las monjas decían a las alumnas cuando salían que no se acercaran allí (a la casa de los Oliva) porque estaba el diablo”, cuenta Cuevas. En la primera planta de la vivienda residían los dos grandes colaboradores y relevos de Oliva en la CNT: José Ballesteros y Diego Martínez. La pluma del segundo firmó las Bases del Trabajo un mes antes de la Guerra Civil, el convenio que suponía una amplia mejora de las condiciones laborales.

El corazón de Jerez a finales del XIX

A finales del siglo XIX, el centro de la ciudad se ubicaba en el barrio de San Mateo, mientras que la plaza del Arenal se hallaba en la zona de extramuros. De ahí que en 1884, la ejecución con garrote vil —invento español— de siete ajusticiados de la Mano Negra tuviese lugar en uno de los extremos de la entonces céntrica plaza del Mercado. Cada 14 de junio realizan allí un homenaje a las víctimas de aquella represión ejercida por los poderes fácticos. En esta plaza también se encuentra el actual Museo Arqueológico en cuya fachada cuelga una cruz, según algunos, relacionada con la persecución a los jornaleros, aunque su origen no está claro y en torno a ella se oyen diferentes anécdotas. Un documento del archivo de 1936 dejó constancia de que ese año los albañiles de la CNT, que tenían la sede en la calle Justicia, intentan arrancar la cruz por tratarse de un símbolo religioso. Pero los guardas municipales les llaman la atención. Ellos, con picaresca, se excusan diciendo que la retiraban por orden de un concejal, sin ser capaces de decir el nombre de ninguno.

Jaula de anarquistas y obreros cazados

En plaza de Belén se encuentra desde el siglo XIX el solar donde se ubicaba la antigua cárcel de Jerez, muy relacionada con los sucesos represivos del movimiento obrero. Muchos acusados de pertenecer a la Mano Negra estuvieron encarcelados allí y otros en el actual centro de negocios de San Agustín, que antaño albergó un cuartel. De los procedimientos de la Mano Negra no hay fotografías dado que esta innovación tecnológica todavía no había aterrizado en la ciudad, mientras que del Asalto Campesino de 1892, solo ocho años después, sí hay documentos fotográficos. Durante los años 40 aún fueron condenados miembros de la CNT de Jerez por intentar reconstituir los maqui (guerrilla antifranquista).

Tiroteos y “aportaciones en nombre del glorioso Movimiento Nacional”

La sede de la CNT y una parte de los sectores obreros se encontraban en un edificio de la calle Justicia hasta el inicio del conflicto civil. La otra parte se reunía en la Casa Colectiva, en calle Ávila. El gremio más representativo era el de los albañiles, los más radicalizados, miembros de la FAI, Federación Anarquista Ibérica. Once de ellos, pertenecientes a la junta directiva del sindicato de Albañiles de la CNT de Jerez, fueron fusilados por La Falange en agosto del 36 en una saca en Rota y sus cuerpos se encuentran en una fosa común en el parque de El Mayeto. Fue en Justicia donde el secretario de José Antonio Primo de Rivera se presentó junto con un grupo de falangistas en la sede para protestar por un artículo que aparecía en la publicación de izquierdas, Ráfaga. Los albañiles también sacaron sus armas y tuvo lugar un tiroteo. Del altercado aún hay huellas.

Éste, al igual que muchos inmuebles del movimiento anarquista y obrero, fue incautado por los falangistas y pasaron a ser del Estado. Algunos de ellos quedan en manos privadas de personas próximas al régimen, en los años 60 y 70 mediante cambios de escrituras ilegales. Del mismo modo requisaban las cuentas de las sociedades obreras, aunque en los documentos estas prácticas eran bautizadas como “aportación voluntaria y espontánea al glorioso Movimiento Nacional”. La sede de la calle Justicia acogió hasta los años 80 una escuela privada y los alumnos podían apreciar las huellas de las balas del tiroteo en las columnas del centro.

Centro neurálgico y el lugar de veraneo 

En 1921 las sociedades obreras de Jerez compran un gran edificio con escrituras en calle Ávila —antes denominada Pablo Iglesias—, la Casa Colectiva. Durante muchos años se convirtió en el centro neurálgico de catorce gremios —arrumbadores, toneleros, campesinos, el Sindicato de Emancipación Femenina…—, y del movimiento obrero jerezano. Su amplitud permitía celebrar reuniones de cientos de personas. Se permitían tener una familia más pobre de recursos que ejercía las funciones de conserje.

Prueba del poder que alcanzaron los obreros es la creación de una escuela de verano propia para los hijos de los trabajadores en la calle Gatona y San Francisco, de El Puerto en 1923, para que los pequeños vieran el mar. Allí adquirieron dos inmuebles y crean la Colonia Escolar Jerezana para la que trabajaban maestros titulados de la República pagados por las sociedades obreras. Hasta 1936 —incluso durante la dictadura de Primo de Rivera— tandas de 100 niños pasaban estancias de quince días allí. Los periódicos de la época como ABC y El Guadalete recogen la llegada de los niños a la localidad portuense en tren, recibidos por el alcalde y la banda municipal. 

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María Luisa Parra

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