Pureza máxima

El cantaor de Santiago ofrece, en el 26 Festival de Jerez, un recital de cante por derecho, sin estridencias ni azúcares añadidos. Una reunión de cabales o una visita nocturna a un monumento cantaor que guarda la 'jondura' de otro tiempo

Luis El Zambo, en un momento de su actuación en el 26 Festival de Jerez.

En una época donde casi todo es marketing, superficialidad y postureo, un recital como el que ofreció en la noche del pasado domingo Luis Fernández Soto, Luis El Zambo (Jerez, 1949), sabe a gloria bendita. Autenticidad en estado de máxima pureza en el contexto perfecto que brinda la atmósfera mágica de la bodega Los Apóstoles, en González Byass. Subió el artista de Santiago al escenario, dentro del 26 Festival de Jerez, a ofrecer un buen rato de cante, sin más pretensiones.

Sobradamente pertrechado por la guitarra de Miguel Salado, un joven tocaor jerezano que ya se ha labrado un nombre propio en el acompañamiento y que aspira a mucho más por las sobradas facultades que exhibe, El Zambo demostró por qué hoy por hoy es de esas grandes voces que nos van quedando y que cuando retumban en directo transportan a otra época. Con una hondura en peligro de extinción.

En primer término, Miguel Salado, durante su acompañamiento al cante de Luis El Zambo.   MANU GARCÍA
Luis El Zambo, en un momento del recital.   MANU GARCÍA

Una pincelada en memoria de El Torta calentó el escenario con la voz de Rocío del Corzo y, acto seguido, emergió la figura entrañable de El Zambo, dueño de un metal prodigioso y patriarca de una estirpe santiaguera irrepetible. Se le vio cómodo y a gusto, bromista y con ganas de conectar con su público. A medida que iba dando buchitos de agua entre tercio y tercio, su cante iba inundando la bodega y haciéndose más y más grande.

El toque de Salado, vibrante, excelso, propulsaba las ganas de rebuscarse del cantaor. Bulerías pa escuchar, soleá, una tanda de fandangos (con su chaqueta agarrada para dar el do de pecho), bulerías de la tierra, seguiriyas y un pequeño fin de fiesta en el que sus palmeros, Luis Ramos, Manuel Cantarote Diego Montoya, también tuvieron su pincelada de protagonismo en un recital escueto pero directo y punzante, sin azúcares añadidos, sin conservantes, ni colorantes. Un recital de cante por derecho, sin estridencias ni gestos de cara a la galería. Una reunión de cabales o una visita nocturna a un monumento cantaor que guarda la jondura de otro tiempo.

Recital de Luis El Zambo.

 

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