Bailando se alegran los corazones

Alfonso Losa presenta en Jerez 'Flamenco: espacio creativo', un espectáculo con dirección artística de Estévez & Paños que abre un camino de búsqueda de movimientos e improvisación para el bailaor madrileño

Bailando se alegran los corazones. En la imagen, Concha Jareño y Alfonso Losa en 'Flamenco: espacio creativo', en el 26 Festival de Jerez.
Bailando se alegran los corazones. En la imagen, Concha Jareño y Alfonso Losa en 'Flamenco: espacio creativo', en el 26 Festival de Jerez. MANU GARCÍA

La máxima del menos es más aplicada al arte rara vez suele fallar, y en el caso de Alfonso Losa y su Flamenco: espacio creativo, ese “menos” ha provocado un enorme “más”. La prueba evidente de que una escenografía sobria y unos elementos aparentemente sencillos funcionan a la perfección cuando están bien llevados y se sabe dotar a cada parte del significado preciso. Como aquel Cuadrado negro sobre fondo blanco, la pintura con la que Malévich demostró la belleza de una masa de color negra, este espectáculo juega con una composición geométrica y plana en la que, sin embargo, no dejan de moverse cosas. Un música que arrancaba como un mantra en sus inicios, servía para que Alfonso instalase la semilla de su espectáculo, que ha contado con dirección artística de Valeriano Paños y Rafael Estévez.

Alfonso ha estado soberbio, entre la contención y la catarsis continua, un animal escénico en búsqueda de nuevos movimientos pero sostenido en todo momento por un hilo de tradición. Ha sido tan orgánica esta simbiosis entre la exploración y el arraigo que en ningún momento una de las dos partes ha eclipsado a la otra. No ha habido cortes ni rupturas incomprensibles, solo un movimiento despojado y tranquilo. El título quizás haya dado lugar a confusión, pudiendo parecer que el espacio creativo fuera más un espacio de experimentación o diversidad; sin embargo, esta creatividad en su movimiento se ha traducido en una cuestión seguramente más personal para el bailaor que en una puesta en escena evidente de esa transformación.

Una de las artistas invitadas era Concha Jareño, y había ganas de verla de nuevo sobre las tablas del Villamarta. La bailaora madrileña ha ido ganando a medida que transcurría el espectáculo, demostrando que tiene un lenguaje propio que posiblemente pueda seguir eclosionando, habrá seguro expectación por continuar atentos a este camino. En espacio creativo ha estado presente en su justa medida, con presencia cuando se requería pero con una energía compensada con la de su compañero, llevando a cotas más altas su baile con el uso de las castañuelas. 

No ha habido una exhibición de fuerza o de emoción desmesurada, no ha sido un ring flamenco de a ver quién da más; el escenario era más bien una casa, un refugio donde los artistas han compartido y se han admirado mutuamente. El calor de esta casa era apaciguado por la voz de Sandra Carrasco, una verdadera nana para ablandar el corazón, un susurro mantenido tan sútil, tan pequeño, tan grande. Esta forma de cantar se ha visto compensada con Ismael de la Rosa ‘El bola’, creando un tándem de contrastes: voz rasgada la de él, un soplo la de ella.

Pero sobre todo, más allá de los méritos del espectáculo, de los bailes de Alfonso y Concha o de la guitarra de Francisco Vinuesa, se ha transmitido felicidad sobre el escenario. A ratos parecían artistas jugando; a otros amigos admirándose. Es un placer comprobar que los llegan a esta meta con ganas de disfrutarla. Es un placer para el público comprobar esta complicidad con el escenario, intuir que tras el esfuerzo, la concentración y el riesgo, hay una persona disfrutando. En la recta final, Ismael le cantaba a Alfonso una versión del Cielito lindo de Quirino Fidelino Mendoza y Cortés, pero esta vez modificada con un “baila y no llores porque bailando se alegran los corazones”.  

Un espectáculo entre la suavidad y el trance, emotivo desde la sencillez y el gusto, con un precioso final que cosechó sus últimas ovaciones con el aplauso espontáneo que sucede en la calle, que daba el perfecto colofón a este regalo que Alfonso Losa dejó en Jerez.

Sobre el autor:

Valeria Reyes

Valeria Reyes Soto

Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla y máster en Gestión Cultural por la Universidad Carlos III de Madrid, ha trabajado en la gestión y comunicación de proyectos como el Festival de Cine Africano de Tarifa-Tánger, la Feria del Libro de Sevilla, el Festival de Jerez o el Festival de Cine Europeo de Sevilla; en espacios como la librería Caótica y en proyectos como Luces de barrio. Con especial interés por los programas que unen diferentes puntos de la cultura a través del encuentro, la investigación y la mediación, así como plena vocación por el mundo editorial, librero y literario.

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