Los Evangelios: la perspectiva de personajes secundarios
Álvaro Romero Bernal (Los Palacios y Villafranca, 1979), es doctor en Periodismo por la US y profesor de Lengua Castellana y Literatura, además de ser colaborador y columnista en lavozdelsur.es. Hace algo más de un mes presentó su último trabajo literario, El Pan de Emaús (editorial La Baja Andalucía, 2025), título que remite al pasaje evangélico del camino a Emaús, donde dos discípulos reconocen al resucitado Jesús al partir el pan. Va por su segunda edición una obra que entrelaza con gran sensibilidad la memoria, la fe, la crítica social y la introspección personal. El libro, de 130 páginas, reimagina los Evangelios desde la perspectiva de personajes secundarios, otorgándoles voz propia en una serie de monólogos.
Doce son los elegidos para este ‘quinto Evangelio', como lo define García Barbeito en el prólogo o el de ‘los olvidados’, como los tilda el propio autor. Son trece ‘olvidados’ de los que el autor palaciego resalta la humanidad de estos personajes, explorando sus dudas, miedos, esperanzas y redenciones: Judas Iscariote, Isabel (madre de Juan el Bautista), Marta (hermana de Lázaro), la suegra de Simón Pedro, Malco, Nicodemo, Dimas, José (padre terrenal de Jesús), la mujer adúltera, el centurión romano, Simón de Cirene, Cleofás y Tomás el Apóstol.
Álvaro Romero Bernal construye en este libro un relato que supera los límites del ensayo, la crónica y la narrativa testimonial, acercándose más bien a una meditación literaria. Reflexiona sobre la pérdida, la marginalidad, la exclusión, la pobreza y la indiferencia y el olvido a través de una prosa poética que no rehúye la denuncia social.
Respuesta. Un libro distinto. Un experimento narrativo en primera persona del singular de unos personajes a los que todo el mundo conoce, porque los Evangelios forman parte de nuestra cultura occidental, pero a los que nunca nadie les ha preguntado nada. Me refiero a gente como Marta, la hermana de Lázaro; como aquella mujer a la que quieren lapidar y Cristo defiende; como el buen ladrón al que crucifican con Jesús; o como aquel criado del sumo sacerdote al que Pedro le corta la oreja en el Huerto de los Olivos y que se llamaba Malco… Gente así, muy secundaria, que aparece en los Evangelios una vez si acaso y de forma muy tangencial y que en este libro tiene la oportunidad de expresarse ampliamente, de contar cómo sucedió todo desde su propio punto de vista. Yo creo que el libro llama la atención por la frescura y verosimilitud de esos discursos, de esta gente –personajes muy sencillos en su mayoría– que cuenta su versión de los hechos. He focalizado a los últimos de los Evangelios, lo cual no deja de ser un mandato evangélico. El libro, al fin y al cabo, es un libro eminentemente literario, pero con una carga enorme de empatía y que parte de unos personajes universalmente conocidos porque son personajes evangélicos, bíblicos al fin y al cabo.
R. Sí, en principio son doce personajes, un número muy simbólico, más un epílogo de Tomás que le da una vuelta de tuerca a todo... El número doce, desde las doce tribus de Israel o los doce apóstoles, me parecía profundamente simbólico para un proyecto literario de estas características. En realidad son doce más uno. Y la elección ha estado fundamentada en que fueran personajes lo suficientemente conocidos como para que nadie se perdiera, pero que apenas dijeran nada en los Evangelios, una frase si acaso, que yo coloco como cita en cada capítulo, un gesto inolvidable... Fíjese en esa suegra de San Pedro, que no es santo aún, ni siquiera Pedro… Es la suegra de Simón, una mujer cualquiera de Cafarnaúm que, una de las muchas veces que Jesús para por su casa para comer con sus apóstoles, resulta que se pone enferma. Le entra fiebre, según cuenta muy de pasada algún que otro Evangelio.
“Son doce personajes, un número muy simbólico, más un epílogo de Tomás que le da una vuelta de tuerca a todo”
Resulta que Jesús se acerca a su cama, le toca la mano y a la mujer se le quita la fiebre, se levanta y comienza a poner la mesa… Eso es lo que cuenta el Evangelio. A partir de ahí, yo fabulo qué relación tenía esa mujer con su yerno, porque me meto en el pellejo de una señora que bien podría ser una suegra de Jerez o de Utrera, sin comprender la misión que embargaba al marido de su hija. Tuvo que ser difícil para gente tan sencilla, familias pescadoras, admitir todo aquel misterio divino que trascendía sus vidas… Tuvo que ser difícil incluso para un personaje culto como Nicodemo, que es un fariseo que se ve con Cristo a escondidas, sin que lo supieran en el sanedrín, imagínese la presión… La presión de estar haciendo algo en lo que creía sinceramente pero que no podía reconocer públicamente. Nicodemo es aquel fariseo al que Cristo le explica que si un hombre no nace de nuevo, no puede entrar en el Reino de los Cielos. Los conceptos, aunque ahora nos parezcan muy familiares, debían de ser tremendamente complejos incluso para un fariseo de hace dos milenios. Nicodemo le pregunta a Jesús, tomándose todo aquello literalmente, incluso la ubicación de ese Reino de los Cielos, que cómo iba a entrar un hombre de nuevo en el vientre de su madre y nacer… Hoy nos parece una brutalidad la duda del fariseo, pero su pregunta está llena de una candidez absoluta. Ni siquiera Nicodemo, la única persona que trata con el cadáver de Jesús, puede entender aquel mensaje de Jesús de Nazaret, que habla permanentemente con metáforas y parábolas a gente que no podía entenderlo. Me fascina elegir a personajes en los que nadie se detiene, personajes aparentemente intrascendentes que, sin embargo, tuvieron el privilegio de tratar aunque fuera tan breve o circunstancialmente con uno de los hombres más trascendentes en el devenir de la Humanidad. Creo que la literatura está para eso, para indagar comunicativamente en personajes que pasan desapercibidos.
R. El género es el narrativo, claro, porque lo que se hace es contar, narrar. Pero con muchas particularidades. La primera, que cada personaje habla en primera persona. Cada personaje cuenta su vida, su encuentro con Jesús, y profundiza en esa relación, aunque fuera muy momentánea, e incluso sigue contando hasta el día de hoy, porque se trata de personajes eternos, que siguen vivos hasta la actualidad, cuando un último personaje parece haberlos convocado después de tanto tiempo… La segunda particularidad es que cada personaje cuenta con una carga profundísima de oralidad. No son personajes que escriban, sino que hablan, que le hablan a alguien que tienen delante, y que, en el ejercicio literario que supone el libro, parece que le estuvieran hablando al lector mismo, a veces con latigazos muy poéticos. Construir esos discursos tan distintos ha sido el reto principal, porque no habla igual una mujer anciana a la que le han asesinado al hijo, como le ocurre a Isabel, la madre de Juan el Bautista, que una mujer más o menos joven a la que han querido apedrear. El libro, por lo tanto, también tiene algo de teatral. Incluso hay ya por ahí algún proyecto en ese sentido, más dramático…
R. La inmersión en sus vidas, sus perfiles, sus circunstancias concretas ha sido maravillosa. Yo creo que ese es el reto de todo escritor cuando crea unos personajes. En este caso, los personajes estaban creados, pero con un nombre y una circunstancia muy momentánea: del Cirineo no se sabe más que se llamaba Simón, porque lo dice algún Evangelio, y que volvía del campo… Otro Evangelio especifica que era de Cirene, una ciudad que se situaba en la actual Libia. Y otro más, y eso me parecía fantástico, añade sin demasiado sentido aparente, que era el padre de Alejandro y de Rufo. ¿A qué vienen esos nombres propios casi gratuitamente si no se explica quiénes eran esos dos? Es una tentación para cualquier escritor imaginar a partir de ahí. Los Evangelios están plagados de personajes así, que aparecen en un momento y luego ya no se sabe nada más de ellos. Un ciego que es curado por Cristo, o el hijo de una viuda que Él resucita, o un publicano bajito que está subido a un árbol para verlo…
“Lucas y Juan me parecen unos evangelistas que, además, son unos magníficos escritores, adelantados a su tiempo”
La bibliografía utilizada es básicamente los cuatro Evangelios canónicos, acaso algo de los Hechos de los Apóstoles, que es un libro también de Lucas. A mí Lucas y Juan me parecen unos evangelistas que, además, son unos magníficos escritores, adelantados a su tiempo. De hecho Lucas escribía para los gentiles, no para el pueblo judío. Es decir, que hizo un Evangelio para el mundo, no para aquel mundo cerrado de los judíos. Y eso se nota. A partir de unos personajes muy planos, el ejercicio literario de este libro ha sido construirles una redondez absoluta, un protagonismo radical. La investigación no ha sido tan complicada como la construcción de su realidad. Yo soy un escritor muy realista, tremendamente realista a veces, y estos personajes me han dado la posibilidad de conferirle más realidad, más humanidad aún, incluso al propio Jesús de Nazaret.

R. Eso es como pedirle a un padre que le diga cuál es su hijo preferido. A mí lo que me encanta es escuchar a los lectores haciendo su propia elección. Me llama la atención la diversidad de gustos y opiniones en este sentido. He notado que muchos lectores, o más bien lectoras, se quedan con el personaje de Marta, la hermana de Lázaro. A mí también me parece fascinante, porque además se trata de un personaje terciario, ni siquiera secundario. En esa casa de Betania tenemos a Lázaro, que ya es en sí mismo un personaje secundario de los Evangelios, aunque gane tanto protagonismo en el momento en que resucita; tenemos a María, que es la hermana que elige escuchar a Jesús; y tenemos a Marta, que es la otra hermana cuya condición tan diligente no le permite ponerse allí a escuchar al Maestro, sino que se afana en recoger la mesa, en traer platos, en hacer de comer, en limpiar… y encima se encuentra con el reproche de Jesús, es decir, con el reproche de Dios. Muchos otros lectores me han dicho que el personaje que de verdad les fascina es José, el padre en la tierra de Jesús, y que no dice una palabra en los Evangelios, porque tiene verdaderamente un papelón y, además, creo que su figura se engrandece y se vuelve muy actual por lo que tiene de padre adoptivo y que, en una sociedad avanzada como la nuestra, nos hace reflexionar sobre ese misterio de que la paternidad no tiene por qué ser un concepto biológico, sino afectivo, algo así como una decisión personal. También nos ofrece esa reflexión más profunda desde la actualidad esa mujer a la que apedrean por considerarla adúltera sin que lo pruebe nadie, salvo unos fariseos que aseguran haberla sorprendido…
“Me fascina José porque tiene un papelón y, además, su figura se engrandece y se actualiza por lo que tiene de padre adoptivo”
Es lo de siempre: unos hombres acusan a una mujer y se les cree sin más juicio ni más preguntas. Es adúltera porque lo dicen unos hombres y ya está. Aquí le damos a ella la oportunidad de expresarse. Y lo hace rotundamente…. Yo no sabría con qué personaje quedarme, porque el reto ha sido, como le decía, redondear personajes a los que hemos conocido planos de toda la vida, y además dejar que lo hagan ellos mismos, personajes tan radicalmente distintos. Hay mucha diferencia entre la suegra de Simón, por ejemplo, y el centurión romano que le dice a Cristo que no hace falta que entre en su casa para curarle al criado, sino que basta con que Él lo diga para que el criado sane. A mí tal vez me gustan especialmente esos personajes tan diferentes de mí mismo. Por eso me encanta Isabel, la madre de Juan El Bautista, porque es una mujer y, encima, muy anciana, y que es capaz de irse al desierto, con una mecedora, para contemplar desde allí a su hijo, tan alternativo, tan melenudo y, a su juicio, sin oficio ni beneficio.
R. Bueno, es que en el libro Jesús de Nazaret siempre aparece en el telón de fondo, pero no es realmente el protagonista. Es una forma muy distinta de focalizarlo, a través de los ojos de quienes Él mismo vaticinó que serían los primeros: los últimos. En este libro, de alguna manera, se cumple esa profecía suya. Tratar la figura de Jesús desde el punto de vista profundamente humano de quienes no tenían todavía la certidumbre ni la garantía de que fuese realmente Dios es interesantísimo.
R. Mentiría si dijera que sí, porque he escrito muchos libros ya y uno nunca sabe dónde está la clave del éxito. Con El pan de Emaús la editorial ha logrado lanzar la segunda edición prácticamente al mes, porque se había vendido al completo la primera edición solo durante la Cuaresma. Hemos hecho muchísimas presentaciones, sobre todo en las provincias de Sevilla y Cádiz, y quedan muchas más todavía, hasta el verano.
R. No exactamente, porque en 2011 ya publiqué, precisamente en una editorial de Jerez de la Frontera, un ensayo de divulgación titulado De Belén a Emaús. 33 lugares evangélicos, donde hacía una cala precisamente en los 33 lugares por los que pasa Jesús de Nazaret a lo largo de su vida, lugares que siguen siendo absolutamente reales. Luego me he dedicado al ensayo, al periodismo, al flamenco, he escrito tres novelas, un libro de relatos, un poemario… Y ahora surgió este libro un tanto atípico de repente, y tuve que escribirlo porque me quemaba dentro.
R. Antonio ha quedado alucinado con el libro. Lo dice en el prólogo y cada vez que tiene la oportunidad de acompañarme en un acto de presentación. Lo hará, por cierto, este próximo lunes en el Círculo Mercantil de la calle Sierpes de Sevilla. Es verdad que él asegura que es el quinto Evangelio, pero supongo que es también una forma de echarle flores a una obra que le ha encantado como lector. Gracias a este libro no solo he conocido a Antonio García Barbeito, sino que nos hemos hecho amigos. No soy yo quién para llevarle la contraria al maestro, pero creo que el libro se puede analizar desde muchas perspectivas y todas enriquecedoras. Lo importante es que no para de cosechar lectores en todos los caladeros.
“Cada día me llegan comentarios muy elogiosos de lectores que son ateos o al menos agnósticos”
R. Y es verdad. Lo hemos presentado en círculos religiosos, en Ateneos, en Casas de la Cultura, en iglesias, en hermandades, en asociaciones, en salas de exposiciones, en bibliotecas y hasta en bares, porque no es un libro dirigido exclusivamente a un tipo de lector, sino a muchos. Últimamente he sabido que incluso los profesores de Religión lo usan en sus clases. Y que a un grande de nuestra literatura como Antonio Muñoz Molina le ha encantado al menos la sinopsis cuando se lo han llevado porque siempre le ha llamado la atención el asunto de Emaús. Ojalá lo lea y diga qué le parece. Cada día me llegan comentarios muy elogiosos de lectores que son ateos o al menos agnósticos o que no pisan una iglesia pero que conocen al personaje histórico de Jesús de Nazaret y que, desde esta perspectiva tan humana de verlo a través de otros ojos tan cercanos a él, les interesa todavía más. Creo que el libro ofrece una oportunidad muy rica y muy distinta de acercarse a Jesús.
"Es un libro para un público amplísimo, no hace falta ser cristiano o practicante para que la trama te enganche"
R. Para nada lo de eruditos… Es un libro para un público amplísimo, hasta el punto de que no hace falta ser cristiano o practicante para que la trama te enganche. Es un libro eminentemente literario, con la sorpresa de que los monólogos de cada personaje suelen atrapar al lector porque suponen un torrente oral que no es demasiado frecuente en la literatura que se hace hoy.


