Christian Newman, de doble nacionalidad, estadounidense y boliviano, se dedica a la ópera en Alemania y en la actualidad reside en Jerez para aprender el toque flamenco de la mano de José Ignacio Franco y el cante jondo con Felipa del Moreno. 

Christian Newman, de doble nacionalidad, estadounidense y boliviana, aterrizó en la provincia gaditana a mediados de julio con la intención de aprender a tocar y cantar bulerías. De pequeño, su madre, natural de Cochabamba (Bolivia), llenaba la casa de sonidos clásicos interpretados por Andrés Segovia o desgarros del alma que brotaban de la guitarra de Paco de Lucía. Así creció Christian, entre una amalgama musical que le encauzó por el mundo del arte. Si bien su madre le animó a que construyera su vida en base a la ópera, la rumba o el flamenco, su padre, originario de un pequeño pueblo de Nueva York llamado Cold Brook —de poco más de 320 habitantes—, insistió en que él fuese quiropráctico. Christian le complació, pero no aguantó ni un año. Dice que la anatomía y todo lo que tenía que memorizar le parecía muy difícil; que no era lo suyo. Confiesa que le cuesta retener términos o fórmulas, pero cuando se trata de notas o versos en italiano, su mente fluye y recoge todo lo que haga falta.

"Desde que puedo recordar, quería dedicarme a esto", comparte mientras mira de reojo su guitarra. Dice que cuando era un crío ya tocaba una pequeña guitarra de plástico pensando que lo que interpretaba era flamenco. "Pero todo era clásico", ríe. Y así empezó. Tuvo varios maestros que le enseñaron el noble arte del toque, y si el quería salirse un poco del guión buscando esa espontaneidad y garra que nace del cante jondo, sus profesores le corregían. "Todos los clásicos del conservatorio odian el flamenco, piensan que es algo sucio". 

"Todos los clásicos del conservatorio odian el flamenco, piensan que es algo sucio"

Al cumplir 26 años, su padre, que por aquel entonces trabajaba en una universidad de Carolina del Sur, le invitó a que bajase al estado sureño para continuar con sus estudios de guitarra clásica y aprender algo de jazz. Se mudó y entró en un estudio de cante donde fue alumno de David Bankston, una leyenda del rock en Carolina del Sur y quien le enseñó a trabajar la voz clásica para convertirse en tenor. "De pequeño siempre estaba imitando a los cantantes de ópera", señala al tiempo en que también destaca que la guitarra clásica nunca fue su fuerte y que siempre la trabajó intentando crear su propio estilo como en su día hizo Romero Lubambo, un reconocido guitarrista brasileño de jazz.

"Quería ser mitad Romero Lubambo, mitad Paco de Lucía". Pero Christian decidió desarrollar su voz. Relata que consiguió una beca universitaria para guitarra y cante y que durante la universidad —como si de un corto o una película se tratase— estuvo cantando en los pasillos a diario para que un profesor en concreto se fijara en su voz. Cantaba por Pavarotii: "Mamma son tanto felice, perche retorno da te. La mia canzone ti dice, che il pui belgiorno per me...". Y así todos los días hasta que al fin aquel profesor se detuvo ante él y le incluyó en su estudio de ópera.Gracias a dicha invitación Christian se abrió al mundo de la música clásica y consiguió una audición para entrar en el Coro del Mayo Florentino. Cuenta que estuvo cerca de nueve meses vendiendo sus pertenencias en Estados Unidos para iniciar una nueva vida en Italia. Pero que al llegar allí, la institución no había cerrado los trámites necesarios y que tenía que esperar otros nueve meses más para poder asentarse al Sur de Italia y empezar a cantar en el coro. ¿Qué hizo? Le aconsejaron que viajara a la capital de la República Checa, que allí podría hacer algo. Y eso hizo. En Praga Christian encontró una de sus ciudades favoritas y trabajó en el Coro de la Ópera del Teatro Nacional de Praga (Národní Divadlo) y en la Ópera Estatal de Praga. "Pero yo quería cantar solo". Deseo que finalmente logró en la Ópera de Zúrich (Suiza). Así empezó una larga trayectoria profesional como tenor que duró algo más de una década. "El mundo de la ópera es muy raro. Es gente con oro en sus gargantas que ni salen por la noche ni hacen nada. Y yo no quería eso". 

"El mundo de la ópera es muy raro. Es gente con oro en sus gargantas que ni salen por la noche ni hacen nada. Y yo no quería eso"

Se cansó y decidió poner rumbo a Málaga. Allí dice que se sintió estafado por un profesor de flamenco, natural de México, que poco le enseñó. "Desde pequeño quería ir a Andalucía. Mi familia siempre quiso ir a Sevilla, pero yo tenía una idea más indígena y prefería ir a Cádiz", apunta y lo que leyó de niño en enciclopedias se materializó cuando arribó a la Costa de la Luz. "En Málaga preguntaba dónde podía estudiar flamenco y todos me decían: ¡En Jerez!", sonríe. Primero estuvo la segunda quincena de julio en Sanlúcar, con el compositor y guitarrista jerezano Gerardo Núñez. Y en agosto vino a Jerez para continuar aprendiendo el toque flamenco de la mano de José Ignacio Franco y el cante jondo con Felipa del Moreno. "No sé si es posible mezclar el flamenco con la ópera, pero yo lo voy a intentar". 

"Hay muchas cosas que puedo usar del flamenco en la ópera y viceversa", expone Christian, que dice que el compás es algo que está vivo. "Tú coges el sonido y sigues el compás. Quiero hacer eso en la ópera y olvidar el metrónomo". Según indica, busca romper la línea encorsetada de la música clásica introduciendo ese alma y esa pureza del flamenco que nace en un instante y que no es premeditado. Pero, ¿qué ha aprendido del flamenco en esta primera visita a Jerez? "Que escuchar es un arte. Toda mi vida he pensado en esto, que la gente no escucha. Y escuchar es la ley número uno en el flamenco", responde. "Escuchar es un arte", reitera. 

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Claudia González Romero

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