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Antonio Manuel Rodríguez, presidente de la Federación de Ateneos de Andalucía, presenta su obra 'El soldado asimétrico' en el Ateneo de Jerez.

El pasado martes 7 de noviembre asistimos en el Ateneo a la presentación del libro El soldado asimétrico (Editorial Berenice). Su autor, Antonio Manuel Rodríguez es muy familiar para los ateneístas, porque, entre sus múltiples facetas, es el presidente de la Federación de Ateneos de Andalucía. No es raro que su persona convoque a un buen número de compañeros, amigos y público en general, porque, además de escritor, Antonio Manuel es sobradamente conocido por su activismo social y cultural, que lo ha llevado a defender públicamente muchas causas y a involucrarse hasta las cachas en todo aquello que tiene que ver con la lucha por la libertad y la justicia.       

Quizás por esa personalidad tan poliédrica: músico, poeta, guionista, profesor de Derecho en la Universidad de Córdoba, por nombrar algunas de las facetas en las que ha destacado desde muy joven, conversar con él se convierte en una experiencia tan rica e intelectualmente estimulante. Y eso es lo que ocurrió la tarde del pasado martes. Nuestro autor vino a conversar con nosotros. Allí estaban los miembros del club de lectura del Ateneo, que tenían sumo interés en desvelar algunos los entresijos de la novela que, según los lectores, resulta como mínimo inquietante y desde luego compleja. De la mano de María Gutiérrez, la vicepresidenta de la entidad, Antonio Manuel, fue desmenuzando su obra; un trabajo literario que le ha costado diez años sacar adelante, circunstancia que explica con las siguientes palabras:  

Escribir me supone un importante trauma.  Mi lenguaje natural es la música. Me siento cómodo componiendo, sin embargo, se me estremece el alma, siento como si los cimientos de pellejo adentro se derrumbasen al enfrentarme a un folio. Porque tengo la sensación, quizás equivocada, de que me tengo que involucrar en lo que se ve y en lo que no se ve. Esa implicación que vas más allá de la mera técnica, es colocar un jirón de lo que tú eres, en cada apalabra, y eso implica dolor. 

Con la vehemencia que caracteriza su riquísima oratoria, Antonio Manuel defiende el compromiso del escritor con su mundo, pero también consigo mismo. Y afirma rotundamente que una obra literaria tiene que poder diferenciarse, ser original, no diluirse en la “dictadura dócil del mercado” que es lo que está ocurriendo en este siglo XXI, donde muchos escritores sólo buscan el éxito a cualquier precio. Y responde a aquellos que hablan de la dificultad que han encontrado al acercarse a la complejidad, no sólo formal, sino también de los personajes sin nombre que ha construido:  

He intentado reivindicar el lenguaje literario, la literatura con mayúsculas. La literatura es diferente a otro tipo de lenguajes. Permite la reflexión. Es más, si no lo permitiera no merece llamarse literario. La literatura no es un lenguaje inmediato, permite la relectura…, cerrar el libro…, volver atrás… En este siglo hay muchos ámbitos de la creación que han acabado en la dictadura dócil del mercado. Todo tiene que ser consumible y fácil.  Yo descubrí la literatura muy joven y mis maestros me introdujeron en la gran literatura, escritores que decían con la forma, pero también con el fondo... (…) Estoy seguro de que Cortázar no hubiera podido publicar Rayuela en estos tiempos. Seguramente no, o el Ulises James Joyce… No quiero ser cómplice de eso. Antonio Manuel hace gala de su gran bagaje cultural y va introduciendo en su diálogo con los lectores diversos temas, que amplían, matizan, enriquecen el discurso y nos acercan a un autor con preocupaciones filosóficas y vocación de universalidad en lo que escribe. Y es que, como queda claro en sus explicaciones, cualquiera de nosotros podemos ser tan humanos como ese protagonista sin nombre propio: miserable, chulesco, inmoral...  Ser humanos, aclara el autor, significa ser capaces de lo peor, y también de lo mejor. Es lo que nos muestra la novela, lo humano imperfecto. En ella hay amor, traición, compasión, crueldad… La miseria y la grandeza humana, en definitiva.  

"Ser humanos, aclara el autor, significa ser capaces de lo peor, y también de lo mejor"

El soldado asimétrico no deja indiferente a nadie, eso quedó claro en las intervenciones de los lectores. Es una obra intensa, con un estilo que varía entre la frase corta del trepidante primer capítulo, y la escritura más pausada, que invita a la reflexión, de la última parte. Fondo y forma aquí están íntimamente ligados: pérdida, búsqueda y equilibrio, algo así como los senderos por los que transcurre la vida humana. Tres capítulos que sirven a Antonio Manuel como estructura de su novela, pero al mismo tiempo en cada uno de ellos el autor usa una técnica literaria acorde con lo que quiere decirnos.        

Quise hacer una gran obra, no en extensión, sino importante en intensidad. Difícil, porque en un mundo en el que vivimos, en ese vértigo en el que lo que importa es el éxito (…) Mi finalidad no era tener éxito, sino que después del paso del tiempo llegaras a este texto y sentir que es distinto. De verdad que no creo que sea una obra maestra, ni mucho menos, pero sí que es mío, que es mi voz la que está ahí.  

Y al final de la tarde, después de responder a las cuestiones que le plantean los asistentes al acto, nos quedamos con la miel en los labios y la curiosidad por acercarnos a ese Soldado asimétrico lleno de aristas. Un libro que invita a acercarse a sus páginas sabiendo que no podemos quedarnos en la superficie de las cosas y que quizás descubramos en ella algo que está en cada uno de nosotros. 

Sobre el autor:

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Claudia González Romero

Periodista.

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