Mijail Bajtín.
Mijail Bajtín.

El Marxismo y la filosofía del lenguaje, considerado hoy uno de los libros fundamentales para el Análisis del Discurso, fue publicado por primera vez en Leningrado en 1929, coincidiendo con el inicio del Gran Giro en la Unión Soviética. En tal circunstancia desafortunada, su recepción fue escasa y polémica. Recibió críticas por todos lados: mientras unos lo acusaban por su ideología totalitaria, otros, al contrario, lo despreciaban por su marxismo demasiado insustancial. Así, poco tiempo después de su publicación, el libro cayó en el olvido, y no resurgió hasta la década de los 70, gracias a la traducción del ruso al inglés por Roman Jakobson en Estados Unidos en 1973, y del ruso al francés por Marina Yaguello en 1977 [1].

No entraré en la cuestión de la contestada atribución del libro [2], ya que se trata de una discusión tan extensa como poco relevante teniendo en cuenta los objetivos de esta publicación. Nos referiremos al autor del libro con el nombre en primer lugar de Bajtín, seguido entre corchetes por el de Voloshinov, siguiendo la edición francesa que hemos consultado.Por lo que aquí importa, ambos autores, quienquiera que fuese el “verdadero”, tenían en común, a pesar de sus diferencias, una misma postura marxista antipositivista y compartían una misma crítica de la ineptitud de las ciencias contemporáneas para dar cuenta de la importancia de las vivencias en sociedad como realidad concreta, material, palpable y única de los individuos.

Conviene precisar, para empezar, que el libro no habla de marxismo. No es un texto teórico del marxismo, ni tampoco propagandístico, sino una reflexión marxista sobre el lenguaje. Ante todo, se trata de un texto académico. En esta obra, fuera de la referencia explícita en el título, el marxismo se mantiene en el ámbito de lo implícito, a partir de la premisa -revolucionaria en la época- de la preponderancia de los usos del habla frente a la norma lingüística, y de la defensa de una visión del lenguaje en la que la conciencia ideológica de grupo ocupa un lugar privilegiado frente a cualquier forma de producción individual inconsciente. Seguramente, fue tal marxismo tácito una de las razones por las que este libro encajó tan bien en el entorno intelectual de la izquierda occidental en los años 70 y le auguró posteriormente tanto éxito,desde los años 80 hasta nuestros días.

La mayor parte de la obra consiste principalmente en una crítica del pensamiento filosófico-lingüístico imperante en el momento de su publicación. Frente a las dos corrientes opuestasque marcaban el debate teórico sobre el lenguaje en esos años, por un lado, el objetivismo abstracto y, por otro lado, el subjetivismo idealista, el pensamiento de Bajtín [Voloshinov] hizo intervenir un tercero en discordia: lo vivido, es decir lo real,y concretamente lo social, pretendiendo con ello (y consiguiendo, de hecho) dar al traste con lo que no era sino una dialéctica basada en premisas falsas.

En efecto, por un lado, imperaban las lecciones de Ferdinand de Saussure, quien defendía un modelo de sistema lingüístico basado en lo general, en lo homogéneo, en lo normativo, centrando los análisis en el funcionamiento del código de signos lingüísticos, distinguibles entre ellos por un sistema de oposiciones binarias tan convencionales como arbitrarias, en el que el hablante apenas tiene margen de acción, si no es como mero ejecutor, digámoslo así, del lenguaje. La lengua, desde esta perspectiva objetivista abstracta, aparece al hablante como algo ya constituido, cuyas reglas no puede sino aceptar.

Frente a ello, Bajtín [Voloshinov] propone adquirir conciencia de ese control y a su vez controlarlo, dando prioridad a lo singular, al habla, a lo irrepetible del habla, construida en interacción social. El habla, cada enunciado, está en relación con los enunciados que precedieron y que siguen, fluyendo en una cadena de dichos como una gota en la corriente de un río. Desde la perspectiva marxista, el hablante es un sujeto singular, pero lo realmente importarte (y lo original de este pensamiento en su contexto) es que el sujeto hablante no está solo, sino con su interlocutor. Con él construye un universo compartido de valoración, una experiencia de co(m-)municación, una cultura común que hace posible una lógica deductiva productora de significados implícitos.

Frente al monólogo capitalista, el Marxismo y la filosofía del lenguaje defiende el diálogo entre pares. A través de la palabra, la persona pone en obra sus facultades, encontrando en ellas una parte de su identidad. Así, la palabra no es sólo un producto del lenguaje, sino también, sobre todo, un ser, un existir en sociedad

Si bien es cierto que Bajtín [Voloshinov] acepta la evidencia que la lengua preexiste al individuo, afirma que es éste quien la hace “vivir” al utilizarla. Tal vitalismo lo lleva a apostar, frente a la tradición filológica, por el estudio de las lenguas vivas. Y aunque en la parte final del libro se centra sobre todo en el lenguaje literario, siguiendo en eso la tradición filológica, Bajtín [Voloshinov] no disocia la literatura del lenguaje cotidiano, al considerar ambas manifestaciones lingüísticas formas estéticas diferentes del mismo fenómeno de la interacción verbal en un grupo social.

Por otro lado, junto al objetivismo abstracto, y en oposición a él, dominaba por aquel entonces una estética subjetivista idealista, representada por Karl Vossler y Leo Spitzer,con la que Bajtín [Voloshinov] compartía una misma prioridad acordada al habla (frente a la norma), concebida como actividad incesante de creación, y una parecida idea del individuo hacedor del mundo. Pero, Bajtín [Voloshinov]va (mira) más lejos, al anteponer al alma del individuo la materialidad de sus gestos y de sus actos dentro de un espacio social. Desde la perspectiva marxista, tanto la palabra y la propia estructura del enunciado como el psiquismo individual tienen un carácter eminentemente social.La palabra, además, es algo material: no puede existir fuera del uso, es decir no existe fuera de su manifestación dentro de cada enunciado, en la interacción verbal. La palabra es, por decirlo brevemente, palabra en contexto. La influencia entre el ser y la palabra es recíproca: el hablante es un ser-en-la-palabra. Concepto, imagen, emoción, verdad e ideología se materializan en la interacción verbal: todo va unido en el enunciado que es, por definición, una expresión plena de la experiencia de vida compartida.

Toda palabra es palabra del grupo y es en el contexto de uso que ésta aparece cargada de significado y de valores intersubjetivos. De hecho, Bajtín [Voloshinov] considera que es el enunciado, y no el signo lingüístico, la unidad real de la lengua, la esencia verdadera del lenguaje. Por esta razón, el monólogo no puede ser consideradovsino una quimera, o algo propio de locos o de renegados, pues hablar es siempre hablar con alguien, es dialogar dentro de un grupo, es tomar posición consciente en el grupo y respecto al grupo.

Bajtín [Voloshinov] habla de clases sociales, pero sin hacer referencia explícita a la lucha de clases: para él, el contexto o la “situación” que da sentido al enunciado, es el espacio de interacción entre pares, es decir entre miembros de un mismo grupo. ¿Debemos sobreentender aquí una crítica marxista a la división de clases del sistema capitalista como situación engendradora de incomprensión y de malentendidos? Cada lector que saque sus propias conclusiones. En cualquier caso, el concepto de grupo en Bajtín [Voloshinov] debe tomarse en sentido amplio; parece referir más bien a la sociedad en general y en ningún caso a una élite o a un clan.

Para Bajtín [Voloshinov], el lenguaje es expresión de una ideología, considerando ésta no como hoy la entendemos, sino como el conjunto de experiencias de vida compartida de un determinado grupo

Para Bajtín [Voloshinov], el lenguaje es expresión de una ideología, considerando ésta no como hoy la entendemos, sino como el conjunto de experiencias de vida compartida de un determinado grupo. La ideología es la suma de saberes y creencias de un grupo, su sistema de representaciones acerca de los fenómenos del mundo y de las relaciones sociales del sujeto en el mundo. Es lo que permite la deducción de los significados implícitos de las palabras. Por decirlo de otro modo, la ideología no es algo complementario o “lateral” según Bajtín [Voloshinov], sino parte constitutiva de la palabra (de los enunciados).

En resumidas cuentas, en el pensamiento marxista la palabra tiene ante todo un contenido social.Podría parecer que la omnipotencia del código lingüístico que sostuvieron los defensores del objetivismo abstracto (la escuela estructuralista) simplemente ha cambiado de manos con Bajtín [Voloshinov], recayendo ahora sobre el grupo, y que el individuo quedaría en cualquier caso relegado a un rol secundario en ambas perspectivas. Sin embargo, la importancia otorgada por Bajtín [Voloshinov]a la cuestión de la con(s)ciencia hace posible que el individuo influya sobre el estado de cosas, sobre el grupo, sobre el propio lenguaje, siempre que tal individuo, hombre o mujer, esa “gran persona” como diría Plejánov, fuese capaz de percibir (es decir, de anticipar) en qué sentido la sociedad se encuentra, por diversos factores externos, principalmente económicos, inscrita en un proceso de cambios históricos.

A modo de conclusión, podemos afirmar que el pensamiento de Bajtín [Voloshinov] es marxista en su concepción de la vida social como la totalidad de interacciones y prácticas entre individuos de un mismo grupo, incluyendo el lenguaje.También es marxista en su defensa de la idea de un sujeto creativo, hacedor, que participa en el mundo afirmando sus valores, como ser singular, irrepetible, pero no aislado. Visto así el individuo, sus palabras no son el resultado de un mecanismo de producción automática inconsciente, sino cada vez acciones conscientes, acontecimientos únicos dentro de una corriente de acontecimientos únicos.La filosofía dialógica defendida por Bajtín [Voloshinov] es una filosofía de vida basada en una existencia en relación, en un ser en permanente diálogo, concebido este concepto en sentido amplio, ya sea diálogo real o presupuesto (de ahí el término bajtiniano de dialogismo).

¿Sería arriesgado ver un paralelismo entre la crítica de Bajtín [Voloshinov] al signo lingüístico saussureano y la crítica marxista al fetichismo capitalista por la mercancía? Es como si, igual que la dominación del sistema capitalista impide a la persona percibir el valor de la mercancía (entendiendo el valor como el coste social necesario para su producción), el discurso objetivista abstracto, legitimado por las instituciones, impidiese al hablante tener conciencia del valor de la palabra. Desde la perspectiva marxista, la palabra no es sólo un vehículo de información, sino, ante todo, una herramienta de representación de la sociedad. Es gracias a la conciencia del valor de la palabra que el hablante se trasforma de un sujeto en sí en un sujeto para sí, en un sujeto por y para los otros miembros de su grupo. Esta conciencia se adquiere, según Bajtín [Voloshinov] a través del conocimiento de los modos de uso de las palabras y de la práctica social del lenguaje. Frente al monólogo capitalista, el Marxismo y la filosofía del lenguaje defiende el diálogo entre pares. A través de la palabra, la persona pone en obra sus facultades, encontrando en ellas una parte de su identidad. Así, la palabra no es sólo un producto del lenguaje, sino también, sobre todo, un ser, un existir en sociedad.

[1] Es en esta versión en la que me basaré, publicada por Les Éditions de Minuit en París, al ser la que conozco y la que enseño a mis estudiantes en la universidad. La primera traducción directa del ruso al español fue realizada por Tatiana Bubnova, profesora en la UNAM de México, y publicada por Alianza Editorial en 1992, con prólogo de Iris M. Zavala.

[2] Ver para esta cuestión los trabajos del Centro de Investigación en Epistemología Comparada de la Lingüística de Europa Central y Oriental (CRELECO según las siglas francesas)dirigidos por Patrick Sériot en Lausana.

Sobre el autor:

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Juan Manuel López Muñoz

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