Cuenta una leyenda que la desordenada sección intermedia de la canción “Sombra y luz” responde a los efectos de un porrito que se iban pasando los componentes de Triana... John Lennon o Eric Clapton podían llevar diez años en las drogas duras, pero aquí abajo todo era más limpio e inocente. En aquellos tiempos un simple cigarrito de la alegría todavía podía inspirar algunos de los mejores momentos del rock español. Lo ratifica Gonzalo García-Pelayo, quien fuera productor de Triana: “Todo el ambiente de Triana estaba basado en la marihuana, en el costo y en los estimulantes. Había ácido, pero más medido, y nunca en las grabaciones. Yo nunca los vi metidos en eso. En las composiciones sí”.

No sería hasta los años 80 que la progresiva tolerancia a las drogas acabaría popularizando entre las masas sustancias más duras, nocivas, intensas y, como tales, embrutecedoras de la sensibilidad. Porque la historia nos demuestra que no puede ser la misma música la que brota de un porrito o un tripi tardosesenteros que la inspirada por la las anfetas thrash, la heroína punk o el peligroso té Earl Grey al que los más audaces del progresivo británico consagraban su adicción. Está por escribir historia alternativa de la música occidental (y quizás de su progresiva decadencia) en función de los narcóticos y estupefacientes de moda en cada época. Menos mal que la generación que se relajaba con unas guitarritas en las alamedas de los pueblos cantó su mundo, dejando testimonio de él para la posteridad, antes de que el ocio juvenil se recluyera en salas de baile, discotecas y clubs de sadomasoquismo. La diversión inocente de un guateque español de los 60... Porque ya está bien de pensarnos que los aspectos más controvertidos de la revolución juvenil no emergerían hasta los tempestuosos tiempos de la Movida. Catorce años antes de que Mecano sorprendiera a España con su lésbico “Mujer contra Mujer”, Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán publicaban su “María y Amaranta”. Veinte años antes de que Alaska chillara que "A quién le importa", Los Pasos decían ser felices aunque "Nadie me entiende". Del mismo modo, los primeros en cantarles a su verde musa podrían ser papás de los radicales ska que pusieron de moda el tópico de la 'Legalización'. Azahar fue una agrupación que se subió al carro del rock andaluz desde las nórdicas cumbres de Madrid. Las opiniones están dividas en cuanto a su derecho a hacerlo, y no menos sobre los resultados. Podemos decir en su defensa que el componente sureño estaba presente en el bajista uruguayo Jorge “Flaco” Barral” y que el mediterráneo venía sobrado de mano del vocalista egipcio Dick Zappala, con un timbre que recuerda a ratos a José Andreä (aunque ininteligible cuando le da por forzar la dicción andaluza). A fin de cuentas, el punto medio entre Madrid y El Cairo bien puede pasar por San Fernando. Populares entre los festivales del sur, donde Zappala y sus madrileños se codeaban con los reyes del pequeño Egipto, el debut discográfico de Azahar, Elixir (1977, Movieplay-Gong) elevaba a la vanguardia su propuesta ecléctica de fusión andalusí con su abundante uso de teclados sinfónicos y un batería que brillaba por su ausencia. Las letras introducían poco veladas referencias al mejor material del Estrecho, en canciones como “Viaje a Marruecos” (donde Zappala canta en árabe: “hermano, pásame la pipa y las cerillas”) y el single “¿Qué malo hay, señor juez?”:

Tenía yo dos amigos, fumaban humo de reír pa' cuando estén mu' caídos les volvieran las ganas de vivir. Un día me los ligaron por fumar el regalito de Dios, al que resistió lo mataron y al otro el juez lo condenó. ¿Pero qué malo hay en fumar, señor juez?

A nadie le asombrará que en su segundo Azahar (1979), más clásico y presentando al fin a un batería y a un andaluz (el sevillano Willy Rodríguez de Trujillo), suban un escalón en la viciosa carrera hacia los ochenta cantándole a “El Mago Acidote”:

No llores más y ríete un poco: sólo un pasote te hará distinguir la verdad.

Encontrarás a cinco arcoíris y vestirás sonrisas con flores: sólo un pasote te hará sonreír de verdad”

“¡Vamos a volar, vamos a flipar, vamos a soñar nuestra realidad!

Quiero ser amigo de un enano para oír colores de cristal: rojos, verdes, grises y violetas

Dicen las malas lenguas que sus contundentes apologías a favor de las drogas, sumado a la predicación con el ejemplo, le merecieron al egipcio Zappala el peso de la ley de extranjería y la expulsión del país, de la que a duras penas consiguió zafarse. La sentencia sería conmutada por un boicot en la ciudad de Madrid, debido a lo cual aquellos madrileños atípicos se vieron gloriosamente exiliados en dirección al sur, poco antes de disgregarse como marismas del Guadalquivir. No se preocupen. Todavía nos queda diversión para rato…

Sobre el autor:

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Óscar Carrera

Estudió filosofía, estética e indología en las universidades de Sevilla, París y Leiden. Autor de 'Malas hierbas: historia del rock experimental' (2014), 'La prisión evanescente' (2014), 'El dios sin nombre: símbolos y leyendas del Camino de Santiago' (2018), 'El Palmar de Troya: historia del cisma español' (2019), 'Mitología humana' (2019) y la novela 'Los ecos de la luz' (2020). oscar.carrera@hotmail.es

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