La Crítica de Villamarta. Mercedes Ruiz estrena 'Déjame que te baile', una obra bella y redonda en la que sale al reencuentro con la danza flamenca más esencial.

Compañía Mercedes Ruiz. Déjame que te baile. Dirección artística y coreográfica: Mercedes Ruiz. Dirección musical: Santiago Lara. Guión y dirección escénica: Francisco López. Baile: Mercedes Ruiz. Artistas invitados: David Palomar, Jesús Méndez (cante). Guitarra: Santiago Lara. Colaboración especial: Paco Cepero. Percusión: Perico Navarro. Palmas: Javier Peña, Manuel Salado. Diseño de vestuario: Jesús Ruiz. Realización de vestuario: Fernando Ligero, Fátima Canca. Iluminación: Pedro Serrano. Sonido: José Amosa. Lugar: Teatro Villamarta. Fecha: 29 de febrero. Aforo: Lleno. (****)

Sale Mercedes Ruiz a bailar ante su público dándole pequeños bocados al escenario. En la próxima hora y media vamos a ver a una bailaora de raza que sin necesidad de ser gitana lleva inoculada la sagrada verdad flamenca en la sangre. Una suerte de Carmen Amaya agresiva cuando toca o, como en el arranque del estreno de Déjame que te baile, parsimoniosa y sensual. Cadenciosa. El garrotín con el que desenrrolla la función se deshace en la boca. El cante de David Palomar –inconmensurable toda la noche- le sienta como un guante a la bailaora, que se estremece y nos estremece con ese mágico equilibrio en la frontera entre lo clásico y lo contemporáneo y estilizado. Al segundo número empieza a explayarse Santiago Lara. Un músico como la copa de un pino que entiende el flamenco como algo vivo y abierto al contagio sano. Y eso se nota en sus bandas sonoras originales para el baile: que son suyas. Personales e intransferibles. En este trabajo no iba a ser menos.

Mercedes Ruiz ha recuperado el gran formato que ya exploró en Perspectivas (2011) y Ella (20015) aunque esta vez devolviendo su baile al centro. Ya no tiene que recorrer la periferia que anduvo indagando estos años atrás junto al notable impulso que le ha aportado a su carrera la dirección escénica de Paco López. También bajo su batuta en esta ocasión, la intérprete ha tratado ahora de ir al meollo de la cuestión, sin más rodeos que su expresión corporal y contar con buenos artistas rodeándola para hacer un buen espectáculo de flamenco. A fe que el objetivo se cumple con creces. El baile no da tregua pese a que los interludios para los cambios son importantes en el conjunto. Tenemos esa sensación porque Mercedes –y por extensión Paco- imprimen a la escena la suficiente intensidad como para que el cante se transforme en narración y escenografía. De hecho, ésta no existe, ya que apenas unos juegos de luces complementan la caja negra. Todo lo demás parte de una reunión de muchos quilates. No más, pero tampoco menos. Del primero al último, de los dos palmeros –enorme Javi Peña- a la voz de Jesús Méndez -¿tuvo problemas de sonido en algún momento?-, todos brillan.
El de eco plazuelero pelea bien con el cante y pellizca en un par de ocasiones aunque no logremos verle demasiado cómodo en ciertos momentos. No obstante, la seguiriya libre y aligerada que despacha junto a Lara es de calidad superior. Y eso que lo bueno vendrá después, cuando el pariente de La Paquera la líe por martinetes. Mercedes es la pena negra sentada en una silla, marcando el cante con sus muñecas. Con chaquetilla vino tinto y castañuelas, la propuesta ya ha dejado claro que viste arreglada pero informal. Nada puede despistarnos del objetivo: la danza flamenca más despojada y esencial. Sin performances ni sesudas conceptualizaciones que valgan: dan-za-fla-men-ca. Como los artistas han perdido hace mucho el miedo al contagio o a ser los protagonistas absolutos de sus propuestas, la bailaora invita al maestro Paco Cepero para que conduzca el cante de Palomar por malagueñas. Ella queda fuera de escena pero el toque emocionante del curtido tocaor sobrecoge. Un toque con poso que nos recuerda al que le oímos a Manolo Franco en el estreno de Clásico personal de David Lagos, uno de los mejores espectáculos que ha pasado por esta edición del certamen.

En las alegrías Mercedes reivindica el baile parado. Con su bata de cola blanca y a golpe de cadera se empeña en esculpir el tiempo. Deja su silueta inmóvil grabada en la cuarta pared antes de que Palomar zanje el número con el pregón de Vallejo dedicado a la fruta. Un cierre memorable gracias al salero del cantaor gaditano, convertido casi en pareja de baile de Ruiz en algunos pasajes de la obra. La recta final tendrá espacio para el baile por soleá y bulerías de la artista de San Miguel. Una ronda de fandangos anticipa el despliegue bailaor con un cante que Méndez paladea con resonancias a Luis de la Pica. Pronto llegan las primeras carretillas de Mercedes. Pleno clímax de cada uno de sus trabajos. Su gran especialidad. Cierra el estómago y matiza veloz el compás. La ovación cerrada es más que justa.

Deja algún fogonazo en la bulería final que preludia la fiesta flamenca pero ha sido tanta la emoción de la soleá que empieza a sobrarnos todo lo demás. Dentro de la sobriedad del espectáculo, el fin de fiesta es un simpático intercambio de papeles en el que lo mismo Jesús Méndez toca la guitarra que Santiago Lara el cajón y los palmeros cantan y bailan. A todos pide Mercedes que la dejen bailar. Sin corsés ni más pretensiones. Apenas con la sucesión de momentos en ese sketch y con un nuevo apunte de Cepero para recordar su época junto a grandes compañeros, baja el telón esta propuesta sincera y sentimental. Una bella y redonda obra en la que la artista regala montañas de buenas vibraciones fruto de un baile desprendido y que pisa tierra firme. Y un espectáculo, en síntesis, en el que flamenco hace dos cosas esenciales para sobrevivir: rebuscarse y reírse de sí mismo.

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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