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Me abruma la última exhalación del verano. Me aturda la última curda con el veranillo de San Martín.

Me abruma la última exhalación del verano. Me aturda la última curda con el veranillo de San Martín. Estoy ardiendo y ya me había comprado un traje beige para este otoño. Estoy en llamas y no quiero imitar a Albert Camus en el comienzo de El extranjero: "Maté a un hombre al que no conocía en una playa de Orán porque hacía calor".

Sabiduría popular: a un verano largo siempre le sucederá un otoño en calma. No conocemos si en el refranero hay alguna profecía atea para tiempos de elecciones. La piel de toro se está curtiendo para un fin de año por todo lo alto: tras el estreno de Star Wars VII: El despertar de la Fuerza el 18 de diciembre disfrutaremos de unas generales pintorescas el 20 de diciembre. No pensemos en la cena de nochebuena porque nos podremos deprimir con la tertulia de la sobremesa. Resta demasiado como para sudar aún más con capitulaciones burocráticas. Por lo pronto el domingo que viene se disputará un primer round en Cataluña. Mi más sincera solidaridad. Sí, Luis García Berlanga se quedaba corto con su película Todos a la cárcel. Aquella burlesca sátira sobre la demogresca española tenía más de sociológica que política. Al fin y al cabo, ¿qué cabe esperar de la mesocracia?

Anoche me vi con mi buen amigo Francisco donde Antonello. Nos gusta vernos de vez en cuando y solemos quedar en este reducto napolitano en el barrio de la Constancia. No se tercia pureza mayor. Frecuentamos a nuestro querido Antonello porque prepara unas estupendas piadinas de salmón y una excelente ensalada caprese. De postre un genuino tiramisú di María Teresa. Entre plato y plato, Francisco y yo, nos contamos nuestras novedades, repasamos la actualidad y recordamos a nuestros héroes de la infancia. Hablo de artistas del balompié, por supuesto. Somos de gustos sencillos: Zinedine Zidane, Luis Figo, Ronaldo Luis Nazário de Lima, Roberto Carlos o, me pongo de pie y solemne al pronunciar su nombre, Raúl González Blanco. Nacimos en los noventa y echamos los dientes con Los Galácticos. Antonello es ajeno a nuestra devoción blanca: de una de sus paredes cuelga la elástica de Marek Hamšík, ídolo del SSC Napoli. El fútbol, ese invento maravilloso del ser humano...  A todos los que nos gusta el fútbol sabemos que es una de las manifestaciones más hermosas de la cultura popular. Es el deporte más democrático: iguala a las masas. Es una prosa joven. Un pintor de lápices alpinos. Un cineasta lleno de vida. Es un modo de estar en la vida. Verdaderamente posee eso que entendemos como arte y su mayor cualidad: desprende poesía. Y, finalmente, por encima de todo, nos permite aprender, ser mejores personas. En definitiva, el fútbol embellece nuestra existencia. Y si no, lean a José Luis Garci en Foot-ball Days & otras taquicardias pop (publicado por Notorious Ediciones).

El deporte nos aporta la dosis perfecta de épica que necesitamos. ¿Acaso Pau Gasol no tiene hechuras de héroe de la Ilíada? Cualquiera que viera la otra noche sus cuarentas puntos sobre Francia no dudaría que estamos ante un caso mitológico. Esta tarde me sentaré a disfrutar de una nueva gesta ante Lituania.

Mañana será otro día pero muy parecido al de hoy. Donde Antonello escribiré, como siempre, la columna del próximo domingo y seguiré esperando a que las musas vuelen bajo. Mientras tanto recopilar textos a la manera de Josep Pla con El cuaderno gris (editorial Destino) sirve de consuelo. 

Sobre el autor:

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Daniel Vila

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