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¿Verdaderamente se busca el cambio y el progreso o quitar a unos para poner a otros? ¿Quién responde a la cruda duda menguante? En el tardobipartidismo asfixiante en el que nos ahogamos quien no quiere hacer la pregunta es porque teme la respuesta. Todo es falso, salvo alguna cosa. Casposa es la conducta de los reclutas televisivos. Ofensivos portavoces del pueblo pero sin el pueblo. Éstos son mugrientos papagayos de estériles pensamientos a sueldo del gallo con coleta. Unamuno tenía razón: en España siempre se aplaude a la contra.

Se ha intentado oficiar el funeral del tardobipartidismo por televisión y algunos ya se han autoproclamado archipámpanos de la plurinacionalidad. Bien, ¿se acabaron todos nuestros problemas? ¿Acaso cuando salisteis este fin de semana a la noche devorásteis la fruta del manzano prohibido del padre Adán? ¿Cuando despertásteis este domingo la oligarquía en plasma ya seguía ahí?

El machismo nunca duerme. Hoy por hoy, basta con echar un vistazo al comportamiento faltón y soberbio de algunos de los principales dirigentes de nuestros partidos políticos y concluir que se siguen repitiendo ciertos patrones: caudillos ricos, ególatras y playboys. A pesar de ello, la testosterona del macho alfa continúa despertando la fascinación de la sociedad. Cuanto más ruin y retrógrado se muestra un líder más sentimiento mesiánico desprende a sus acólitos. La mesianidad triunfante en política conduce a algo más grave que el delirio; conduce, inexorablemente, al odio y la violencia. Los autos de fe en política ponen en negro sobre blanco la profunda irracionalidad de algunos postulados. Por el líder cualquier sacrificio es válido.

Recurrir al purismo por el purismo nos agota como seres pensantes y libres. Las estirpes cuando se encierran en sí mismas al final terminan procreando monstruos. Todo revolucionario acaba siendo un sátrapa. Al calorcillo del poder se encanalla cualquier tonto con ínfulas. Cuando no está el gato los ratones bailan. Y, claro, cuando las ratas abandonan el barco las hormigas entran por la ventana.

Los enemigos de la libertad no hacen más prisioneros que aquellos que se han rendido.

Para los autoproclamados izquierdistas de nuevo cuño instalados en el pensamiento del ultrasur vendría bien recoger estas palabras de Francisco Umbral:

¿Qué es ser de izquierdas? No, desde luego, tener un carnet o un himno. Eso sólo son los signos externos de la izquierda. Ser de izquierdas no es instalarse en la izquierda, sino la desinstalación permanente, que nos entrega a la corriente de las ideas y los meteoros, a la renovación continua.

Palabras de un disidente.

El legado de Francisco Umbral en nuestros días vive una suerte de abandono poético: ante el ninguneo y el ostracismo de los analfabetos que pueblan las editoriales y los diletantes que emborronan a duras penas sus libros,  el penúltimo descendiente quevedesco se ve reducido a las estanterías de las librerías a una suerte de facsímil.

Por otro lado, proliferan jóvenes de mil raleas afectados en su imaginería por don Francisco. Esto es: buscan incesantemente un Umbral. Rehúsan el Cervantes o el Nobel. Lógico en los días de los 140 caracteres y los blogs.

¿Ganará el disidente Quevedo al oficialista Cervantes?  Por lo pronto conservamos testimonio gráfico de Francisco Umbral a placer.

Aprovechando que el pasado 21 de enero Google homenajeaba con un 'doodle' a Lola Flores por su el 93 aniversario de su nacimiento, les invito a deleitarse ante el ingenio y la gracia de esta entrevista de La Faraona a Umbral. Dos disidentes en acción. 

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Daniel Vila

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