La pianista jerezana Rosario Montoya se convirtió en 'La Reina Gitana' cuando tan solo tenía 4 años. Y ahora, casi cuatro décadas después, publica su primer disco 'Muchelumbre'. Conversa con lavozdelsur.es, momentos antes de darlo a conocer: "Mi vida no ha sido para nada regalada, me lo he currado", dice.

Rosario Montoya presenta su primer disco en solitario y lo único que quiere es ver la carita de su madre. Mete la nariz entre las cortinas del telón y la observa con disimulo. Está nerviosa. Antes de meterle dos sorbos a un fino, se mojó los labios con whisky. No es para menos. La Reina Gitana está a punto de presenciar su segundo parto, un alumbramiento que ha tardado cerca de cinco años. "Mi vida no ha sido para nada regalada. Siempre me lo he currado", estima. No miente. Rosario ha invertido cuerpo y mente hasta el último segundo para que su álbum Muchelumbre vea la luz a mediodía del viernes 28 de julio en la Sala Compañía de Jerez. Media hora antes de salir al escenario, la cantaora Sandra Zarzana se pinta el rabillo del ojo, el violinista Samuel Cortés se coloca bien la corbata e Isabel Fernández, también al cante, reposa en camerino, junto a Rosario, mientras se toca su barriga de casi ocho meses. Son una familia, todos han participado en la construcción del disco. Pero aquí la matriarca es Montoya, La Reina Gitana. Incluso con los ojos cerrados dirige el espectáculo. Funciona mejor con el oído. Dice que hasta incluso es capaz de identificar si el pianista es una mujer o un hombre, porque "los hombres no tienen la misma sensibilidad que las mujeres". "Y esto no es machista", aclara. Machismo es lo que ella ha sufrido en los escenarios o entre bambalinas. "A mí nunca me ha llamado un cantaor o un bailaor para acompañarle. Suelen llamar a pianistas hombres. Sí, el machismo existe en el flamenco todavía", declara tajante. 

"A mí nunca me ha llamado un cantaor o un bailaor para acompañarle. Sí, el machismo existe en el flamenco todavía"

Rosario Montoya (Jerez, 1974) se crio en el campo. Vivió cerca de 30 años en la finca jerezana de Ramón Pravia, donde trabajaba su padre. "Pero me bautizaron en el barrio de La Asunción", resalta. Su vida cambió cuando un día, la pequeña de siete hermanos de una familia gitana, se enamoró de una melodía que escuchó por televisión. "Con cuatro años vi unas manos tocando el piano y a mí eso me fascinó. Me enamoró". Desde entonces no pensó en otra cosa. Sintió un pálpito, un flechazo. Por su mente transcurrían escenas de ella tocando un piano de cola. Y si ahora es nerviosa, cuenta que de pequeña se agobiaba y tenía que alejarse de sus hermanos e imitar que tocaba unas teclas en una mesa cualquiera para tranquilizarse. Es su manera de expresarse, dice. Lo llevaba dentro, pero tuvo dificultades para poder sincerarse artísticamente, un piano no entra en la economía de una familia humilde.

Pidió un piano por Reyes desde los cuatro años de edad. "Conservo esas cartas donde pedía un piano, joyas de diamante, pulseras de perlas… Mi madre, recuerdo que leía con mi padre la carta y decía: ¿Niña tú no puedes pedirle a los Reyes unas muñecas como tus hermanas? Y yo le decía: No, es que yo quiero eso".  Ese mismo año los Reyes Magos le trajeron un piano chiquitito de plástico, donde las teclas negras estaban pegadas a las blancas. Pero a ella le daba igual: "Sabía que eso era un semitono, no sabía explicar qué era aquello, pero sabía que había medio tono ahí y yo con la imaginación le daba a la tecla negra, y para mí sonaba así", explica. En sus escenas de niñez, Rosario tocaba canciones de dibujos animados de los setenta como Jackie y Nuca, El Bosque de Tallac, Heidi… No obstante, ella no se conformaba con un piano pequeño repleto de monigotes. "Yo creo que los Reyes no me han entendido, porque yo quiero un piano de los conciertos, no esto", espetó a sus padres. Al año siguiente fue más concisa y escribió al detalle qué es lo que más deseaba. Fue entonces cuando su madre se fue para ella y le preguntó irritada: "¿Tú quién te crees que eres? ¿La reina gitana?". Y así, cabezona, decisiva, luchadora, o como se la quiera llamar, terminó convirtiéndose en la "reina" de la casa. Lo de "gitana" vendría después.
Coloca al percusionista Rafael Fernández a la izquierda del escenario, recoge las sillas para las cantaoras y las dispone a su vera. "Nada, como tú misma estás viendo, todo lo estoy montando yo sola", incide mientras se detiene en mitad de las tablas para darle vueltas a la puesta en escena. Quedan menos de quince minutos para que dé a luz, y todavía le queda el carmín de los labios, un par de bucles en el cabello y prevenir a los presentadores del breve concierto. Rosario continúa agitada. "Pero para lo que es ella, ahora está tranquila", susurra la maquilladora. De pequeña era un manojo de nervios, y su temperamento no cambió durante su adolescencia. Con 14 años le marcó el apoyo incondicional de su tío Domingo Montoya —a quien le dedica las malagueñas Mis Dukelas en su álbum—. "Fue el que le dijo a mi familia: Mira, voy a hablar con un amigo mío y voy a hacer todo lo posible para que entre en el conservatorio y haga la carrera de piano porque esta niña, es que es verdad, que desde los cuatro años lleva insistiendo". Y consiguió entrar en el Conservatorio Joaquín Villatoro de Jerez.

Sin embargo, al no empezar a tocar el piano hasta el tercer año, aprovechó esos primeros cursos para enriquecerse musicalmente junto a su primo el guitarrista Juan Junqueras Cortés. "Él fue quien me enseñó a tocar la guitarra flamenca cuando yo tenía 16. Y fue entonces cuando el flamenco me captó". Entre toques y cuerdas, Juan un día se dirigió a ella y le dijo: "Mira Rosario, yo ya te he enseñado todo lo que sé, cuando seas artista, que lo serás, ponte Gypsy Queen". Fue tal la coincidencia, que pensó que su destino estaba escrito. "No me llamo así por aires de superioridad, ni por sentirme más reina que nadie", expresa con fuerza. "Soy pianista desde que me regalaron los Reyes ese pianito de plástico, ¿por qué, porque tenía cuatro años y tocaba con la mano derecha nada más? Es que yo no veía ese piano de plástico, yo veía uno grande", expresa emocionada.  

La pequeña de la familia floreció y los encantos que despertaba a través de las 88 teclas llamaron la atención de celebridades como Jesús Quintero, quien no ha querido perderse su elegante alumbramiento en Jerez. "Si tú eres un rey, Jesús", le anima Rosario, segundos antes de que Quintero salga al escenario. "Ella lo tiene todo: libertad, magia, belleza...", se confiesa el periodista onubense ante el público. Acto seguido, llueven los aplausos para darle la bienvenida a La Reina Gitana. Sale, saca la cara, se sienta en el banco, reposa un tacón en uno de los pedales, alza la mirada y empieza el espectáculo. Su música —compuesta por piano, cante, violín y percusión— crea una amalgama de sentimientos, punzadas y nudos en la garganta. Rosario Montoya tan solo interpretó tres de los diez temas que publica en su primer disco, pero fue suficiente para dejar al público sin aliento. Sus explicaciones y el homenaje que rindió a Maruja —la mujer de la finca que le regaló su primer piano de cola— fue clave para que el auditorio al completo empatizara. La Reina Gitana se desnudó ante familiares, amigos y artistas de la provincia, para que fueran testigos de su retoño.

Rosario no ha parado de trabajar desde que conoció el lenguaje musical. Mientras ella misma recibía formación en el conservatorio, su profesor, que la vio espabilá, le propuso que diera clases particulares a los de primer año. "Como necesitaba pagar la matrícula por mensualidades, conseguía un dinerito entre los conciertos y las clases que daba", indica. "He pasado muchas fatigas porque a mí nadie me ha regalado nada. Tengo una familia muy, muy humilde. Todos nos lo hemos costeado ayudando en casa con lo que podíamos hacer. En mi caso, era en los conciertos y las clases particulares. Pero hubo una vez que yo no pude hacer segundo de Cámara porque no tenía dinero para pagar, y es lastimoso ver cómo tus compañeros avanzaban y yo me quedaba atrás. Es doloroso", añade, al tiempo que aclara: "Hay gente que me dice: Es que tienes a Jesús Quintero. Quintero me ha apoyado muchísimo personal y artísticamente, pero a Jesús lo conocí cuando yo ya estaba hecha".

"Me captó. Me di cuenta de que para poder expresarme necesitaba el flamenco"

Con casi cuatro décadas de experiencia a sus espaldas, Rosario Montoya confiesa que el flamenco le enganchó durante su adolescencia. Que hasta los 16 años solo escuchaba música de los 80 como Europe o Eros Ramazzotti. Más tarde, conforme iba pasando los estudios en el conservatorio empezó a emocionarse con Bach, Beethoven, Chopin, Mozart… Y luego, cuando aprendió todos los palos del flamenco con su primo Juan, se enamoró del sentimiento, la pena y el desgarro del cante jondo. "Me captó. Me di cuenta de que para poder expresarme necesitaba el flamenco. Pero también el clásico para tener la armonía y todos los conocimientos musicales para poder dominar el piano". La Reina Gitana es una joya para la cultura flamenca, un tesoro que componía piezas con tan solo 16 años y que ha conseguido brillar a pesar de tantas y tantas vicisitudes. Porque hoy, todavía sufre discriminación. No por raza, sino por género y por un fallo de concepto: "Al público siempre le he gustado, pero en el entorno del flamenco siempre ha habido mucho machismo. Yo sí me he llevado bailaores y bailaoras, y cantores y cantaoras a mis espectáculos. Pero a la hora de acompañar a un solista, a mí no me llaman los cantaores". Y por último, a la eterna pregunta de qué es el flamenco, Rosario Montoya apostilla: "¿Qué busca el purista? ¿Lo antiguo? No. Eso no es el flamenco puro. Creen que el flamenco puro es guitarra y cante; y la pureza está en el interior de la persona. Que sea una persona pura. Todo lo que te va a sonar es puro, y porque yo meta un violín, un violonchelo, eso no significa que yo esté innovando". 

Cuando la presentación acaba, el público se levanta. Se baja el telón y empiezan los primeros cuchicheos, por la Sala Compañía revolotean los primeros comentarios. Pero la gente, sobre todo, se hace una pregunta: ¿Qué significa Muchelumbre? En sí, el disco reúne bulerías, tangos, rumba latina, malagueñas, una nana a piano solo dedicada a su hija Rosario del Alba y alegrías. Pero en cuanto a la definición del concepto, Rosario lo deja abierto. Sobre el papel no significa nada, pero el término —abstracto y juguetón— busca inspirar un recuerdo concreto a quien tenga el trabajo en las manos o escuché un recital de Rosario. Que rebusque entre sus entrañas y arroje un poco de luz entre tanta muchedumbre. 

Sobre el autor:

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Claudia González Romero

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