Dice, y no vamos a discutirle, Lluís Pasqual, XXII Premio Corral de Comedias, que representar a los clásicos fidedignamente, hoy, es imposible. Cambian los escenarios, cambian los actores y también el público. Cambia todo, menos el texto en su literalidad. Sin embargo, ayer noche, con la representación de La Teatrera y el público avizor de los barrios almagreños, Don Gil de las calzas verdes de Tirso de Molina revivió en el Ejido de San Juan.
No es esta versión de Asun García una versión libre. Se endereza bastante al texto, y esto, en el caso de Don Gil, es una tarea hercúlea al alcance de muy pocos. Además, la trama de Don Gil es, no un enredo, sino un juego desesperante de mudanzas y entuertos al que ni sus propios personajes, como el Don Juan de puntillas, sobreviven. Doña Juana, el personaje principal, los castiga a todos con mano izquierda. Doña Inés es la inconstancia que colabora y sufre. Caramanchel, el criado, es el puto amo. Todo el reparto de La Teatrera es solvente y suficientemente heterogéneo. Sin dejar en casa un detalle, el vestuario está a la altura del texto. Es, una compañía, clásica.
Insistiendo en Lluís Pasqual, una de las grandezas que nuestra literatura aurea atesora es concebir el amor de forma compleja, y tentador es decir que de forma superior a la que hoy se nos quiere hacer valer.
En realidad, nos da igual que no se parezca a aquello que fue hace tanto tiempo. Lo que nos importa es que es cada vez que sucede, porque es actualísimo. El Don Gil de las calzas verdes representado bajo la dirección de Asun García, en este 45º Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro que acaba, ha sido, y será, si ustedes quieren.
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