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La Tragédie de Carmen (Adaptación de Marius Constant, Jean-Claude Carrière y Peter Brook basada en la obra de Georges Bizet). María Rodríguez, Enrique Ferrer, Belén López, José Julián Frontal, Joaquín Galán, Alex Peña, Pablo Santamaría. Ensamble Arte Lírico. Carlos Aragón (dirección musical), Pepa Gamboa (dirección de escena).

Carmen es, sin duda, la obra maestra de Bizet y una de las óperas más influyentes de la historia de la música europea. La que sería su última creación (moriría a los 37 años, poco después del estreno) daba un salto adelante con respecto a las composiciones románticas y abría caminos luego explorados por el Verismo italiano y los autores franceses del cambio de siglo XIX al XX. Existe un cierto orientalismo en Carmen, producto de la visión que de España fabricaron los viajeros románticos, entre los que estaba Prosper Mérimée, y que fueron tan del gusto de los salones parisinos de la época.

El tema era osado ya que el libreto se centraba en un personaje que era una ladrona manipuladora, violenta e indomable frente a la autoridad masculina, a pesar de que los libretistas Meilhac y Halévy habían edulcorado el texto de Mérimée. No obstante, se conservaron destellos del espíritu original de la novela corta que da base a la ópera, sobre los que la adaptación representada en el Teatro Villamarta, debida a Marius Constant, Jean-Claude Carrière y Peter Brook, pretende poner el énfasis. Se han hecho desaparecer las escenas "decorativas", aquellas en las que la acción no avanza y que sirven para crear una ilustración del ambiente de Sevilla; y se ha centrado la atención en el hilo argumental, aunque modificando el orden de algunos pasajes (se fusionan y alteran especialmente los actos 2 y 3), reinterpretando particularmente el personaje de Micaela (ella misma es la que escribe la supuesta carta de la madre de Don José para tener el pretexto de encontrarse con él, y más adelante termina casi empatizando con Carmen ante la brutalidad del Navarro, como se pone de manifiesto en su aria convertida aquí en la sección final en un dúo con la cigarrera) y utilizando como leitmotiv general la melodía del air des cartes.

Estamos ante una obra sobre la que se han acumulado múltiples interpretaciones –a veces contradictorias- y que ha rebasado el específico campo de lírica para encontrar atención en el cine y otros medios. Pocos roles operísticos han tenido un tratamiento dramático tan diverso: desde la feminista un poco primaria hasta la prostituta sin escrúpulos. También han sido escasos los personajes que han atraído por igual a contraltos, mezzo-sopranos (en cuya tesitura encaja esta particella) y sopranos líricas, ligeras o dramáticas, rompiéndose así etiquetas y definiciones musicales. Poco tiene que ver la concepción de la obra en manos de intérpretes tan distintas como Geraldine Farrar, Conchita Supervía, Victoria de los Ángeles, María Callas, Leontyne Price, Grace Bumbry, Teresa Berganza, Agnes Baltsa o Elina GaranÇa, por citar algunas en un orden cronológico que abarca casi un siglo. Parece como si la ruptura total de normas que caracteriza a Carmen como personaje se extendiera al trabajo intelectual sobre la partitura.

María Rodríguez fue la encargada de asumir el rol en la representación jerezana. Con el paso de los años, su voz ha perdido homogeneidad en el registro, los graves son abiertos, la capacidad de control de los reguladores es pequeña, la reducida flexibilidad vocal le presenta problemas en páginas como la Seguidille, y el registro agudo se emite con dificultad y un apoyo abrupto. No obstante, como actriz su interpretación fue intensa y elocuente, con gran dominio de la expresión corporal y gestual, logrando que pasaran a segundo plano los problemas vocales antes mencionados. Sin duda, en conjunto fue la mejor actuación de la velada.

El tenor Enrique Ferrer tiene un timbre agradable, con un principio de vibrato que quizás pueda acrecentarse con el tiempo, que cubre la particella asignada con soltura. El principal problema estuvo en una emisión mal proyectada, con la voz demasiado cubierta. Al igual que le ocurrió al resto de los solistas, su labor como actor palideció ante la expansiva labor de María Rodríguez. Belén López es una soprano lírica pura, justo lo que necesita Micaela. El cuidado fraseo y el control de los reguladores dieron muestra de que era la cantante con mejor salud vocal de elenco. José Julián Frontal tiene una bella voz de barítono manejada con gran destreza técnica. Sin embargo, cuando susurró seductoramente a Carmen la Chanson du Tóreador (según lo planificado en esta adaptación), lo pretendió hacer usando la mezza di voce y el recurso no funcionó.

El pequeño grupo instrumental, bajo la dirección de Carlos Aragón, estuvo atento a las necesidades de los cantantes. Sin embargo, a juicio del que escribe, fue un error no seguir recurriendo a ellos en la obertura que inicia la ópera y que aquí se trasladó a la antesala de la escena final. Se utilizó una grabación orquestal que resultó chocante, artificial e incoherente con el estilo de toda la representación.

La puesta en escena manejó pocos elementos con mucha inteligencia, resaltados por la excelente iluminación de Juanjo Llorens. Una de los mejores comentarios que se pueden hacer de ella es que logró dar marco a la Tragédie sin distraer la atención de la misma.

Sobre el autor:

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Joaquín Piñeiro Blanca

Profesor Titular de la Universidad de Cádiz. Departamento de Historia Moderna, Contemporánea, de América y del Arte.

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