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Vivimos unos días donde la corrección política eleva a dogma cualquier majadería. Ayer tarde, sin ir más lejos, unos autoproclamados antisistemas de izquierda perpetraron un atentado a la razón: darse el pico con aquello que supuestamente buscan derrocar. Por supuesto, desoyendo cualquier mandato democrático. Esto no es nuevo. El adanismo y el dogmatismo campan a sus anchas. No será la primera ni será la última vez que los submarinos hacen presencia política.

El 22 de febrero de 1942, Stefan Zweig se suicidó. Dos años después se publicaría su obra póstuma El mundo de ayer. El autor estaba desencantado, agotado. Sin llegar a la hipérbole del harakiri de Yukio Mishima, podríamos ver en sus desesperanzadas Memorias de un europeo la última exhalación del escritor austriaco. Nunca sabremos si llegó verdaderamente el nuevo amanecer tras el ocaso de la barbarie nazi que esperaba Zweig.

A Mario Vargas Llosa el desencanto y la barbarie parecen no mellarle del todo. Ese aspecto adusto que acompaña al escritor es eterno. A pesar de no saber en qué momento se jodió el Perú o cuándo la civilización del espectáculo auspició el alumbramiento de nuevas formas totalitarias soterradas en las democracias occidentales, Vargas Llosa continúa impertérrito publicando novelas y cumpliendo con su cita semanal en El País. El pasado 8 de enero leo que el nobel peruano formará parte de La Pléiade. Para Jorge Luis Borges ser publicado en La Pléaiade era más importante que el Nobel. La colección que reúne el canon de la literatura universal a través de antologías acogerá en abril la publicación de Vargas Llosa.

En 1853 Herman Melville publicaba el cuento Bartleby, el escribiente. Al poco se convertiría en uno de los relatos breves más celebres de la literatura universal. Gilles Deleuze le dedicó un ensayo, Bartleby o la fórmula. En 2000 Vila-Matas publicaría Bartleby y compañía. En el diario El Mundo, Pedro de Miguel reseñaría: "Los bartlebys de la literatura componen una extraña y numerosa secta que caracteriza el estado de pronóstico grave -pero sumamente estimulante- de la literatura de este fin de milenio."

Sirvan estas escuetas pinceladas para un futuro boceto. 

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Daniel Vila

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