La escritora Yolanda Vallejo publica 'Cómo hemos cambiado', un libro que recoge artículos escritos en los últimos diez años.
A lo mejor soy poco original, pero me divierte enormemente comenzar las entrevistas preguntando a la víctima sobre su propia identidad. Sí. Y es que una de las cuestiones más difíciles, para el ser humano, es reconocerse, enfrentarse al espejo, y atreverse a bucear en su complejidad. La mayoría de mis entrevistados salen airosos. Menos mal. En el caso concreto de la entrevistada en esta ocasión, el nivel sube, sin desmerecer al resto vuelvo a corroborar que es una de las personas más inteligentes y rápidas que conozco, cuya enorme agilidad intelectual aturrulla y deslumbra.
Esta rapidez de reacción, esta sinapsis neuronal en tiempo record, dicen que es propia de la gente de aquí, del rincón más antiguo de Occidente. Además también es una característica femenina. Que sí. Y Yolanda Vallejo no solo sabe muy bien quién es, y qué le pide a la vida, sino que conoce a fondo su lugar, su entorno. Sabe cómo respira Cádiz. Y por eso es Gaditana del Año. Y por eso llena salas, si le da por presentar un libro, como lo hizo el otro día en la Fundación Cajasol, de amigos cómplices, de lectores leales que la venimos siguiendo desde hace ya mucho tiempo. En el libro Cómo hemos cambiado, está la prueba de lo que les hablo, en cien artículos escritos en los diez últimos años en La Voz. Les invito a leerla, porque conocer a Yolanda Valleja es admirarla, inmediatamente.
Allá va: ¿Quién es Yolanda Vallejo. ¿Qué quiere?
Estoy convencida de que no somos como creemos, sino como nos ven los demás. En ese sentido no sabría decir quién soy, sino con quién me identifico o cómo querría que los demás me viesen. Y como, además, creo, que somos lo que fuimos en la infancia, me gusta pensar que igual que hay niños de plazoleta, niños de casapuerta, niños de barriada, hay niños de balcón. Yo fui una niña de balcón. De balcones a la calle Nueva y a Canalejas. Una niña que pasaba horas y horas viendo pasar gentes, viendo pasar cosas y viendo pasar la vida. De ahí me viene esta afición por observar y por contar lo que veo. Vivir justo encima de un café como El Español, donde nunca se paraba la vida marca mucho. Mi infancia estuvo marcada por los sonidos de mi ciudad, la fábrica de tabacos, el “pito” de Astilleros, el vapor de El Puerto atracando en el muelle que marcaba las horas de las comidas y de las meriendas… el reloj del Ayuntamiento. Desde esos balcones aprendí a amar a mi ciudad, el carnaval, la semana santa, las huelgas de Astilleros, el Corpus, la salida de Elcano…
Todo cuanto vi, todo cuanto escuché sigue en mí y sigue en la manera de enfrentar la vida y en la manera de contarla. Como querer, muchas cosas, pero si te refieres a qué quiero contar, te diría que quiero contar lo que ocurre en Cádiz, poniéndolo en diálogo con nuestro pasado, y con nuestro futuro. Quiero ser esa “hoja roja” que es como se llama mi sección en el periódico en el que publico semanalmente, ese aviso a los navegantes, esa advertencia, y a la vez, esa complicidad con mis vecinos y con mi ciudad, con la que me identifico tanto.
"Las contradicciones forman parte de la naturaleza humana, y me interesan muchísimo, mucho más que el pensamiento lineal"
Como siempre, me gusta ahondar en el oficio, saber de sus mecanismos. A la hora de escribir, ¿cómo acude a ti la idea? ¿Rutina o caos?
Yo tengo la tremenda suerte de tener un olfato excelente para lo noticiable. Un instinto que me hace distinguir las voces de los ecos y enseguida doy con el tema que quiero tratar y con el título. Nunca empiezo un artículo sin haberle puesto antes el título, más que una manía es una costumbre. Luego está la disciplina a la hora de escribir. Son muchos años sentándome semana tras semana en el ordenador y la estructura del artículo sale sola. Escribo de una sola vez, no corrijo nunca —salvo las erratas, que se convierten en una pesadilla— y apenas dejo el texto reposar. Me interesa la frescura del pensamiento rápido, la casi oralidad que luego descubro en mis textos y el contacto directo con un lector imaginario que siempre presupongo leyendo mis textos. No soy nada caótica, ni en esto ni en otros aspectos de mi vida. Puedo llegar a ser muy contradictoria, pero dentro de un orden. Las contradicciones forman parte de la naturaleza humana, y me interesan muchísimo, mucho más que el pensamiento lineal.
El sitio de tu recreo, tu 'locus amoenus', tu santuario.
Mi locus amoenus se encuentra en el cuadrado perfecto que conforma la familia que he creado. Alberto y mis tres hijos. Ellos son todas las cosas que quiero tener, todos los sitios a los que quiero ir, y todos los días que quiero vivir. Dicho así puede sonar a cursilada, pero es lo que realmente pienso. No quiero estar en ningún otro sitio en el que no estén ellos.
Vives entre libros y estrenas libro propio, pero eres una escritora de fondo, de continuidad (algo tremendamente complicado). ¿Cómo ves el panorama literario actual? ¿Qué lee una bibliotecaria para sobrevivir a tantos libros?
Por encima de escritora, o de articulista en este caso, yo me considero lectora. Creo que el ejercicio de la lectura es necesario para escribir, tan necesario como respirar. En este sentido, echo en falta dentro del panorama literario actual a escritores que sean lectores. A veces me da la sensación de que se empieza la carrera desde la meta. Se publica mucho, porque se escribe mucho, pero sin embargo, detecto mucha falta de lectura en algunos de los que se consideran “escritores”.
En cuanto al gusto literario actual, y desde la formación académica que tengo, te puedo decir que llevamos años instalados en la novela, pero que como la historia de la literatura pone de manifiesto, esto es una moda como otra cualquiera. Variamos de la novela histórica a la realista o a la novela romántica, y eso tiene una explicación. Los lectores tenemos tendencia a leernos a nosotros mismos y buscamos en la novela esas experiencias identitarias que nos produzcan placer. Son malos tiempos para la lírica, y como comprenderás, la poesía anda un poco de capa caída. Pero yo no pierdo la esperanza y sé, que vendrán tiempos mejores.
Yo no sé lo que leen las bibliotecarias en general (risas). También te digo, por si hay alguna duda, que los bibliotecarios no leemos en el trabajo, ojalá, pero no tenemos tiempo. Sí es cierto que esta profesión te obliga a estar al tanto de lo que se va publicando para garantizar a los lectores el acceso a las novedades y a los centros de interés. Pero en mi caso, el vicio de la lectura es tan intenso que leo absolutamente todo lo que cae en mis manos… y termino lo que empiezo, porque la palabra escrita siempre me ha dado muchísimo respeto. Si me preguntas por preferencia, tengo un par de autores de cabecera, a los que vuelvo siempre, Miguel Delibes y José Saramago. Pero esto no quiere decir que no me interesen otros autores, y que incluso vaya teniendo otras referencias, Alberto Manguel, Alfredo Bryce Echenique… ni que tenga prejuicios a la hora de leer, lo mismo leo a Moccia que a Aramburu.
"El ejercicio de la lectura es necesario para escribir, tanto como respirar"
Mujeres escritoras vs. hombres escritores, ¿o eso es una pamplina?
Quedaría muy bien si te dijese que creo que hay una literatura femenina y que las mujeres escribimos de manera diferente a los hombres, pero sinceramente no lo creo. Creo, eso sí, que como mujer puedo indentificarme más con mujeres escritoras que con hombres escritores, pero no creo que lo de la paridad literaria sea una lucha en la que debamos entrar. Hay personas que escriben bien y personas que escriben fatal, sean del género que sean.
De Cádiz al mundo. ¿Qué cara le mostramos?
Cádiz es posiblemente la ciudad con más historia de Occidente, con más potencial geográfico y con más calidad humana de cuantas conozco. También es la que peor se vende, no ahora, sino la que peor se ha vendido a lo largo de los tiempos. Últimamente se ha puesto de moda nuestra provincia, pero nosotros mismos no nos lo creemos y andamos todavía mostrando nuestra sonrisa desdentada de vieja señorita del paraíso. Nos falta creernos todo lo que somos capaces de hacer, nuestro complejo de hermana pobre nos pesa todavía mucho, y en muchas ocasiones, ha sido definitivo para dar un paso atrás o para conformarnos con la ropa heredada de nuestros hermanos.
Tenemos un gran potencial, aunque no hay que ser ingenuos y tampoco perder de vista que una ciudad como Cádiz, que sigue liderando las listas del paro y que apenas tiene suelo industrial, tiene que reinventarse, como hemos hecho muchas veces a lo largo de la historia. Los gaditanos deberíamos pensar un poco en qué es lo que nosotros queremos y no pensar tanto en qué es lo que nos van a dar. Desde el punto de vista turístico, gastronómico, cultural… no tenemos nada que envidiarle a otras ciudades de nuestro entorno, lo que tenemos que hacer es quitarnos los complejos y dejar, además, de mirarnos tanto el ombligo.
Otra de rigor (y porque me corroe la curiosidad). Háblanos de tus referentes.
Imagino que esta pregunta va más allá de lo puramente literario. Evidentemente todos tenemos referentes, modelos a los que intentamos imitar o en los que nos queremos mirar, no olvides que te dije al principio que somos como nos ven, pero también nosotros vemos a los demás de una determinada manera. En este sentido, tengo siempre como referente a todos los que nos han precedido en las luchas sociales, en las luchas por la igualdad, a los que han conseguido que tengamos una sociedad libre e igualitaria. La generación de nuestros padres, por ejemplo. Fueron gente educada y formada en la dictadura, que lucharon y trabajaron por un futuro mejor para sus hijos, que dejaron atrás sus propias aspiraciones para potenciar y alimentar las nuestras.
Ahora que tanto se critica a la generación de la Transición y todo eso, es cuando más me gusta señalar que todo lo que tenemos se lo debemos a ellos. La inmensa mayoría de nuestras madres fueron amas de casa que soñaron con unas hijas independientes desde el punto de vista intelectual y económico, que sin conocer el mundo nos empujaron a conquistarlo. Le debemos mucho a esa generación de mujeres, las mismas que luego nos ayudaron con nuestros hijos pequeños, para que nunca renunciásemos a nuestros sueños.
"Todo lo que se siembra y se riega con amor, termina dando sus frutos"
¿Tienes tiempo para soñar?
Dice un viejo proverbio que hay que tener cuidado con lo que se sueña, porque se puede cumplir. En versión moderna, también lo dice el anuncio de la ONCE. En ese sentido, yo soy muy precavida y tengo cuidado con no desbocarme en el mundo de los sueños, prefiero el trabajo diario, constante, porque al final, todo esfuerzo tiene su recompensa. De pequeña quería ser periodista —quizá para contar todo lo que veía desde mi balcón—, las circunstancias familiares lo impidieron, y sin embargo, muchos años después, la vida me daría la oportunidad, no de ser periodista, pero sí de escribir en un periódico y de poner nombre a todas las cosas, tal y como había soñado. Desde entonces, me dejo llevar. Yo creo que esta vida, todo lo que se siembra y se riega con amor, termina dando sus frutos.
Pregunta mercantilista: Véndenos tu libro.
Cómo hemos cambiado (Mayi) es una antología de artículos que ya se han publicado con anterioridad. Quiero decir, que cualquier lector que me siga reconocerá estos textos. Lo interesante del libro es precisamente la recopilación de estos textos que nacieron con naturaleza efímera —es lo que tienen los periódicos— pero que al estar reunidos en un libro cobran una nueva identidad. Cuando uno escribe opinión, cada semana, no se para a pensar en la trascendencia de los textos. Lo que es noticia hoy, dejará de serlo mañana. Pero con el paso del tiempo, te vas dando cuenta de que aquellos textos tienen validez, y tienen una nueva vida, en diálogo con el resto de los artículos.
Cuando uno lee mi libro se da cuenta de lo que hemos vivido, y de aquello de lo que no habíamos sido conscientes mientras lo vivíamos. En esta última década los españoles, y los gaditanos aún más, pasamos de vivir en los pisos más altos de nuestras posibilidades a habitar los bajos más húmedos. Todo lo que fue un sueño se nos deshizo entre las manos. Todo lo que nos vendieron se nos fue escapando como arena de la playa. Cómo hemos cambiado invita a transitar por esos parajes por los que no transita la Historia con mayúsculas, por ese escenario sentimental algunas veces y reflexivo, las que más, por el que los gaditanos hemos viajado en estos diez últimos años. Vivimos el Bicentenario, por ejemplo, y nunca podremos decir que fue un sueño, pero visto desde la distancia, podemos decir que fue una pesadilla. En el libro vamos a encontrar lo que somos, lo que fuimos y una sugerente invitación a reflexionar sobre lo que seremos los gaditanos.
Y para cerrar, te llevo a mi terreno: dame un verso.
Te voy a regalar un verso de Alberti, que me parece que define muy bien lo que he querido decir en esta entrevista Llamando siempre Cádiz a todo lo dichoso. Y te voy a regalar una cita de Miguel Delibes, de la novela de la que tomé el nombre de mi columna semanal La Hoja Roja, que describe muy bien mi manera de escribir “En casos así, lo oportuno es dejar hablar al corazón”. En este caso, escribir con el corazón.
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