Martín Ángel Piñero, jefe de ventas de un concesionario en Jerez, es también el autor de 'Diccoñario o como dar mil y pico patadas a la RAE', una obra donde inventa palabras o mezcla conceptos para crear otro significado relacionado o totalmente distinto. 

"Esto no es una historia, nadie mata a nadie", avisa. Pero es mentira. El libro Diccoñario o como dar mil y pico patadas a la RAE, es un reflejo impreso de la historia y del inteligente humor del jerezano Martín Ángel Piñero. Cuenta que empezó a construir su diccionario de chistes cuando tan solo tenía 14 años. "Desde San Enrique —barrio donde se crió— nos íbamos muchos niños en autobús al instituto Coloma. Recuerdo una mañana en la que uno de ellos, Agustín Morales —hoy día profesor— llevó un extracto del diccionario de José Luis Coll, que en aquel momento hacía un año que había ganado el premio nacional Papagayo, y claro, después de leerlo me encantó". Fue ahí cuando comenzó a apuntar en una libreta todas las palabrejas que se le venían a la cabeza. O bien le cambiaba el significado a algunas: "Cromañón: Antepasado gigante de los aragoneses", o mezclaba conceptos: "Baltazar: Rey Mago ruso". 

"Siempre he tenido facilidad para el humor, sobre todo cuando tienes sentido del humor, otra cosa es ser gracioso, y yo no soy gracioso. Me gusta ver el lado cómico de las cosas. Mi humor hay que pillarlo", expresa. Piñero no es de hacer el ridículo para sacar carcajadas, le gusta trabajar, que haya un esfuerzo por parte del humorista para que luego la persona entienda el chiste y se ría a los pocos segundos. "Yo respeto mucho a los payasos, pero mi humor no es un humor blanco". Su ópera prima del sarcasmo tardó más de 30 años en ver la luz, y eso gracias a la correctora Esther Maseda, quien prácticamente obligó a Piñero a publicarlo. Si bien empezó su obra siendo un adolescente, dice que abandonó su manuscrito con 19 años y que volvió a retomarlo hará cinco. Un año después del nacimiento de Diccoñario o como dar mil y pico patadas a la RAE, el humorista vuelve a aparecer para firmar los ejemplares de su libro este sábado 24 de junio en El Corte Inglés, a partir de las 19:00 horas. 

Con un tono serio, voz grave y sin hacer ningún gesto o aspaviento, el autor de este destenillante libro confiesa: "Siempre he recomendado a mis amigos que lo lean en el váter, entre otras cosas porque la mayoría de las palabras, aunque parezca increíble, se me ocurren ahí. Probablemente porque no tenga otro sitio", sonríe. "Por eso la mayoría de las palabras son una mierda. No hombre, es broma", remata. "Sarcasmo por tubería", ironía, humor absurdo, ingenio y sátira, son los ingredientes que componen esta ensalada cómica. Zapato, ¿qué es un zapato? Según este jerezano, que trabaja a diario como jefe de ventas en un concesionario de coches, el zapato es un "calzado que no pasa del tobillo", incluso se atreve a continuar con la definición por si todavía no ha quedado claro: "Hay una leyenda urbana sobre el tamaño del zapato de los hombres que cuenta que, cuanto más grande es el zapato, más grande suele ser el pie". Aquí utiliza un humor absurdo, sin invenciones, algo similar ocurre con la palabra Ñoco, —el único término que aparece en la página de la "ñ"—, donde usa un sinónimo, "rrotopo", para definirla. Arriesga cambiando las sílabas de orden, mezcla conceptos y quizá luego el significado no tiene nada que ver con lo que se conoce, o sí. 

"Tenemos un idioma de puta madre para hacer este tipo de cosas"

"Cuando tú haces una prerrogativa, tú estás hablando y la gente se puede hacer una idea lógica de cómo va a terminar la historia. Pero como pasa en los chistes, no acaba como tú piensas, por eso te hace gracia. De hecho, la mejor forma de leer este diccionario es: leer la palabra, leer la definición y volver a leer la palabra, porque entonces es cuando te das cuenta de lo que de verdad significa", expone. En Diccoñario o como dar mil y pico patadas a la RAE el lector encontrará de todo: crítica y humor mordaz hacia la política, religión, sexo, amor… "Le doy un repasito a todo quisqui, a mí el primero". Aparecen políticos con y sin nombre, actrices como Kim Basinger o personajes históricos como Martín Lutero, algo inédito que no aparece reflejado en ningún otro diccionario.

"Cada palabra que veas en este diccionario es, mínimo, un chiste, y también hay algunas diseñadas para jorobar gramaticalmente". Si bien no incluye la cara de algún personaje público para definir una palabra en concreto, sí sale dentro de la explicación como símiles, caso de "Imbécil: Persona que no llega al 80% de coeficiente intelectual, Bush". Este Diccoñario es, en parte, un homenaje al humorista José Luis Coll y a esas personas que juegan con el castellano y cambian el sentido a la frase. "Tenemos un idioma de puta madre para hacer este tipo de cosas", apostilla. 

Sobre el autor:

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Claudia González Romero

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