El Ayuntamiento de Trebujena edita el manuscrito de 'Entre surcos y espigas' de Antonio Briante Caro

El manuscrito, autógrafo, había sido donado por el autor a la Biblioteca Municipal de Jerez, posiblemente a finales de la década de los años 50 o principios de los 60 del siglo pasado

Primera página del manuscrito de 'Entre surcos y espigas'.
Primera página del manuscrito de 'Entre surcos y espigas'.

Este año 2022 la XIII Feria del Libro de Trebujena está dedicada al erudito local autodidacta Antonio Briante Caro. Con este motivo el Ayuntamiento de la localidad a través de la delegación de Cultura ha editado su novela de tema amoroso y de ambiente rural jerezano titulada Entre surcos y espigas escrita en 1933, cuando éste contaba con 46 años, y que hasta este momento ha permanecido inédita. El manuscrito, autógrafo, había sido donado por el autor a la Biblioteca Municipal de Jerez, posiblemente a finales de la década de los años 50 o principios de los 60 del siglo pasado. Desde el punto de vista material el citado manuscrito está formado por  384 hojas en una especie de cuaderno escolar de 17x23 cm. El próximo día 21 de octubre tendrá lugar su presentación al público.

Mucho después de haber sido escrita, es el propio Antonio Briante quien aproximadamente en 1953, con cierto deje de nostalgia y melancolía por el tiempo transcurrido desde entonces, deja constancia de la existencia de su “novelita" como él la llama en esa ocasión: en uno de los apuntes de sus Cuadernos Diarios relata cómo cierto día que se hallaba en la puerta de su casa había visto pasar por la calle a una joven sanluqueña de la Colonia de Monte Algaida cuya gracia y caracteres físicos le habían traído a la memoria y le habían hecho recordar vivamente a Manolilla, la protagonista femenina a la que él había dado vida veinte años atrás en su novela.

En otra ocasión Briante vuelve de nuevo a hacer referencia a su novela en el mismo lugar antes señalado cuando cuenta que le había sido devuelto, en un sobre casero primorosamente cosido, un puñado de cuartillas manuscritas de esta novela que él le había dejado a la «niña» del capataz de la finca El Duque ante la insistencia e interés que esta había mostrado por leerlas. El capataz de dicha propiedad rural era Juan García Arellano, mi abuelo paterno, y cuyas viñas el propio Briante había trabajado en varias temporadas.

La niña del capataz de El Duque a la que Briante se refiere y a la que había prestado esos pasajes de su novela Entre surcos y espigas no era otra que mi querida y recordada tía Luisa, la cual me habló de este hecho en más de una ocasión. Estos detalles, y otros más que podrían aportarse, nos llevan a pensar que el manuscrito de esta novela, en parte o en su totalidad, era conocido por algunas personas en Trebujena y de fuera de ella. 

Por otro lado, todo indica que en una fecha que desconocemos Briante había encontrado un editor, particular o institución, dispuesto a publicar su novela. Así lo reconoce él mismo cuando al pie del último de los ocho fragmentos borradores de este manuscrito anota este jocoso comentario: “Del libro próximo a publicarse Entre surcos y espigas, de Antonio Briante Caro. ¡Atiza!”. Sin embargo, por circunstancias que también se desconocen, el texto quedó definitivamente inédito.

Perdida la esperanza de que su manuscrito viera la luz, en algún momento de cuya fecha parece que no ha quedado constancia escrita Antonio Briante tomó la decisión de donarlo a la Biblioteca Municipal de Jerez de la Frontera cuyo director era entonces Manuel Esteve Guerrero, un personaje con quien Briante mantuvo y compartió amistad y un común interés por la cultura de Jerez y por la Arqueología de la zona desde antes de la Guerra Civil, además de otras afinidades de índole diferente. En 1942, por ejemplo,  Briante dejaba constancia en uno de sus Cuadernos diarios de su alegría por la visita que le habían hecho en su domicilio de Trebujena Manuel Esteve y el arqueólogo alemán Adolf Schulten que en esa fecha se encontraba por la zona llevado de sus investigaciones y teorías sobre la localización de Tartessos.

En una ficha de la donación de este manuscrito (MS 30) que hace ya más de 18 años consultamos en la Biblioteca Municipal de Jerez se recogían las condiciones de la aceptación del mismo por parte de la institución bibliotecaria jerezana: la Biblioteca Municipal de Jerez aceptaba dicha entrega, aunque sin compromiso alguno de publicación por su parte, haciéndose constar en ella la reserva de los derechos de propiedad intelectual del donante. Y en un antiguo índice mecanografiado de la Sección de Manuscritos de la  Biblioteca Municipal de Jerez, en el registro correspondiente al número 30, se anotaban estas palabras: “Entre surcos y espigas.- Novela de Antonio Briante Caro, inédita, sin derecho a publicación fue regalado el M.S. [manuscrito] a la Biblioteca por el autor".

A nuestro juicio detrás de la decisión de donar su manuscrito a la Biblioteca Municipal de Jerez no está sólo el convencimiento de Briante de que su novela ya no iba a poder publicarse. Briante podría haberse quedado con él y conservarlo, como quedaron en su poder y luego en el de su familia, otros tantos de sus escritos, pero no lo hizo. ¿Por qué? Creemos que a pesar de que la Biblioteca Municipal de Jerez dejaba claro que lo aceptaba pero no se comprometía a su edición, Briante pensaba que algún día lejano alguien podría interesarse por su escrito, como finalmente así ha ocurrido. No obstante, estamos convencidos de que la causa última de su donación tiene que ver con otras motivaciones más profundas relacionadas con las propias experiencias vitales y los afectos del propio Briante y a los que nos referimos a continuación.

Antonio Briante Caro (Archivo Familiar A. Briante)
Antonio Briante Caro.  

Briante había nacido en Trebujena, pero desde muy niño vivió con su familia en las tierras de viñas de Jerez que su padre y hermanos trabajaban. Recordando esos primeros años Briante cuenta que su primera aportación al trabajo familiar en estas tierras jerezanas, siendo aún un niño, fue el de pastor, el de zagal cuidador del ganado en compañía de su hermano Manolo.

El sentimiento, el espíritu, sus raíces afectivas, y las vivencias de Antonio Briante eran pues en gran medida jerezanos y estos lo acompañaron durante toda su vida. Efectivamente, sus recuerdos infantiles, juveniles y los de su primera etapa de adultez hasta que se vino a vivir a Trebujena tienen por marco y paisaje los hermosos pagos vitícolas jerezanos de Carrahola, La Zarzuela (pequeño pago colindante con los afamados de Balbaína y Añina), la viña “Santa Margarita”, en un rincón del Llano de las Tablas, o la viña “La Gallega”, en el pago del mismo nombre, a la izquierda de la carretera de Rota. Tanto era esto así que cuando dejó Jerez y  se vino a Trebujena Briante replantó una viñita que había sido de sus padres en el pago trebujenero de “La Cañada” y le puso por nombre “Santa Margarita de la Cañada”, en recuerdo precisamente de la viña jerezana citada antes.

Antonio Briante sentía nítida e intensamente esta inclinación jerezana de su espíritu. Son muchos los momentos en los que él mismo así lo reconoce y confiesa. Así lo expresaba en 1946 cuando recordando los años de su niñez en los campos de Jerez relataba de esta manera la vuelta de su familia en 1896 a la viña de “Carrahola”, cuando sólo tenía nueve años: “Al volver a Carrahola sentí que mi alma se alegraba como si volviera otra vez a mi medio natural, como si hubiera echado raíces en aquel amado suelo que parecía nutrirla y vivificarla”, y más tarde , en 1953, insistía Briante: “En este bello rincón del campo de Jerez transcurrieron los años más dichosos de mi vida. Allí aprendí a labrar la tierra y a amarla, allí se despertó mi inteligencia y se desarrolló mi cultura y florecieron mis primeros amores con una pureza y una fragancia imperecederas. ¡Cómo he de olvidar, pues, a esta tierra tan hermosa!”. Este cariño de Briante por el paisaje jerezano llegaba a veces a extremos exagerados: en cierta ocasión, en una carta dirigida a su inseparable hermano Manolo en 1947, le confesaba alborozado que había descubierto con gran alegría un solo punto geográfico en el término de Trebujena de tierra privilegiada por el que sentía una especial predilección, junto a la vereda frente al pago llamado Mataperros. ¿El motivo? Según Briante había descubierto que sólo desde este punto de la geografía de trebujenera podía ver el “remoto perfil” de la Sierra de San Cristóbal.

Su hermano Manolo, que en la misma fecha anterior vivía y trabajaba en el campo de Jerez (en la ciudad de Jerez tenía este una vivienda en la calle Empedrada nº 7), nos deja una prueba más de ese apego afectivo que su hermano Antonio profesaba a las tierras jerezanas: en abril de 1946 contestaba a una carta de Antonio en la que este le pedía desde Trebujena que le hablara del aspecto que en esa primavera presentaban las tierras de la viña “La Gallega”:

“Me pides —le decía su hermano Manolo— que te dé una impresión del paisaje nuestro [La “Gallega], ¡pero es tan trabajoso expresar lo que se siente muy hondo! Tus pobres ojos cansados de la arisca adustez del macizo de Trebujena ansían sentir la caricia del paisaje nativo, tierra generosa y fecunda acariciada por los blandos vientos del sur”. Y en un fragmento de un escrito de Briante de 1953 titulado significativamente Tributo a mi tierra expresaba este, con rotundidad, la siguiente manifestación de su querencia jerezana, al traer a su memoria sus recuerdos de Carrahola y de La Gallega:

“La Gallega y Rincones [rancho de “Rincones”] me los figuraba como una pareja de divinidades rústicas. Ella era como una dríada protectora de la fecundidad de la tierra. Él como un Silvano gigante guardador de los términos y de las lindes que parecía descansar tendido sobre aquellos campos que apoyando su cabeza sobre el regazo de Balbaina extendía sus pies hasta hundirlos en las aguas el arroyo Carrahola, allá abajo, en el lugar donde lo cruza el camino llamado de “Los roteños” en donde, dicho sea de paso, creo yo firmemente que está situado el ombligo del mundo. En este lugar mismo, muy cerquita de allí, en el talud que hay en la revuelta del camino he escogido yo el sitio donde quisiera que descansaran mis huesos para siempre, bajo un sencillo mausoleo de ladrillo en donde en una lapidita de mármol se esculpiera mi nombre, al amparo de la Cruz, y debajo de él este verso inmortal de Virgilio:“(…) Cantó a los pastores, a los campos y a los caudillos”.

Este deseo era, obviamente, una especie de optación retórica que él sabía que no podría cumplirse. Antonio Briante fallecería en Jerez en el domicilio de su hija y su yerno Antonio Pérez Cancela que residían en la Plaza Federico Mayo nº 3, en la Barriada de la Plata. Una grave dolencia cardiaca que padecía desde hacía ya algún tiempo, una estenosis mitral, acabó con su vida a las 18:00 horas del día 20 de mayo de 1967 cuando contaba con 80 años de edad.  Su cuerpo fue enterrado al día siguiente en el cementerio municipal de Jerez, aunque posteriormente sus restos fueron trasladados al cementerio de Trebujena donde actualmente reposan.

Y en 1926, el propio Briante volvía de nuevo a dejar clara constancia de ese amor y preocupación por la cultura de la ciudad del Guadalete: en el artículo que escribió en el nº 29 de diciembre de 1926 de la “Revista del Ateneo” titulado  “Contribución a la historia de Asta Regia” (pp.315-318) terminaba con estas palabras: "El autor de estas mal perjeñadas (sic) notas no tiene la intención de haber descubierto ningún Mediterráneo (…) desea solamente (…) hacer una invitación a las personas cultas, que no faltarán en Jerez para que dirijan sus estudios y sus esfuerzos en el sentido de coleccionar datos históricos y documentos arqueológicos relativos a Asta Regia, seguro de que ello daría por resultado una obra de cultura que diría mucho en pro de la fama de este Jerez de nuestros amores”.

Todo ello es lo que explica que su novela Entre surcos y espigas sea una novela netamente jerezana. Jerezanos son los personajes, jerezano es el marco espacial y paisajístico donde la misma se desarrolla, jerezanos son los lugares urbanos en los que Briante hace moverse a su protagonista, jerezanos son los nombres del Teatro Eslava, y de las calles y plazas del Arroyo, Monti, Alameda de Cristina, Zarza, Cruz Vieja, Caballeros, Algarve, Aire, Muleros, Alcubilla, Prieta, Arco del Corregidor (daba entrada a la Plaza del Arenal), el bar “El Colmado”, etc. Jerezanas son las cuadrillas de trabajadoras gitanas que pueblan algunos pasajes de su novela, etc. Jerezano fue también el caso real en que se inspiró Briante para crear el desenlace de la historia que en su novela se cuenta. Así lo reconocía su autor cuando en otro de sus escritos afirmaba y reconocía que su novela tenía “mucho de ficción y no poco de realidad. Así pues Manolilla existió y yo la conocí".

Y finalmente, por no cansar más con la enumeración, jerezana es también la escena final de su novela Entre surcos y espigas en la que interviene el protagonista, un cuadro inspirado en la profunda impresión que produjo en el propio Briante siendo sólo un niño de 10 años y en su hermano más pequeño Manolo la contemplación por primera vez de la inmensidad del cercano océano desde lo alto de la Sierra de San Cristóbal a donde su hermano mayor Miguel los había llevado a lomos de la yegua “Castaña” con este propósito en 1897, trotando “por aquel conocido caminito que bordea la orilla oriental de la marisma de “Ochavico” que otros llaman de “Las Beatillas”, en demanda del “Hato de la Carne” para escalar la Sierra de San Cristobal”.

Pero lo que definitivamente movió a Briante a donar el manuscrito de su inédita novela a la Biblioteca Municipal de Jerez fue, estamos convencidos, su firme deseo de tener un último gesto de agradecimiento hacia este centro bibliotecario municipal que había sido el que durante muchos años le había permitido y ofrecido, también generosamente, disfrutar de tantas horas de lectura y de libros a los que de otra manera no habría podido tener acceso. Así lo había manifestado ya en algunas de las ocasiones en que el Ayuntamiento de Jerez le había transmitido por escrito las gracias por la donación de las numerosas piezas arqueológicas que Briante había hecho a la Colección Arqueológica Municipal de Jerez procedentes de yacimientos ubicados en el término de Trebujena.

Según nuestros cálculos, durante más de 60 años este manuscrito ha permanecido en la Biblioteca Municipal de Jerez, sin que por parte de nadie en Trebujena se supiese ni se tuviese constancia de esta circunstancia, hasta el año 2004. En esta fecha el autor de estas páginas que ahora se escriben tuvo conocimiento de la existencia del mismo y pudo acceder a él. Seguidamente informé de ello al entonces Delegado de Cultura de la Corporación Municipal de Trebujena del momento, José Galindo Marchena, comunicándole al mismo tiempo mi intención de llevar a cabo un estudio sobre Antonio Briante Caro y su novela, mientras que el Ayuntamiento de entonces manifestaba su intención de estudiar la posibilidad de edición de la novela Entre surcos y espigas.

Se preparó un escrito para que el anterior delegado de Cultura se lo hiciera llegar a la delegada de igual cargo en el Ayuntamiento de Jerez, informándole del hecho y solicitando una reproducción digitalizada del manuscrito, petición que fue atendida por el Ayuntamiento de esta ciudad. Una vez digitalizado el texto, en el Ayuntamiento de Trebujena quedó una copia en cd del mismo y yo me quedé con un archivo-copia de la anterior. Así quedó el asunto en 2004.

Por mi parte di comienzo al trabajo y al estudio del manuscrito y de su autor, llegando a terminar la transcripción íntegra del mismo y a anotar el texto. Varios años después, por motivos que no vienen al caso, desistí de continuar con el trabajo de investigación que ya había iniciado a partir de ese año.

Del tema no se volvió a hablar más hasta 2019 o 2020, creo recordar, pero llegaron los años de pandemia que hemos padecido y, como tantos otros proyectos, la idea quedó en espera. Una copia de aquella transcripción que ya había realizado entre 2004-2005 le ha sido entregada al Ayuntamiento de Trebujena hace unos meses, a petición de su Delegación de Cultura, al objeto de la edición que ahora se ha hecho de la citada novela Entre surcos y espigas.

Terminamos ya. Aunque estamos seguros de que el recordatorio resultará innecesario, queremos no obstante terminar con esta petición dirigida a las autoridades municipales de Trebujena, mi pueblo: por favor, no olviden donar al menos un ejemplar de la novela publicada a la Biblioteca Municipal de Jerez. Con esta petición damos fin a estas páginas con las que sólo hemos querido hablar un poco de la historia de este manuscrito y de algunos aspectos con él relacionados.

Sobre el autor:

José García Cabrera.

José García Cabrera

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