Los componentes de 'Atila'.
Los componentes de 'Atila'.

Son muchas las aproximaciones con las que, desde Gypsy, vamos abordando el extenso universo musical que nos rodea, desde la más recóndita localidad al genio internacional. Todas ellas van tejiendo una realidad donde el paso del tiempo se adereza con el romanticismo y la nostalgia de otra época. Configurando un pasado figurativo, una especie de teatro de variedades donde cada cual proyecta las carencias de nuestra era. ¿Podría existir acaso un acercamiento verídico a la historia contemporánea de nuestra música? Probablemente sí, aunque obviamente le correspondería a otra columna. En Gypsy hablamos del progresivo con todo lo que ello representa, resaltando la emotividad en nuestra narrativa de sexo, drogas y rock and roll.

Portada del disco 'The beginning of the end'.

Sin embargo resultaría injusto incluir a la banda que le presentamos hoy en ese conjunto emotivo de artistas que llegan a ser recordados exclusivamente por un contexto, en lugar de su contribución inexorable a la música o la vanguardia. Y aunque Atila pasó con más pena que gloria por la escena catalana de los 70, su calidad y transgresión le convierte en uno de los mejores grupos de la escena nacional por méritos propios, siendo un responsable directo de la promoción del rock espacial en nuestra tierra. Convirtiendo a los gerundenses en un verdadero grupo de culto para los amantes del rock progresivo y sinfónico.

El grupo se forma en 1973 con Eduardo Álvarez Niebla (guitarra), Francisco Ortega (teclados) y Joan Punyet (batería). Como puede apreciarse esta primera configuración carece de bajista, lo cual supuso el primer atrevimiento, dado el riesgo que significaba para Ortega soportar con su teclado el peso de la línea de bajo en solitario. 

Después de un par de años en los que el grupo explora su particular sonido, nutriéndose de iconos internacionales como Emerson, Lake & Palmer, Camel o Genesis. El grupo decide aventurarse con su primer LP The Beginning of The End (New Promoción, 1975) publicándose unas escasas mil copias. Sinfonismo y hard rock a partes iguales para un extraño disco del que se dice una de las cimas del progresivo español. Un disco de influencias claras pero con cuerpo propio. Sin embargo, ha envejecido con celeridad, pese al esfuerzo de muchos fans en su intento por perpetuar una obra, que llega rozar en muchos casos la sobrevaloración por la crítica especializada.

Con su primera publicación Atila logra entrar en el circuito progresivo catalán y empiezan a hacer sus primeros directos memorables, llegando a ser convocados por los principales festivales de su género.

Viendo el éxito de sus actuaciones deciden "profesionalizar" su carrera musical con un reajuste de los componentes, de forma que entra el bajista Miguel Ángel Blasco a la vez que Ortega es sustituido por Benet Nogué.

Con esta nueva apariencia se presentan en el mítico festival de León, al que hemos hecho referencia en otros artículos, en la segunda edición de Canet Rock. Más tarde lo harán en Madrid en el macroconcierto de nueve horas de vista alegre que reúne a Patti Smith, John Cale, Pau Riba, Tilburi, Eduardo Bort, Granada y Atila.

Aquel mismo año (1976) publicaran su obra emblemática, Intención (BASF, 1976). Un trabajo con voz propia. Que llega a reclamarse por sí mismo como el mejor trabajo space de nuestro progresivo. Único, lleno de tantos matices que parece alcanzar la catarsis en cada una de las estridencias que muestra. Tan sólo explicable por aquel clima libertad compositiva suscrita en cada una de sus canciones. Una joya que por momentos parece abandonar el sendero del rock sinfónico para homenajear a los eternos Black Sabath y adueñarse de un estilo hard rock. 

Con Intención consiguen proyección internacional. Hacen una gira por Alemania y Francia. A su vuelta Miguel decide dejar el grupo y es sustituido por Jean Pierre Gómez. A partir de aquí la banda sufre un declive que no les impide sacar su último LP Reviure (Odeón, 1978). El disco sigue siendo, como los anteriores, eminentemente instrumental. No obstante, se incluyen pasajes cantados a cargo de Benet Nogué con proclamas militantes en el movimiento nacionalista catalán.  Las criticas se cebaron con este trabajo que terminó por significar el epílogo de una banda brillante en todos los aspectos.

Con el anuncio de su disolución cada uno de sus miembros emprenderá caminos diferentes, diluyendo la trayectoria de la banda en las infinitas líneas del tiempo. Su legado fue recuperado en la década de los 90 por el sello Lost Vinyl, que ha reeditado toda su obra.

Sobre el autor:

Carlos Domínguez Rico

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